Los niños y adolescentes que viven con uno solo de sus padres tienen más posibilidades de tener alguna privación. Estas pueden involucrar desde carencias económicas hasta la falta de acceso a algún derecho, como una vivienda digna o servicios de salud. Como condimento extra hay que tener en cuenta que en Mendoza, ocho de cada 10 de esos hogares están a cargo de una mujer, según datos de la Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas (DEIE).
Es una de las conclusiones del informe del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia de la Universidad Católica Argentina (UCA), que esta semana dio a conocer que seis de cada 10 chicos menores de 17 años tienen alguna privación, entendiendo a la pobreza multidimensional como la falta de acceso a algún derecho.
"Las variables relativas a las características de los padres y la situación de convivencia muestran contrastes sustantivos en las infancias", expresa el documento. "Los niños/as que viven con uno solo de sus padres están más expuestos a experimentar privaciones que aquellos que viven con ambos padres", advierte.
En ese marco expresa que el 70,9% de los menores de 17 años que viven con sólo uno de sus padres tienen al menos una privación. En tanto, sucede eso con el 62,3% de quienes viven con ambos padres.
El estudio contempla que la pobreza en la infancia se expresa de múltiples formas: carencia de recursos de los hogares y pobres estructuras de oportunidades para el desarrollo de sus capacidades. En concreto, consideraron seis derechos que resultan afectados: a la alimentación, al saneamiento, a vivienda digna, a la atención de la salud, a la información, a la estimulación temprana (0-3 años) y a la educación (4-17 años).
Preeminencia de las jefas del hogar
En Mendoza, 83% de los hogares monoparentales tienen a una mujer a cargo (jefa de hogar). Sucede lo mismo en hogares monoparentales extendidos o compuestos: 79,5% están liderados por una mujer. Estos últimos son los que el núcleo familiar convive con otros parientes o allegados.
En el plano económico el primer factor que determina carencias es que suelen tener un solo proveedor para mantener a la familia. Cuando hay una pareja que se ha desvinculado no siempre el progenitor que ya no vive con los hijos cumple con su parte de la manutención.
"La monoparentalidad es un condicionante más de la pobreza, hace más vulnerables a los niños", resaltó Ianina Tuñón, doctora en Ciencias Sociales y una de las autoras del trabajo junto a Santiago Poy.
Explicó que quien está cargo, además de ser el proveedor, tiene que cumplir múltiples funciones: el cuidado de la salud, acompañar en el actividades y demandas escolares, cuidado de la salud y traslados son algunos de ellos.
"La crianza queda a cargo de un solo adulto. Es proveedor, cría, cuida y sociabiliza a los hijos", subraya. Agregó que hay que tener en cuenta que "hay una alta proporción de hogares monoparentales en condiciones de pobreza, por lo que las privaciones están asociadas a la confluencia de estas dos variables".
El economista Gustavo Maradona consideró que es probable que en los hogares monoparentales haya mayor restricción presupuestaria, y aun teniendo aportes de ambos progenitores los gastos son por duplicado. "El acceso al mercado laboral puede ser más limitado, tampoco se podría tener un trabajo con horas extra", opinó. Y consideró que es probable que la persona tampoco lo elija porque tendría menos disponibilidad para atender a sus hijos. "Es un círculo vicioso", concluyó.
El tiempo como principal privación
Si se quiere, el tiempo se transforma en la principal privación, ya que debe dividirlo entre lo laboral y el cuidado. Para quien tiene los hijos a cargo el tiempo dedicado al trabajo se acota.
Laura es mamá de dos niñas de 11 y 17 años. Está separada y asegura que si bien recibe una cuota alimentaria del padre, esta nunca es suficiente. "No se contemplan otras cosas que hacen a su bienestar, como la posibilidad de reuniones sociales, ni gastos cotidianos como meriendas o fotocopias. No tengo poder de ahorro y si se rompe algo no se puede arreglar", detalló. Señaló que el padre asume que es su responsabilidad porque viven con ella.
Y continuó: "si quisiera buscar una mejor oportunidad estoy condicionada por los horarios de los cuatro. Me inscribí en la facultad pero es muy difícil por lo mismo". Sucede igual con el cuidado de la salud, ya que ella las lleva al médico y los turnos debe conseguirlos en horarios en los que no trabaja. Además ha tenido que postergar atención y tratamientos por falta de tiempo y de dinero.
Flavia Espinosa, licenciada en Sociología y especializada en estudios de género, explicó que históricamente cuando hay hijos ante una separación la Justicia los deja a cargo de las mujeres. Esto se mantiene aun después de la modificación del Código Civil, que contempló otras variables. "Tenemos una historia jurídica jugando aquí, es muy raro que los padres (varones) pidan la tutela", mencionó.
Otras dificultades
Las dificultades para adaptarse a las demandas horarias de un trabajo formal a veces las arroja al entorno informal, donde hay menos seguridad y quizá menores ingresos.
Para hacerlo debe considerar quién queda al cuidado de los hijos, y mientras menos sean los recursos, menos chances hay de poder pagar por ese servicio.
"Es importante tener en cuenta que la mujer que sale a trabajar, si tiene hijos tiene que dejarlos con alguien, que suele ser otra mujer. Y si no hubiese será un hermano que a veces termina por no ir al colegio", comentó Espinosa.
Agregó que cuando se inserta lo hace en un espacio laboral feminizado "en el que existe una brecha salarial por la cual las mujeres ganan 27% menos que los varones por igual puesto".
Asimismo, las mujeres con más vulnerabilidad económica quizá tengan menos capital social lo que dificulta su inserción laboral.
También influye el nivel educativo
Se trata de condiciones atravesadas por variables diversas como el nivel educativo de las personas con las que conviven o el estrato económico-ocupacional de quien sea que los tenga a cargo.
"Los niños/as que viven en hogares de clima educativo bajo (padres que no completaron la escuela secundaria) tienen casi 3 veces más chances de tener al menos una privación que sus pares de hogares de clima educativo medio-alto (cuyos padres tienen nivel universitario incompleto o más)", resalta el documento.
Aumento de la pobreza
La pobreza monetaria en el país se ha incrementado y afecta de modo particular a la infancia. Ello se plasma con crudeza en el incremento de las privaciones en el espacio de la alimentación. El déficit en el acceso a los alimentos se incrementó entre 2017 y 2018 en 4,1 puntos porcentuales.
Por otra parte, la llamada "pobreza multidimensional" afecta a seis de cada diez niños y adolescentes que se encuentran privados en el ejercicio de al menos un derecho, y cuatro de ellos al mismo tiempo son pobres en términos de los ingresos monetarios de sus hogares.