El 25 de mayo de 2003 Néstor Kirchner asumía la Presidencia de la Nación después de un convulsionado año de crisis económica y política. Cuando tomó las riendas del país, otros que le antecedieron habían hecho el trabajo sucio que nadie quiere hacer. Adolfo Rodríguez Saá había declarado el default de la deuda y Eduardo Duhalde había puesto fin a la “convertibilidad”.
Sin recursos y sin posibilidad de créditos, Kirchner fue bendecido con una especie de alineación planetaria que debe ocurrir una vez cada mil años. Su gobierno recibió el peso argentino devaluado en un 400% y continuó la gestión con Roberto Lavagna. Este ministro había pesificado y congelado los precios de los servicios públicos.
Contexto inédito
A partir de 2003 la economía internacional comenzaba vivir episodios inéditos. EEUU bajaba la tasa de interés al 1%, la más baja, hasta entonces, en los últimos 40 años, la que se mantuvo durante casi 2 años, con el objeto de impulsar la economía. El dólar sufrió una devaluación, la más grande de los últimos tiempos, que llevó la paridad con el euro a U$S 1,60 por cada uno.
Esta pérdida de valor de la moneda norteamericana hizo subir los precios en dólares de todas las materias primas. A nosotros nos benefició con los granos, la leche, la carne, las producciones regionales y el petróleo. Además, China se destapaba como un fuerte jugador y demandante de alimentos y energía, lo que presionaba más la demanda y empujaba los precios.
Se daba un hecho inédito. Por primera vez en muchas décadas, los países productores de materias primas estaban inundados de dólares.
Debido a las limitaciones del default, el gobierno había decidido que todos los exportadores debían ingresar sus divisas y vendérselas al Banco Central, el cual emitía moneda para comprarlos. Luego, intentaba neutralizar dicha emisión con títulos como Letras (LEBAC) y Notas (NOBAC) con lo cual sacaba una parte de la liquidez.
Pero el ingreso de dólares por el aumento de las exportaciones comenzó a ser muy grande y el Banco Central debió permitir a las petroleras que mantuvieran sus divisas fuera del país. La economía se mantenía abierta. La devaluación tan fuerte más los aranceles de importación eran una barrera protectora. Fue tal la presión sobre el tipo de cambio que, de haber llegado a 4 pesos por dólar, bajó a 3 pesos por dólar.
El crecimiento de las exportaciones generó más trabajo y bajó el desempleo. En ese entonces, se mantenían suspendidas las paritarias y el gobierno, cada seis meses, daba un aumento por decreto consistente en una suma fija.
No había conflictividad laboral. La gente privilegiaba la posibilidad de tener trabajo. Mayor trabajo generaba mayor consumo y el mercado interno comenzaba a recuperar importancia.
Pero la moneda tan devaluada generó notables flujos turísticos del exterior, sobre todo de Europa, que traían sus divisas y colaboraban a la reactivación del sector turístico y el comercio.
Los empresarios exportadores de materias primas exportaban mucho y ganaban mucho, por lo cual el gobierno decidió poner retenciones a las exportaciones, obligándolos a mantener una cuota de abastecimiento para el mercado interno. Al principio se cumplió pero luego debieron subsidiar la diferencia.
El Gobierno, con pocos apremios de deuda, propuso una renegociación a los acreedores que implicaba una quita del 70% del capital acumulado y plazos de pago hasta 40 años.
El gobierno de Néstor Kirchner hizo gala de tener superávit fiscal, superávit de balanza comercial y superávit financiero, algo de lo que no pudo gozar ningún presidente en el siglo XX.
El fantasma de la inflación
Pero el programa de Kirchner tenía un condicionante importante: no admitía inflación. Además, debían comenzar a sincerarse lentamente los precios de los servicios públicos aprovechando que los trabajadores habían recuperado poder adquisitivo.
Entre 2002 y 2003 los precios mayoristas habían crecido un 89% y los precios minoristas un 45%.
Siendo candidata Cristina a la Presidencia, y sin Lavagna molestando, Néstor Kirchner decidió recalentar más la economía para que, en medio de una euforia de consumo, su esposa no tuviera problemas en alcanzar la máxima magistratura. Ahí comenzó la decadencia del modelo, que tenía muchas virtudes pero muchos aspectos objetables, aunque había conseguido logros importantes.
Las mejoras de la economía y los mayores recursos fiscales facilitaron mejorar de forma notoria los ingresos de jubilados y pensionados y se habilitaron las paritarias. Así comenzó a destacarse la inflación que detectaba el Indec.
Para retroceder en sus planes, decidieron echar a los técnicos y comenzaron a manipular los índices para reflejar datos inflacionarios más bajos que los reales.
A partir de ese momento, el gobierno nunca se bajó de su pretensión de mantener alto el ritmo de consumo interno, sobre todo después de la crisis de 2008, que complicó a los países desarrollados. Para ello no dudó en usar todas las herramientas posibles como estatizar los fondos jubilatorios y modificar la carta Orgánica del Banco Central.
La Asignación Universal por Hijo fue un logro destacable, aunque mezclado con los más discutibles Fútbol para todos y Automovilismo para todos.
Por supuesto, sus objetivos y las herramientas fueron generadores de una alta tasa de inflación que fue consumiendo el margen de competitividad ganado años anteriores. Hoy, con precios récord de la soja, hay una caída importante del superávit comercial, limitaciones para comprar dólares y toda una cantidad de distorsiones que no parecían posibles hace 10 años.
Mendoza con el kirchnerismo
Mendoza tiene una economía basada, fundamentalmente, en la producción de bienes transables. Productos agrícolas, petróleo, manufacturas de origen agropecuario y de origen industrial, son la base, a la cual se le incorporó con más fuerza el turismo.
Después de registrar tres años de caídas muy fuertes entre 2000 y 2002, gracias a la ganancia competitiva del tipo de cambio, la economía local tuvo tasas de crecimiento impresionantes. En 2003 fue del 16,1%, que se repitió en 2004. Ya en 2005 alcanzó un 10% y en 2006 10,6, para terminar 2007 en 8,3%.
En esos tiempos, con el crecimiento del turismo y el mayor consumo interno, el sector “Comercio, restaurantes y hoteles” pasó a ser el más dinámico, hasta alcanzar una participación del 25% en el PBG provincial, cuando en 2002 sólo representaba el 18% y era el cuarto en importancia.
No obstante, todos aprovecharon la coyuntura, pero sólo la vitivinicultura se dio un plan a largo plazo para sustentar cambios estructurales, mientras que el resto aprovechó las bonanzas y hoy se encuentran en situaciones similares a 10 años atrás.
Lamentablemente, las gestiones gubernamentales no leyeron bien el trasfondo de lo que estábamos viviendo y los empresarios, mucho menos. En el medio, se consolidaron algunas actividades como la construcción, que capitalizó la reinversión de las ganancias obtenidas en otros sectores.
Hoy la economía provincial enfrenta problemas de competitividad y de notables retrasos en los modelos productivos, con mucha más población y menos recursos. En los últimos tres años el Estado volvió a tener déficit y a endeudarse, lo que no augura salidas muy ingeniosas.