Los anuncios que hizo ayer la Presidenta tienen tres niveles de impacto. En primer lugar, hay una mejora efectiva para quienes cobran la Asignación Universal por Hijo y por embarazo porque el 35,3% (de 340 a $ 460), supera la inflación real.
También hay una mejora del salario familiar por hijo para los trabajadores registrados que, según las escalas salariales, van del 22,2% al 35,3%. Aún así, los montos de esos beneficios siguen siendo bajos: van desde $ 4 a $ 15 diarios por chico.
En segundo lugar, el ajuste de 20% del tope salarial que da derecho a cobrar las asignaciones de los trabajadores formales (de $ 7.000 a $ 8.400) apenas compensa los aumentos salariales de las paritarias.
Si ese tope no hubiera aumentado, muchos trabajadores hubieran dejado de cobrar el salario familiar, como pasó años atrás cuando ese límite fue ajustado por debajo de la inflación real.
Ahora, inicialmente podría registrarse un incremento del número de beneficiarios entre los trabajadores que cobren la primera cuota de la suba salarial. Pero cuando esos trabajadores cobren la segunda cuota llevando la suba salarial al 24%, muchos de ellos volverán a perder el beneficio y otros dejarán de cobrarlo.
Por último, la suba del 22% de las asignaciones por nacimiento, matrimonio o adopción es claramente insuficiente. Están congelados desde 2008 y desde entonces la inflación ronda el 200%.
Más grave es lo que pasó con la ayuda escolar anual. En 2001 era de $ 130. Fue aumentada en 2008 a $ 170 y siguió desde entonces en ese valor en todos estos años. Ahora se pagará por única vez $ 340, lo que no compensa la inflación ni lo que se dejó de percibir en todo ese período.
Lo mismo pasa con el subsidio de contención familiar que se otorga para costear los gastos fúnebres por fallecimiento del jubilado o pensionado. El subsidio de $ 1.800 (fijado en 2010) pasa a $ 4.000 pero hoy el servicio fúnebre más básico no baja de $ 5.500.