La pregunta que más incomoda en la AFA es averiguar la razón por la que los seleccionados juveniles argentinos Sub20 vienen en ciclo descendente desde hace cinco años, aproximadamente.
La brillante serie que comandó José Pekerman desde 1995 se había constituido en la más eficaz de toda la historia de la albiceleste en esta categoría, al punto de haberse conquistado cinco títulos mundiales (Qatar’95, Malasia’97, Argentina’01, Holanda’05 y Canadá’07) en apenas doce años.
Sin embargo, en una decisión inexplicable desde la lógica racional, la entidad que rige el fútbol nacional decidió cerrar el ciclo exitoso sin que mediara una explicación coherente. A partir de allí, se han acumulado resultados pobrísimos tanto a nivel de participación en campeonatos como de promoción de jugadores jóvenes.
La política del “silenzio stampa” prevalece entre la alta dirigencia futbolística sobre este tema, aunque claramente se percibe que la decisión de interrumpir el ciclo le cupo a Julio Grondona; inclusive, su hijo, Humbertito, ocupa el cargo de subdirector de selecciones nacionales, por debajo de Carlos Bilardo, el director.
El primer signo de deterioro ocurrió con la no clasificación al Mundial 2009 que se disputó en Egipto, ya que en el hexagonal final del Sudamericano de Venezuela se terminó último.
Después, en 2011 se llegó hasta cuartos de final en el Mundial de Colombia, tras caer contra Portugal; previamente, en el Sudamericano se había perdido uno de los cupos para la clasificación a los juegos olímpicos de Londres y así Argentina no pudo pelear por el tricampeonato (se habían ganado las medallas doradas en Atenas’04 y Pekín’08).
Hoy día, bajo la dirección técnica de Marcelo Trobbiani, el equipo Sub 20 deambula en el actual Sudamericano con una identidad angustiante. Más allá del partido frente a Bolivia, por la fecha 3, lo que más preocupa es la ausencia de un patrón de juego que permita una proyección positiva a corto plazo; el Mundial de Turquía también se disputará este año.
Pekerman llegó a ocupar su cargo a fines de 1994, habiendo sido el único entrenador que accediera al puesto a partir de un concurso de oposición y antecedentes; todos los demás, antes y después de él, fueron designados a dedo.
El primer objetivo afista en ese momento era borrar la paupérrima imagen producida en el Mundial 1991, en Portugal, por el representativo nacional. En esa competencia, bajo la dirección técnica de Reinaldo Merlo, el equipo produjo un papelón histórico: perdía 4-0 contra el local y el delantero Juan Eduardo Esnaider golpeó desde atrás a un rival y fue expulsado; preso de la ira, el jugador amagó con golpear al árbitro belga Guy Goethals y a continuación se generaron fuertes discusiones, tumultos y amenazas de terminar en una pelea generalizada.
El comité disciplinario de la FIFA suspendió por un año al jugador y a la Argentina por dos, por lo cual no pudo participar del Mundial de Australia, en 1993. De aquél plantel, sólo lograron volver a jugar partidos internacionales cinco jugadores: Mauricio Pochettino, Marcelo Delgado, Christian Bassedas, Hugo Morales y el mendocino Roberto Molina.
Era tal la necesidad de recomponer el vínculo con la FIFA en esta divisional, que la AFA buscó en Pekerman a una persona de perfil bajo y afable, asociándolo a su conocimiento de experto en la materia, para ir formando un nuevo estilo de conducción grupal.
Ya en el proceso de selección de jugadores para el nuevo emprendimiento podía observarse que las características de los jugadores eran similares a las de su entrenador. Y hubo un hecho clave: viajar a Bolivia, donde iba a disputarse el Sudamericano Sub 20, para la época de las fiestas de fin de año.
Allí, en la soledad y todavía sin acompañamiento de los enviados especiales de la prensa, en enero del '95 se empezó a forjar una nueva era. Además, aún pesaban los ecos de la sanción a Diego Maradona en el Mundial'94, un hecho que ponía a cada representación futbolística nacional en el ojo de la tormenta sea donde fuere.
Una de las premisas que tuvo el flamante modelo fue el de darle una importancia vital al premio “fair play”, habitualmente menospreciado en cuanto a su real dimensión. Para el cuerpo técnico entrante, la herencia de Portugal’91 representaba una mochila cargada de piedras, por lo que las charlas con los jóvenes futbolistas pusieron el foco sobre el buen comportamiento dentro y fuera de la cancha.
Los resultados fueron ampliamente satisfactorios, ya que Argentina salió subcampeón detrás de Brasil, pero, sobre todo, se había sembrado la semilla que iba a germinar meses después en Qatar, con la obtención del título mundial. Así, se volvió a dar una vuelta olímpica tras dieciséis años, luego del magnífico equipo que comandó Diego Maradona en Tokio’79.
Dos años más tarde, la Selección Sub20 convocada reunió a un grupo de jugadores de alto nivel, entre ellos Juan Román Riquelme, Pablo Aimar, Esteban Cambiasso, Walter Samuel, Leo Franco, Bernardo Romeo y Diego Placente, entre otros.
Tras un notable paso ganador en el Sudamericano de Chile, el equipo retuvo la copa del mundo en Malasia, en un certamen que contó con futbolistas que se consolidaron con éxito en las selecciones de sus respectivos países, tales como Henry, Anelka y Trezeguet en Francia, Owen en Inglaterra y Zalayeta en Uruguay.
El tercer gran logro del ciclo se dio en nuestro país, en 2001, con un rendimiento excepcional: siete jugados y siete ganados. Hubo performances descollantes: Javier Saviola, además de goleador del torneo con 11 tantos, recibió el Balón de Oro al mejor jugador del certamen; Andrés D'Alessandro, el de Plata. También brillaron Fabricio Coloccini, Leandro Romagnoli y Alejandro Domínguez, entre otros.
En 2005, Holanda vio como un jovencito se empezaba a ganar el lugar como titular y terminó siendo la pieza clave del cuarto campeonato mundial. Lionel Messi fue de menor a mayor, se convirtió en el estandarte del equipo y concretó los dos penales de la final ganada por 2-1 a Nigeria. Además, se adjudicó el Balón de Oro al mejor jugador.
Un año más tarde, Pekerman condujo a la Selección mayor en Alemania 2006 y tras la derrota por penales contra los locales presentó la renuncia. Si bien nunca explicó públicamente porque lo hizo apenas terminado el partido, el rumor que se había instalado en el Olímpico de Berlín era el de que el propio Julio Grondona había bajado a zona de vestuarios luego del partido y lo había cuestionado.
En Canadá 2007, ya bajó la dirección técnica de Hugo Tocalli, el técnico alterno de Pekerman, el seleccionado sumó su quinto título mundial bajo el mismo cuerpo técnico y contó con un "Kun" Agüero deslumbrante, a la postre elegido como el mejor futbolista del certamen.
Por entonces, Argentina dominaba y su hegemonía asustaba a los demás. La espiral ascendente parecía no tener final y, lenta pero progresivamente, las palmadas en la espalda mutaron en rechazo.
La soberbia, el vedettismo y la envidia se posicionaron en el centro de la escena dentro de la AFA y los inconvenientes se fueron desencadenando casi por inercia. De ninguna manera había motivos para ir debilitando las imágenes fuertes de Pekerman y su grupo, pero el canibalismo político en Viamonte al 1300 se multiplicó por cada pasillo y el cuerpo técnico, insólitamente, se fue alejando de su puesto de trabajo habitual, a pesar de haber dejado los trofeos más preciados en las vitrinas de la casa mayor del fútbol.
Un año atrás, Humbertito Grondona dejó una frase de su sello para la posteridad: “Se terminó el tiempo del glamour y ahora es el de pico y pala”; toda una definición de principios. En los códigos del lenguaje futbolero, tamaña categorización bastaba para captar cuál es la concepción base de la que parte el hijo del presidente de la AFA, a la vez subdirector de selecciones nacionales.
Si HG consideraba “glamour” al ciclo Pekerman… entonces que retorne la “etapa glamorosa”, sea quien fuere su conductor. La de “pico y pala”, hasta el momento, sólo ha producido un resultado pobrísimo para la identidad del fútbol argentino. Basta observar las carencias técnicas en los campeonatos de primera división de un cada vez más creciente número de futbolistas y la ya desusada cantidad de incorporaciones de jugadores por parte de los clubes al inicio de cada temporada, en vez de promover el recambio desde las propias inferiores.
Éste es el eje medular del problema; ergo, el gran desafío a resolver por la AFA, siempre y cuando se coloquen los profesionales más aptos en los puestos de toma de decisiones y se termine para siempre con el amiguismo y el gatopardismo, de tanta perversa influencia en la entidad madre del fútbol nacional.