Stand Up: el furor en la escena mendocina

El formato de comedia de pie llegó para quedarse. Actores mendocinos y foráneos conforman un circuito comercial, que cada día gana más adeptos. Los límites entre la comedia y el teatro, en una propuesta donde todos experimentan. En primera persona, actore

Stand Up: el furor en la escena mendocina

Todas las tendencias y modas nacen en un lugar, para luego ir copando otros escenarios.  Así el stand up, o comedia de pie, un formato puramente televisivo que nació en Estados Unidos, de la mano de grandes cómicos de la pantalla, fue saliendo de su lugar de origen hasta copar la escena de las grandes capitales.

Primero se instaló en Buenos Aires, transformándose en un show cada vez más convocante y que además, permite el surgimiento de nuevas figuras. Y nuestra provincia no es ajena a esta tendencia. De tener solo algunos referentes contados con los dedos de una mano, en las dos últimas temporadas, se conformó un circuito comercial de stand up, del que son protagonistas actores locales y foráneos.

Sin distinción de espacios, casi todos los días de la semana, el formato suma una opción en la cartelera de espectáculos mendocina.

Bares y cafés que ofrecen una grilla de shows, ciclos con standuperos de otras provincias, escuelas de stand up, la profesora Laura Cogni (que aprovecha sus cinco minutos de fama para llenar un teatro al ritmo del formato) y la visita de distintas figuras, que gozan de popularidad, gracias a sus presentaciones en Comedy Central (canal dedicado al género) o en el programa “Bendita TV”, son parte del circuito que rodea al fenómeno en Mendoza.

Pero para algunos teóricos y reacios, el stand up no es teatro, solo se trata de un show, con una persona que con su gracia y un ingenioso guión, cuenta una historia al público. Mientras que, en la vereda del frente, hombres y mujeres sin distinción de edad, lo eligen como una opción de entretenimiento y se animan, a través del formato, a volcar sus inquietudes en escena. Además están los actores, que a pesar de su experiencia en el teatro, lo suman a su derrotero, como una manera válida de acercarse al público local.

En esa disyuntiva se presentan varias preguntas: ¿el stand up se puede catalogar como teatro?, ¿por qué el público lo elige?, ¿cuáles son las bondades del formato? Artistas y referentes del género en Mendoza opinan al respecto y dejan abierto el juego a la platea.

Del teatro venimos y al stand up vamos

Más allá de la gracia innata que debe tener una persona al plantarse sobre el escenario frente al público, el guión y la forma en que cuenta la historia o anécdota, son las bases para lograr la risa.

Sin máscaras, sin escenografía, vestuario y utilería, el standupero tiene el desafío de conquistar con el cuerpo y la palabra la empatía del público y generar una relación, en base a un texto que viaja por temas cotidianos. Esa cercanía, la de la cotidianeidad, la frescura, el cómo se cuenta la historia y el remate humorístico, son las claves del éxito.

Sin tomar el stand up en estado puro, algunos artistas se vuelcan al formato de comedia de pie, como una propuesta más en su carrera. Claudio Martínez, actor y director, referente de la comedia en Mendoza, advierte sobre la frescura del formato al que muchos artistas apelan. “Para mí todos los géneros son subgéneros de cosas más importantes

Yo no me considero standupero, aunque a algunos de mis espectáculos, los presento como stand up. Más bien hago monólogos de stand up. Creo que todo se renueva. Ahora está ese formato, pero antes estaban los capocómicos como Perciavalle, que también sin máscaras hacían sus monólogos. Antes reinaba el café concert y un humor más teatral. Son divisiones reales, pero que no hacen a la esencia de lo que pasa”.

Sin prejuicios, el actor que actualmente conjuga el stand up con los monólogos y música en “Puro amor, puro humor”, sostiene que la última palabra la tiene el público. “La gente lo elige porque le gusta la frescura, el acercamiento, es una linda forma de hacer humor. Creo que el actor es un equilibrista en el stand up. Como en todo, el público es el que manda. Ellos son los encargados de elegir y desterrar”.

Tomando ciertas características del formato, hace tres años, la actriz Jessica Echegaray se lanzó a dedicarse al género, pero uniendo su experiencia en la comedia. Partiendo de la base de que transitar el escenario es sanador, se suma al debate y afirma: “Para mí el stand up sí es teatro. En un comienzo, yo también era reacia al género y no me gustaba. Pero un día empecé a escribir anécdotas personales en un formato de monólogos.

Y ahí surgió mi primer espectáculo ‘Jessifrando la vida’. Yo disiento con la gente que dice que el stand up no es teatro. Como actor naturalmente uno fusiona su experiencia. Los temas que uno toca son universales, lo que los diferencia es la anécdota”, sostiene la actriz quien junto a  Rebeca Ana, Santiago Lucca y Carla Coria dirigidos por Ismael Ana, son artífices de “Stand up para hacer dulce”, una de las propuestas que se sostiene en cartel.

Combinando el stand up con la ficción, interpretando ciertos personajes, la actriz recepta a un público con ganas de divertirse e identificarse con lo que ve. “La gente tiene ganas de relajarse y divertirse. También es cierto que todo fue creciendo y en la actualidad, hay muchos grupos que trabajan de forma diferente. Lo que hay que cambiar es la conciencia colectiva sobre el teatro y la experiencia”.

Stand up en estado puro

Atrás quedaron los tiempos, en los que Iñaki Rojas y Joe López eran de los pocos que se animaban a subirse al escenario y trazar una historia cara a cara, sin estribos con el público.

Para Rojas, referente del género, no hay grises entre el teatro y el stand up. “Creo que la polémica entre el teatro y el stand up es absurda. Son dos cosas opuestas. Por empezar el actor de teatro tiene esa cuarta pared que plantea la ficción. En cambio en el stand up no existe esa pared, rompe con esa barrera. Es como si estás en un cumpleaños y te convertís en el alma de la fiesta. Además el standupero sube a hacer una rutina que preparó, eso tiene un riesgo mayor, porque él cree que puede funcionar y quizás no gusta”, afirma el actor y escritor mendocino que mira con buenos ojos la fiebre del género en la escena local.

Con una visión optimista del presente y sorprendido por los que sin tapujos se animan a la experiencia, sean o no del palo del teatro, no juzga las expresiones del formato que surgen en nuestro medio.

“Me parece que el género se fortalece si hay más opciones. Aunque muchos lo crean menor, es un género muy power. Hay que animarse a estar solo frente al público. Ahí encontrás técnicas actorales y narrativas. En el stand up hay mucho laburo previo de escritura, más lo que surge en escena. Me he encontrado gratamente con muchos guiones bien escritos y eso hace a la conducta de laburar el guión. Yo me subo al escenario cuando hay un buen guión y eso lo capta la gente. También hay que entender el concepto terapéutico del stand up.

Puede estar de moda o no, pero creo que ha venido para quedarse. Su onda descontracturada, lo hace un género amigable”.

En la misma perspectiva y visión está Federico Marzano, quien es el artífice de formar “El Club de la Risa” en la región de Cuyo. Cada semana, se prueban ante el público en el ciclo, que trae a referentes del género de Buenos Aires y otros países. “Mendoza ahora es una plaza fuerte del stand up. Para mí sí es una rama del teatro. Porque para ser comediante, necesitás herramientas del teatro; más allá de que no tengas una escenografía o interpretes el texto desde un personaje. Además, para estar solo en el escenario hay que saber defenderse. Se necesita tener mucha cultura”, afirma el standupero que además tiene su propia escuela de stand up.

Los temas recurrentes del guión, la preparación previa de quien se lanza al escenario, para Marzano no son condicionantes. “La personas que no vienen del teatro, no tienen vicios previos, por eso les resulta mucho más fácil. El stand up es hablar de vos mismo, por eso no se repite. Los temas se repiten, pero desde otro punto de vista. Eso logra una relación muy cercana con el público, porque se sienten identificados. Es un espacio de liberación. Además el standupero nunca es el ganador, si no que juega con el más perdedor. Los mismos actores eligen el formato, porque no hay demasiada producción. No hace falta un vestuario, una escenografía para contar una historia”.

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