La economía argentina está atravesando un ciclo muy complejo, afectado por la crisis financiera del Estado, y esto hace que el sector privado esté muy condicionado por los problemas endémicos causados por el exceso de gasto público. Al no poder reaccionar el sector privado la economía no puede crecer, porque nunca el sector público podrá crear riqueza, sino que lo que siempre hace es destruirla.
El brutal ajuste dispuesto para eliminar el déficit fiscal, una vez más está recayendo en el sector privado que está siendo golpeado por varios frentes. Por una parte, la mayor presión impositiva destruye capital y quita poder adquisitivo a los salarios, haciendo que el ritmo de la economía caiga sin que el estado tome nota de los problemas que está causando.
Por otra parte, las altas tasas de interés, inducidas por el Banco Central para frenar al dólar, hacen imposible acceder a capital de trabajo para mantener ritmo de producción, aunque muchas empresas, ante la caída de las ventas, prefieren esperar hasta que el panorama se aclare, tanto en el frente cambiario como en el comportamiento de la inflación.
Para las empresas exportadoras se ha generado un cóctel muy complicado porque, si bien hubo una devaluación que generó mejor competitividad, la inflación consumió un poco de la ventaja, que terminó siendo anulada por las retenciones a las exportaciones.
Si se le suman los costos del crédito productivo, desaparecen los incentivos para animarse a invertir en una aventura exportadora.
Por el lado de los consumidores, el panorama es muy complejo. La pérdida de poder adquisitivo es notoria y siguen avanzando algunos aumentos de tarifas que siguen minando los magros salarios, que podrían tener una pequeña recomposición hacia fin de año, pero no alcanzará a frenar una brusca caída de la actividad económica.
Incertidumbre, mala consejera
Hasta ahora pasamos por una brusca tormenta cambiaria que no había podido ser contenida hasta principios de octubre, donde se establecieron mecanismos de control cambiario y monetario muy rígidos, de acuerdo a lo pactado con el FMI. Si bien ahora hay una cierta tranquilidad, lo que se mantiene es una tensa calma, ya que muchos operadores han quedado con mucho temor a que se vuelvan a producir eventos similares.
Si bien el precio del dólar ha sido encorsetado entre bandas de flotación, esta situación les ha dado a los argentinos una cierta sensación de alivio. Tan acostumbrados estamos a que sea el Estado el que fije el precio de la divisa, que nadie se banca una flotación libre y las autoridades monetarias no están acostumbradas a administrar estos procesos.
El Problema sigue siendo la incertidumbre que generan los aumentos de tarifas, ya que en muchos casos se produjeron fuera de temporada alta, pero nadie sabe cuánto deberá pagar cuando lleguen las nuevas facturas de la luz, estimando que habrían los mismos dramas que se produjeron con las boletas de gas. Con un poder adquisitivo dañado, muchos ciudadanos se encuentran ante otro elemento que agrega incertidumbre.
A pesar de estas circunstancias, la tranquilidad de los mercados se enfrenta a la pérdida de poder adquisitivo de los salarios. Incluso, la determinación de un bono a pagar en noviembre y enero también genera muchas dudas. Salvo las grandes empresas, las medianas y pequeñas se encuentran con serios problemas. Dado que, además, hay que pagar el aguinaldo en diciembre, se genera una gran necesidad de fondos en momentos de una brusca caída de las ventas. Por ese motivo, los trabajadores también siguen con incertidumbre que se refleja en la caída del uso de las tarjetas de crédito.
Algunas luces en el horizonte
La primera de las luces que aparece como positiva es la baja de las tasas de interés. Si bien el proceso es lento, se considera que para marzo la tasa podría en un nivel de 54%.
Pero todo va a depender de las expectativas del mercado respecto de las proyecciones inflacionarias. En ese sentido, hay que esperar las proyecciones del Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) y las proyecciones que haga el Banco Central sobre la evolución de las bandas de flotación del dólar. Hasta el 31 de diciembre es del 3% mensual y es probable que el gobierno intente manejarla entre un 2 y 2,5%.
Hay otros datos que abonan la posibilidad de estar en un escenario más amigable. Por una parte, los precios mayoristas, que venían creciendo al doble que el IPC, marcaron 2,9% en octubre, mientras el costo de la construcción lo hizo un 2,2%. Estos valores tendrán una influencia fundamental en los índices al consumidor de noviembre y diciembre. Al respecto, las consultoras creen que pueden oscilar entre 2,5 y 3%, pero el miércoles, inversores que suscribían las nuevas letras ajustables por CER lo calculaban en 2,2%.
El tercer punto que aparece como positivo es la evolución del dólar. Desde la fijación de las bandas de intervención el valor de la divisa se manejó con mucha tranquilidad. Las bandas han actuado como punto de referencia para los inversores, tanto profesionales como familiares, y eso tranquilizó al mercado. La rigidez monetaria, además, hizo que muchos deberán vender dólares para hacer frente a sus obligaciones.
Por ahora no se percibe ningún escenario tormentoso, salvo que ocurra alguna catástrofe en el exterior. El Tesoro ha venido manejando el stock recibido del FMI con bastante prudencia y ahora, los técnicos que estuvieron auditando elevaron un informe positivo sobre la evolución de las cuentas fiscales, por lo que se recibirán 7.500 millones de dólares adicionales. Desde enero hasta junio será época de entrada de dólares de las exportaciones de granos, por lo que abría riesgo de una apreciación del tipo de cambio si el BCRA decidiera no intervenir. De todos modos, las bandas de flotación aseguran una actualización del piso y techo para evitar tensiones.
Un cuarto punto favorable está referido a los precios del petróleo y el gas. Por una parte, el crudo experimentó una baja cercana al 30% después de los máximos alcanzados un mes atrás. Esta profunda baja, producto de una percepción de menor ritmo de la economía mundial ha frenado, por el momento nuevos aumentos de los combustibles.
Vale recordar que dólar y crudo son los costos principales y ambos han bajado en los últimos 30 días, por lo que podría esperarse que bajen. Si no lo hace, por lo menos no deberían aumentar si mantiene la actual tendencia.
En cuanto al gas, el gobierno estima una producción récord de Vaca Muerta. De hecho, hoy ya se autorizaron exportaciones a Chile y se estima que el precio bajará. Para los consumidores probablemente no se produzcan bajas porque aún están vigentes contratos con Bolivia, a mayor precio, pero al menos no aumentarían las tarifas.
Otro tanto se espera con la electricidad. El 60% de la luz consumida se genera en Centrales térmicas, que usan el gas como combustible por lo que el costo de generación bajaría. Ya que el Estado actualmente subsidia el 60% de la tarifa, podría bajar subsidios sin aumentarlas. Es decir, los especialistas calculan que en 2019 no sería necesario aumentos de tarifas, salvo alguna corrección por las variaciones del VAD, que comprende a la distribución final.
Como se ve, van apareciendo algunas luces que presagian un año más tranquilo, aunque no se podrá recuperar todavía el crecimiento hasta que no aumente la tasa de ahorro y se puedan hacer crece las inversiones, pero es una etapa posterior a la estabilización.