Fernando Fernández (41), el médico clínico que fue jefe de Terapia Intensiva del Central, hoy es un preso común de Boulogne Sur Mer. El 10 de noviembre, la Primera Cámara del Crimen lo condenó a 10 años de cárcel por el femicidio en grado de tentativa en perjuicio de la enfermera Rosana Sosa (44), su esposa y madre de sus tres hijos. El hecho ocurrió el 16 de octubre de 2015 cuando Fernández atacó a su esposa con un cuchillo. La hirió en cinco oportunidades y de milagro la mujer no murió.
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Según se expuso en el juicio oral, Fernández se enojó porque su esposa se había hecho un tatuaje de tres pájaros que representaban a sus hijos. La pelea verbal terminó cuando el hombre tomó un cuchillo de cocina y la atacó. Le asestó cinco puñaladas: dos en el tórax, una en la espalda, otra cerca de la zona hepática y la última en la ingle.
Fernández, tras la agresión, escapó de su casa en su auto, mientras su mujer salió del departamento y pidió ayuda a los vecinos, quienes la llevaron al hospital Carrillo de Las Heras. Luego fue trasladada al Lagomaggiore, donde quedó internada. Estuvo tres semanas en terapia intensiva.
El médico llegó a su oficina, le contó a un colega lo sucedido y luego se inyectó por lo que fue hospitalizado. Después de días internado en el Central fue traslado al hospital El Sauce y recién luego de tres semanas ingresó al penal de Boulogne Sur Mer.
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En una sala del penal, el médico hace su aparición que es bastante impactante: mide casi un metro noventa; tiene cuerpo de basquetbolista. Con una remera naranja, pantalón de tela de esos llenos de cierres, y mocasines náuticos, se sienta y comienza a narrar el episodio que le cambió la vida para siempre. Hablará todo seguido y se detendrá en ocasiones; cuando se larga a llorar.
"Lo que me pasó -dice de modo pausado y con su mirada fija en la pared- es algo parecido a perder el juicio. Fue un momento del que no tengo recuerdos; segundos que no retengo ni siquiera ahora. Cuando los psiquiatras me preguntan esto les digo: es como si uno va manejando un auto a altísima velocidad y alguien te pregunta que describas lo que ves por la ventanilla. Eso siento yo cuando trato de reconstruir el ataque a mi esposa.
No lo tengo en la memoria; todo mi relato fue hecho a partir de los testigos que me vieron hacer eso", asegura.
Aquella tarde después del ataque, el médico se fue de su casa hasta el hospital Central, allí se inyectó una droga y quedó dormido en una camilla. "Cuando desperté estaba atado a esa camilla; ya habían pasado 17 horas".
"El disparador de mi actitud ni yo lo sé. Días atrás habíamos discutido con mi mujer porque ella le había pegado a uno de los chicos, y el día de la tragedia por unos tatuajes que se había hecho. Pero es algo que ni yo entiendo -repite mientas llora-; me cargué de furia, me sentí como 'en rojo'; nunca me había pasado. Después entendí que era verdad lo que había hecho. Soy una persona que se equivocó y repudio lo que hice. Además siento mucha vergüenza", dice mientras aminora la tensión de su relato.
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En la primera jornada del debate la víctima -enfermera-contó cómo el padre de sus tres hijos tomó un cuchillo y la apuñaló cinco veces. "Todo empezó la noche anterior, cuando le dije que me había hecho un tatuaje de tres pájaros que representan a mis hijos", explicó la enfermera. Ante los jueces, ella negó la versión de su marido en la que el móvil del ataque fue que ella golpeó a uno de sus hijos.
En la segunda jornada del debate declaró el psiquiatra del imputado y aseguró que Fernández "es una persona valiosa". "No es un criminal sino que tuvo una reacción emocional motivada", dijo.
El psiquiatra Juan Carlos Bacha, contratado por la familia de Fernández para que lo asistiera en el penal de Boulogne Sur Mer, dio un diagnóstico opuesto a los peritos del Cuerpo Médico Forense y aseguró que su paciente vivió un "trastorno mental transitorio" al momento de atacar a su pareja.
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Su mujer fue contundente a la hora de acusarlo. A los jueces les dijo que prefería que se quedara en la cárcel y que tendría miedo si llegaba a quedar en libertad, ya que los abogados del médico habían pedido que el caso se encuadrara en "emoción violenta".
De hecho, Fernández no ha vuelto a ver a sus hijos de 15, 12 y 8 años desde la tarde en que ocurrió el ataque. "Esa es otra condena que llevo", asegura.
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"Yo no soy una persona violenta. No lo he sido acá (por el penal), donde sí hay clima de violencia como en toda cárcel; las autoridades pueden decir qué clase de preso soy. No me meto con nadie y además trabajo y estudio". Fernández realiza tareas en la zona de archivo del penal, de ocho de la mañana a dos de la tarde. Tres días a la semana cursa la carrera de Ciencias Políticas: "Estoy a punto de terminar el segundo año", cuenta el hombre que se recibió de médico a los 24 años en la UNCuyo y que una vez que acceda a la libertad tiene pensado irse de la provincia.
"La cárcel es como la calle: uno tiene que saber con quién se junta y por los barrios que anda" (barrios por pabellones, aclara). Actualmente estoy en el pabellón 7, antes estuve en el 15 y en el 5, y jamás tuve inconvenientes". En un apartado, el médico pide agradecer al personal del Sistema Penitenciario: "Todos se han portado muy bien conmigo".
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"La Justicia entendió el hecho pero no los detalles que llevaron al hecho. Si ni siquiera mi esposa pudo decir en el debate qué fue lo que me pasó; o sea que ni ella lo entiende. Además de que no se tuvo en cuenta que no contaba con denuncias por violencia de género; por más que los estudios del Forense indicaran que yo ejercía violencia económica, algo que no es verdad", enumera el médico a la hora de ensayar una crítica al fallo que lo condenó.
En especial, Fernández está en desacuerdo con los resultados de las pericias del Cuerpo Médico Forense que le resultaron altamente negativas. "Me entrevistaron apenas 40 minutos -argumenta- y en el juicio esas pericias tuvieron un peso muy grande".
"Siempre le cuento a mi papá -su padre es una de las pocas visitas que recibe Fernández- que hasta el día en que me muera no voy a entender qué me pasó. Pero sí entiendo la condena. Y ya he comenzado el camino de la resignación: lo que hice fue tremendo".
La sentencia de Fernández ha sido apelada.