La historia de un joven de 26 años que solo quería devolverle a sus padres el esfuerzo invertido en su crianza y educación conmovió en las redes sociales. A través de una carta, Christian Amarilla resumió cada paso que dio y que, finalmente, culminó con su licenciatura en química.
El 20 de mayo pasado, el joven oriundo de Ingeniero White, al sur de Bahía Blanca, decidió compartir sus sensaciones respecto a su reciente éxito académico.
En sus palabras, recopiló decenas de recuerdos que lo llevaron a donde hoy está: sus meriendas regaladas, sus desayunos, sus botines de fútbol para jugar al básquet, su ropa prestada, su viaje de egresados, su piel oscura y el bullying, la hernia y los calambres de su viejo, el manjar de arroz blanco de su madre, la beca, entre otras cuestiones.
Según contó en Infobae, Christian tardó ocho años en cursar la carrera, ya que se dedicó a mucho más que simplemente estudiar. Se involucró en la gestión de la universidad a través del centro de estudiantes, y en causas sociales.
Christian nació en el seno de una familia humilde, compuesta por sus padres y sus cinco hermanos. Se egresó en 2010 del secundario y luego empezó la universidad.
Su madre Marta era desempleada. Cecilio, su padre, trabajaba de sereno cuidando un galpón. Tenía que viajar más de 35 kilómetros en bicicleta para llegar al lugar. Como la plata no alcanzaba, por la tarde se iba a un cementerio a limpiar y a hacer seguridad. Dormía cinco horas al día para poder mantener a su familia.
"Esos primeros años fueron difíciles. Vivíamos el día a día, costaba mucho. Comíamos una sola vez al día y después era alimentarnos con té. Eso duró varios años hasta que mi viejo consiguió trabajo en una cooperativa. Si bien no era mucha plata, pudo descansar un poco", recordó el joven.
Para sus estudios se postuló para recibir una beca que otorga la Fundación Cecilia Grierson y que financia la Compañía Mega. Se presentaron 30 jóvenes y él resultó ser uno de los cinco ganadores de un programa de beneficio estudiantil. Su contrato era duro: debía tener, por ejemplo, el 80% de las materias promocionadas por año.
Al joven le pagaron para que se abocara al estudio en la Universidad Nacional del Sur (pública) y no a trabajos que consuman su productividad.
"Somos todos muy maricones acá. Apenas terminé de dar la tesina me quebré. Mis viejos me pegaron un gran abrazo y lloramos todos. Todavía seguimos conmovidos", contó Christian. Si bien al principio su carta de agradecimiento era privada, luego el escrito llegó al centro de estudiantes y se hizo viral.
La carta completa de Christian:
Soy la bolsa de pan con mermelada que me daban las porteras al terminar la escuela para que me lleve a mi casa.
Soy el club de barrio que me permitió entrenar básquet durante 11 años sin cobrarme cuota social y pagándome el transporte para pueda ir a los partidos. También soy los botines de fútbol 5 que usaba de niño para jugar al básquet por no tener otras zapatillas.
Soy ropa prestada de mis amigos para salir a bailar.
Soy las actividades que hicieron mis compañeros del secundario para pagarme el viaje de egresados.
Soy el bullying que sufrí en a la adolescencia por tener la piel más oscura que el resto.
Soy los 30 kilómetros en bicicleta que hacia mi viejo todos los días para ir a dos trabajos por migajas de pan. Soy el dolor de espalda que hoy siente por las noches por tener que seguir laburando a pesar de su hernia de disco, soy también sus calambres.
Soy los inventos de mi mamá para que un arroz blanco sea el plato más delicioso del mundo. Soy la preocupación de ella cuando de pibe llegaba tarde a casa, y también su ocupación para que yo siga estudiando a medida que fui creciendo.
Soy el hambre que pasaron muchas veces los dos, para que yo y mis hermanos comiéramos la poca comida que había.
Soy la beca que me dio la oportunidad de ir a la Universidad. Soy carpetas prestadas.
Soy el tiempo que me regalaron mis amigos preparándome para que llegue bien a un examen. Soy horas en la sala de lectura.
Soy un machete que hizo que mucha gente me prejuzgue. Soy quienes me buchonearon antes de advertirme que no lo haga.
Soy mis uñas comidas por el miedo y la ansiedad de no llegar a terminar la carrera.
Soy el daño que les provoque a personas que me han querido incondicionalmente.
Para hoy ser "licenciado", primero tuve que ser todas las otras cosas. Por eso hoy disfruto mucho serlo, porque es muy difícil llegar, y porque a mí particularmente me ha costado un montón.
Que venga lo sea, porque estoy preparado.
Christian Amarilla