Sonría, señor maestro, lo estamos filmando

Sonría, señor maestro, lo estamos filmando

Cámaras en las calles y avenidas para controlar excesos de velocidad y malas maniobras. Cámaras en las estaciones de subte para desalentar a rateros. Cámaras en la cabina del maquinista de tren para vigilar que no se quede dormido. “El hombre es bueno, pero si se le pone una cámara, es mejor”, diría hoy Perón.

En efecto, la cámara funciona como un “súper yo” artificial, una instancia moral ortopédica. En la medida en que el contrato social se va borroneando y que la gente tiene menos inhibiciones para transgredir, ese gran ojo externo que nos vigila nos obliga a comportarnos.

Cuando el motorman del Sarmiento olvidó que una lente lo estaba grabando en la cabina, se levantó la remera y se puso a tomar sol. Entonces la sociedad empezó a ver con otros ojos a algunos maquinistas. La imagen, difundida estratégicamente por el Gobierno, mostraba que la parte más débil, el trabajador, a veces también podía ser culpable.

Y llegamos al punto: esta semana Sergio Massa propuso poner cámaras en la paritaria docente. Dijo el diputado del Frente Renovador: “Debe ser televisada para que la gente vea cómo es la discusión”.

-Sonría, señor maestro, lo estamos filmando.

La estrategia de los gobiernos jaqueados por los paros docentes, hoy, es presionar a los maestros volcándoles la opinión pública en contra. Primero, Cristina los fustigó por lo menos dos años distintos desde sus discursos en el Congreso. Ahora, el gobierno de Scioli empezó a exhibir recibos de sueldo para mostrar cuántos cargos tienen algunos y cuánto ganan. Y, por último, Massa fue más allá: pidió televisarlos, para que la gente vea cómo los maestros, que en el inconsciente colectivo son personas nobles y abnegadas que dan la vida por los chicos, supuestamente presionan y extorsionan. ¿Qué significa todo esto?

Que la década ganada te da sorpresas. La nueva “batalla cultural”, además de librarse contra las corporaciones o los monopolios, hoy se extendió a un territorio impensado: el aula. El misil se resume en una frase más o menos así: “Argentinos, ¿ustedes vieron el recibo de sueldo de algunos maestros?”. Los peritos balísticos están anonadados. Parece un misil lanzado por la derecha. Pero viene de un gobierno que se dice de izquierda.

Del otro lado, Roberto Baradel, secretario general de Suteba, respondió a la amenaza del gobierno bonaerense de quitarles la personería gremial con otra explosión: “No les toquen el salario a los docentes, porque vamos a ir a buscarlos a cada lugar de la provincia”. Más trabajo para los peritos: ¿esa frase no es un artefacto explosivo casero, habitualmente usado por barrabravas?

Periodismo en tiempo real: mientras estas líneas están siendo escritas, un ladrillo acaba de volar desde la mano de algún manifestante de un gremio docente, en La Plata, y acaba de impactar sobre la pierna de la ministra de Economía de Scioli, Silvina Batakis, que salía de una reunión donde se negociaban los aumentos salariales.

Algo está cambiando después de 11 años de kirchnerismo: la paritaria, como herramienta de negociación y acuerdo, está empezando a fracasar. Esa aguja que cosía la diferencia entre el salario y la inflación ya no puede suturar un agujero que cada vez se hace más grande. Fracasadas las negociaciones, el gobierno provincial -ya lo hizo el nacional- cerró la paritaria por decreto, o sea, a la fuerza. De la aguja al martillo.

Once años de poder mal administrado derechizan a cualquiera. Basta ver las últimas fotos de la Presidenta con la bota (del ajuste) en la pierna. Metáfora del país que empieza a ser, la izquierda la tiene esguinzada.

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