Sonny Mehta: “La edición no es ciencia, sino cuestión de gusto”

Veterano pope de la edición, lleva casi 30 años en Nueva York al frente del sello Knopf, que este año ha celebrado su centenario.

Sonny Mehta: “La edición no es ciencia, sino cuestión de gusto”

No lo tuvo fácil. Sonny Mehta aterrizó en Nueva York en 1987 para hacerse cargo de Knopf. El sello, que entonces contaba en su catálogo con 18 premios Nobel, había sido fundado en 1915 por el osado Alfred Knopf, que desafió la regla no escrita de la época que indicaba que la edición era un negocio de gentlemans el que las mujeres y los judíos estaban mayormente excluidos.

Al fundador le sucedió Robert Gottlieb, popular y excéntrico a partes iguales, y fue él quien recomendó a Mehta para el puesto, cuando pasó a dirigir la revista The New Yorker. Desde entonces a la lista de premiados por la Academia sueca se han sumado siete nombres como los de Alice Munro, Toni Morrison, Naipaul, o Imre Kertész

Hijo de un diplomático indio, Sonny había encontrado refugio de tanto trasiego de viajes e internados en los libros. Se educó en Cambridge y forjó su reputación al frente de dos sellos de libros de bolsillo (Paladin y Picador) en el Reino Unido, donde dio voz a nuevas voces de la contracultura estadounidense en los agitados sesenta.

Su salto a la casa Knopf pilló a más de uno por sorpresa y los rumores sobre su cese fueron una constante los primeros años. Mehta siempre mantuvo un piso en Londres, ciudad en la que aún pasa unos meses al año. Pero su fórmula -mezclar títulos comerciales con literarios, prestar especial atención al marketing, cuidar al máximo el aspecto de los libros- se impuso, y este veterano pope de la edición ha sobrevivido a fusiones y tsunamis de todo tipo en el negocio. En 2015 Knopf ha cumplido 100 años y Mehta 28 como director.

“Leslie, ¿tienes una copia del libro para poder enseñar lo que hemos hecho en el último siglo?”, Sonny Mehta ha descolgado el teléfono, y termina la conversación con un exabrupto; puede que por su distinguido y titubeante acento británico, pero suena encantador. Su oficina ocupa un vistoso esquinazo en pleno Midtown.

Bajo los ventanales hay estanterías de madera repletas de libros; sobre su mesa, junto al ordenador, papeles además de una bandeja con una notable selección de licores, y bajo el escritorio un cenicero que este irredento (y cortés) fumador sacará. La discreción, aversión a ocupar el primer plano y elegancia del editor jefe de Knopf son legendarios. También es conocida su resistencia a conceder entrevistas.

- ¿Cuál fue su primer best-seller en Knopf?

- No sé si fue el primero, pero publiqué “El amor en los tiempos de cólera”, y fue la primera vez que García Márquez entraba en la lista de libros más vendidos en Estados Unidos. Lo recuerdo porque viajé a La Habana, al festival de cine, acababa de llegar a Nueva York, y fui a conocer a Gabo allí para tratar sobre los planes de publicación.

- ¿Y este año?

- Ha sido un buen año, con Judy Blume, Ann Tyler, Patti Smith. Ha habido mucha poesía, ficción y un sustancial número de libros de ciencia. Publicamos a Toni Morrison y una nueva colección de cuentos de Sandra Cisneros que es una autora importante aquí. Bueno: la típica mezcla de literatura comercial, ficción, lo que ha sido nuestra marca siempre.

- Siempre ha defendido que había que ayudar a los lectores a llegar a los libros a través del marketing y también que había que tener libros comerciales. ¿Qué ha cambiado?

- Creo que esas dos cosas siguen siendo importantes. El marketing es una parte muy importante de las responsabilidades de un editor, y es una obligación para con los escritores cuya obra publicamos. Tenemos que hacer todo lo que podamos para llamar la atención de lectores potenciales. La manera en que hacemos esto ha cambiado, y también la manera en que la gente encuentra libros y compra. Además, hay un formato alternativo a la tapa dura y al libro de bolsillo que es el libro electrónico.

- Cuando llegó, se anunciaba la muerte del papel...

- Yo nunca lo creí. El formato electrónico es una forma alternativa de lectura, adicional. Pero es interesante que una parte sustancial de lectores y compradores habituales de libros prefieren los formatos tradicionales, ya sea bolsillo o tapa dura. Y creo que los editores están respondiendo a esto añadiendo valor a los libros, mejorando aspectos del producto que estaban siendo ignorados.

Se había perdido calidad en el papel que se usaba, ahora ocurre lo contrario. Esto demuestra que hay una resistencia a favor de los formatos tradicionales. Se está invirtiendo más tiempo en pensar en diseño, en portadas, se cuida el libro como objeto.

- ¿También se ha perdido el miedo a publicar novelas francamente largas?

- Siempre ha habido novelas largas. Norman Mailer hace 35 años escribió un libro de ficción situada en el Antiguo Egipto. ¿Era larga? Sí, muy larga.

- ¿Trabaja mucho con los autores o es algo que evita?

- Trabajo con algunos como Michael Ondatje, James Ellroy o Don Winslow, pero no con tantos como solía. Soy un lector compulsivo. No sé que haría si no estuviera leyendo. Es un hábito terrible.

- ¿Ha cambiado su gusto?

- Hay cosas que leo y leído siempre para relajarme, como thrillers y novela policíaca. Sobre todo me gusta la ficción. Compro muchos libros, voy a las librerías, ojeo.

- ¿Qué ha leído últimamente?

- ¿Del mundo exterior? Realmente ahora no tanto, he estado viajando y tenía muchos manuscritos.

- Su carrera despegó con el libro de bolsillo...

- Bueno, empecé trabajando en una pequeña editorial que no hacía bolsillo. Estuve un año y medio. Tuve un maravilloso mentor, como lo llaman ahora; lo poco que sé, lo aprendí de él. Luego arrancó un sello de bolsillo y me preguntaron si quería unirme. Mi generación creció con el bolsillo, yo no sabía quién leía libros de tapa dura porque eran tan caros y todo eso. Estaba muy contento. Publiqué a muchos autores americanos, porque los otros editores pensaban que no había público para esos títulos. Era mediados de los sesenta, la guerra de Vietnam, la contracultura...

- ¿Qué le atrajo de la literatura estadounidense?

- Para mí fue la apertura de un mundo. No era un trabajo. Me costó muchos más años disfrutar de Jane Austen, porque su mundo de modales era tan distinto del mío, yo era indio y no era suficientemente listo... Luego pasé una temporada en la que leía todas sus obras cada año, curiosamente, en Navidad. Ya no.

- Desde el principio defendió la mezcla de títulos literarios con otros más comerciales.

- Sí, eso parece, ha sido una de mis debilidades. Me encanta leer de todo y me encanta editar. Aquí Alfred Knopf publicaba traducciones, premios Nobel y luego a Dashiell Hammett o Raymond Chandler. De todos modos creo que es lo que hacen la mayoría de editores. Ahora hay grandes conglomerados.

- Usted estuvo en primera línea en varias fusiones.

- Sí, siempre me mantuve en el asiento de atrás.

- Parece que las traducciones han tenido un gran impacto en el mercado estadounidense en los últimos años.

- Creo que ahora hay más curiosidad con la escritura y con lo que pasa fuera de Estados Unidos, en general. Pero es algo minoritario, un nicho. Quizá esto sea una generalización boba, porque ¿quién iba a pensar que una novela de misterio sueca iba a tener tanto éxito como lo tuvo Stieg Larsson cuando aquí hay una tradición tan brillante en este género con Ellroy, Michael Connelly o John Grisham?

- ¿Hay alguna característica particular del mundo de la edición en Nueva York?

- No lo sé. Es más grande, supongo, y está centrado en un solo escenario. Aunque ahora han surgido pequeños sellos, otro gran cambio. Mientras los grupos se han hecho más y más grandes estos editores más pequeños están dispuestos a asumir riesgos. Es interesante lo que ha pasado con Knausgard y Ferrante, publicados aquí por pequeños sellos. Es maravilloso que hayan encontrado una manera de editar estos libros con tan buena pinta, tan bonitos. Es un signo de la salud intrínseca de nuestro negocio. ¿No lo cree?

- ¿Aún le sorprende el éxito de algunos títulos libros que han publicado otros?

- Sí, absolutamente. Es alucinante lo poco que sabemos sobre lo que va a vender y lo que no. Esto no es ciencia, es cuestión de gusto.

- ¿Es estúpido tener un lector ideal en mente cuando se edita? ¿Sirven de algo los estudios de mercado?

- No lo creo. Yo espero que mis editores hablen de libros de los que están apasionados. La compra de un libro es solo el principio de un largo proceso y tienes que creer realmente en ello, el compromiso es largo y tiene que haber algo que mantenga tu entusiasmo. A alguna gente los estudios de mercado les funcionan, pero en Knopf no funcionamos así. Nuestro éxito o fracaso depende de los editores.

- La velocidad a la que van las cosas, ¿complica el impacto que pueden tener los libros?

- Parece que ahora el ciclo de vida de un libro es más corto, su vida en las estanterías no es larga. Pero a veces pensamos que estas cosas son nuevas y lo cierto es que siempre han formado parte del negocio. Siempre ha habido libros que te han entusiasmado y para los que no encuentras un público. Por cada libro que funciona hay otro que no funciona, eso siempre ha pasado. Todo lo que puedes hacer es fiarte de tu criterio.

Mientras charlaba Mehta se ha fumado un par de cigarrillos y, educadamente, ha atendido una subasta en la pantalla de su ordenador. ¿Aún le divierten las pujas? “Algunas veces. Especialmente si consigues algo que los demás están locos por tener. Eso es agradable”.

© bajo licencia de Ediciones EL PAÍS, S.L, 2016.

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