Sombras en Brasil

De pronto, una gran sorpresa: grandes manifestaciones de protesta en Brasil. Sorpresa dentro de ese enorme país por la magnitud y extensión de las manifestaciones, que se han replicado en todas las grandes ciudades y se repiten desde hace dos semanas. Sor

Sombras en Brasil

Las características de las manifestaciones tienen semejanzas con otras ocurridas en distintas regiones del mundo. Comienzan como pequeños incidentes que se hacen grandes. A veces los gobiernos reaccionan mal e incentivan la protesta, pero no parece ser el caso de Brasil, aunque sí en la incapacidad de anticiparlas.

Las protestas no tienen líderes ni organizaciones formales visibles pero juegan un papel importante los nuevos medios de comunicación y las redes sociales. En el caso de Brasil se señalan los escasos antecedentes de movilizaciones de este tipo, a diferencia de la Argentina por ejemplo. Por cierto, al igual que lo ocurrido aquí, no resulta sencillo pronosticar el final y los resultados de este proceso.

El detonante fue un aumento del precio del boleto del transporte público en San Pablo, que pasaba de 3 reales a 3,20. Las quejas por la mala calidad del transporte en esa gran urbe, pero también en el resto del país, son generalizadas.

Alguien ha sintetizado la situación diciendo que Brasil tiene un transporte con calidad de tercer mundo y precio del primero; en cuanto a calidad la situación es bastante similar a la de Buenos Aires. En relación al salario mínimo, el costo de los viajes es muy superior al de nuestro país. Los ejemplos se repiten, demoras generalizadas de tres horas para ir y otras tantas para volver del trabajo, viajando hacinados y con largas esperas.

Esta situación que afecta a millones de personas se suma a reclamos por la mala calidad de la educación y de los servicios de salud. Pero también llama la atención una fuerte crítica a la forma que el gobierno asigna el gasto y la inversión pública. Es el caso del cuestionamiento a los gastos que se realizan para organizar el Campeonato Mundial de fútbol el año próximo y las Olimpíadas dos años después. En este punto la crítica parece centrarse en la enorme magnitud del gasto, la corrupción asociada a él y la escasa percepción de los beneficios.

En la corrupción parece estar otro común denominador de la protesta, especialmente en los jóvenes con buena formación educativa que han ocupado una porción importante de las movilizaciones. Estos sectores repudian a una clase política teñida de corrupción desde hace muchos años. La investigación y procesamiento de importantes líderes políticos no parece haber aplacado a la gente.

Por otro lado, la existencia de proyectos de reforma judicial destinados a limitar la acción de fiscales y jueces ha incentivado la reacción de los jóvenes. No han faltado dos componentes de estos movimientos de protesta: la aparición de grupos violentos, provocando severos daños y la represión de una policía militarizada entrenada y habituada a actuar sin mayores miramientos.

Dilma Rousseff reaccionó tratando de entender lo que ocurre y efectuando propuestas en dirección de calmar y satisfacer los reclamos, tanto sobre los servicios públicos, la infraestructura, como con una reforma política que otorgue más participación a los ciudadanos.

Especialmente mayor control sobre el manejo del Estado y sus cuantiosos recursos. El discurso de la Presidenta ha sido componedor, no confrontativo, pero el problema radica en los tiempos que demandará realizar las mejoras en servicios e infraestructura. Un caso poco conocido es que las mejoras en salud no se pueden hacer por falta de médicos; el gobierno ya había anunciado el propósito de contratar 6.000 médicos extranjeros, generando el rechazo de la corporación de médicos locales.

En síntesis, Brasil ha tenido enormes mejoras económicas y sociales, con la incorporación de millones de familias a la clase media, pero no es suficiente. Lo resume bien el ex presidente Cardoso: “Mejoramos en muchas cosas. Queremos más. Es un momento de consolidación”.

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