Algunos van entre semana, cuando hay suficiente espacio para elegir dónde ubicarse y el ambiente es más tranquilo. Otros prefieren ir los sábados, domingos o feriados, porque pueden aprovechar toda la jornada y la gran afluencia de gente favorece nuevas amistades.
Miles de mendocinos se escapan durante el verano al río Mendoza, en el camino a Cacheuta, para disfrutar del aire libre, refrescarse en el agua o tomar algo sentados en reposeras que suelen ubicar en las partes menos profundas del cauce.
Además de las reposeras en el agua, es común ver alguna sombrilla o sombras improvisadas con lonas que se sostienen en los autos. Es que en la playa más extensa del río no hay árboles que protejan del sol abrasador.
Otra constante son las bebidas sumergidas y trabadas entre rocas, para que se conserven frescas y no se las lleve la corriente. Los asados suelen ser tardíos, de esos que empiezan a prepararse después de las 17 o cuando atardece. Antes son más habituales los sándwiches o las picadas.
Pero aunque es una de las salidas más económicas para las familias, parejas o grupos de amigos que buscan asolearse, bañarse y escapar del calor de la ciudad, sólo una bajada desde la ruta 82 sigue siendo pública.
Y si bien ahora está en muy buenas condiciones, ya que ha sido nivelada y las piedras cubiertas con tierra, en ocasiones el descenso y sobre todo posterior ascenso pueden tornarse complicados, al punto que algunos vehículos han tenido que ser arrastrados por camionetas con sogas.
Hay otro camino que conduce a esta playa grande, que pasa por un terreno privado y cobran entrada, y uno más que lleva a un paraje pequeño y familiar, más cerca del control policial de la ruta 82, que también es un acceso privado.
Balneario de río
Sabrina, Érica, Luciana y María Paz son cuatro amigas que suelen ir casi todas las semanas al río con las pequeñas Victoria y Amy. Mientras las niñas se sumergían en un sector no muy profundo, las mujeres estaban sentadas en reposeras ubicadas en el cauce.
“Es gratis y estás al lado del agua”, explicó una de ellas sobre el motivo por el que eligen el lugar. Y otra agregó que tienen “amigos del río” y bromeó que hasta potenciales novios. Aunque disfrutan de las tardes allí, señalaron que ellas mismas han tenido a veces que levantar la basura que otros dejan desparramada.
Dolores Ayora y Raúl Vernengo no son improvisados. Antes de salir, cargaron en su vehículo una mesa plástica, que sostenía una amplia sombrilla (de otro modo es difícil clavarla en el suelo pedregoso), las infaltables reposeras y una canasta con el mate.
La pareja ya lucía bronceada porque empezaron la temporada en octubre e intentan ir un par de veces por semana, después del almuerzo. Además de relajarse con el ruido del agua y refrescarse, contaron que también se divierten viendo los gomones de rafting.
Como el grupo de amigas, indicaron que harían falta tachos de basura porque comentaron que incluso han visto bolsas atadas con los residuos, pero hay muchos que no se la llevan.
Para protegerse del sol, Gabriel Ricciardi y Mauricio Cappello habían ubicado estratégicamente el auto y lo usaban además como respaldo. Los jóvenes, que estaban a punto de compartir una picada, contaron que suelen ir 10 o 12 amigos y que en esas ocasiones no pueden faltar la heladera con cerveza y fernet, ni el asado para la nochecita. Ellos eligen la bajada pública o la privada -ambas conducen a la playa grande- de acuerdo al estado del camino.
Renzo Amicone explicó que le gusta ir al río los domingos porque puede aprovechar todo el día y es cuando más gente va, por lo que es fácil conocer a otras personas. También agregó que prefiere estar ahí que encerrado en su casa con el aire acondicionado.
Su amigo Gonzalo Muñoz estaba acostado en una lona sobre el piso, pero él se disponía a nadar. El joven detalló que en esa parte del cauce no hay piedras, de hecho es donde suelen tirarse al agua quienes hacen rafting, y que sólo es cuestión de dejarse llevar y acercarse después a la orilla.
Pocos servicios
En una de las bajadas privadas, conocida como la de "El Payaso", tienen cinco sanitarios, extintores por si alguien provoca un incendio y un botiquín de emergencia, pero las otras dos carecen de servicios.
Como se trata de un territorio en conflicto de límites entre Luján y Las Heras, cada tanto las comunas organizan operativos de limpieza, pero quienes se encargan del mantenimiento periódico son los que administran los ingresos.
En la playa grande, además, hay un quiosco y puesto de comidas en forma permanente desde el 10 de noviembre. Patricia Páez y Mauricio Rodríguez contaron que empezaron a ir al río a vender hace 10 años, pero ahora decidieron acampar hasta marzo.
Ellos han colocado varios tachos de 200 litros en el entorno y señalaron que dos jóvenes, Luis Sosa y Jonatan Pedernera, los ayudan con la limpieza. Los fines de semana se suman otros tres sitios de venta, para responder a la demanda de las miles de personas que pueden llegar a reunirse.
Los "personajes" que cobran entrada
El Payaso
Desde la ruta los carteles indican simplemente "Al río", pero se la conoce como la bajada del Payaso Yaso. Es que quien sale a recibir a los que llegan es un hombre con una nariz roja que reparte caramelos a cada ocupante del vehículo y a veces algún regalito.
Yaso detalla que hace más de 50 años que la familia tiene ese terreno y 15 que decidieron permitir el paso de visitantes. Pero cuando comenzaron a cobrar entrada, eligió un personaje para que la situación resul{tara más agradable. “El río es la pileta más económica de Mendoza y el agua es limpia”, resalta.
Su esposa, Eugenia, añade que el payaso también invita a que algunos jóvenes le cuenten cosas y a que ellos puedan hacer recomendaciones desde la simpatía.
En ocasiones tienen que pedir a alguien que ha tomado mucho que no salga a la ruta y en los próximos días quieren iniciar una campaña -que se suma la continua de no tirar basura- para que la gente tome conciencia de que no deben romper botellas (hay muchos vidrios en la playa y hasta en el río) ya que ellos mismos son quienes pueden lastimarse.
El Tío Charly Pepe
A metros del control policial de Blanco Encalada está la primera bajada, que puede pasar desapercibida desde la ruta. La playa en este sitio es mucho más chica y el ambiente familiar. El encargado de controlar el acceso y cobrar la entrada por el mantenimiento es el Tío Charly Pepe, quien también intenta preservar este clima tranquilo.
El camino tiene aquí mucha menos pendiente pero Charly ha colocado yuyos secos para que el transitar sea más sencillo. Además, ha decorado el ingreso con unos baldes metálicos de color blanco, con plantas. Sin embargo, el lugar no cuenta con baños.