Más del 80% de la humanidad vive bajo cielos inundados de luz artificial y un tercio de la población mundial no puede ver la Vía Láctea, según un nuevo atlas mundial de la contaminación luminosa.
El mapa publicado en la revista estadounidense Science Advances permitirá estudiar la iluminación artificial como un contaminante con un impacto potencial sobre la salud y la ecología, explica el equipo internacional de investigación que elaboró el estudio.
“Este nuevo atlas provee una documentación esencial del medio ambiente nocturno en momentos en que la tecnología de la lámpara de diodos electroluminosos (led) se impone cada vez más en el mundo”, explica el jefe del equipo, Falbio Falci, investigador del Instituto Italiano de la Tecnología y de la Ciencia de la Contaminación Luminosa. “Los niveles luminosos de la tecnología led y sus colores podrían lamentablemente llevar a una duplicación o a una triplicación de la luminosidad del cielo en las noches”, afirma.
Ya en Europa occidental quedan pocos lugares donde, en la noche, el cielo sigue relativamente poco contaminado por la luz artificial, sobre todo en Escocia, Suecia, en Noruega y en ciertas partes de España y de Austria.
La contaminación de luz artificial no es ya solamente una molestia para los astrónomos, sino que altera profundamente la posibilidad para la gente de observar y admirar la bóveda celeste en la noche. Incluso leves aumentos de la luminosidad durante las noches sin luna afectan esta experiencia, dicen los científicos.
La contaminación luminosa atrae poco la atención y a diferencia de otras contaminaciones, sus niveles no son casi medidos, expresan los investigadores.
Esos mismos investigadores, incluyendo a Falci, crearon en 2001 el primer Atlas mundial de la luz artificial. El atlas muestra que más del 80% del mundo y el 99% en Estados Unidos y en Europa occidental viven bajo cielos contaminados por la luz artificial.
Este mapamundi de la luminosidad del cielo revela que ciertos países experimentan niveles tan altos de contaminación luminosa, como Singapur, que los habitantes no saben realmente lo que es una noche oscura.
En esos lugares, la mayor parte de la población vive bajo cielos tan contaminados de noche que sus ojos no pueden adaptarse completamente a la visión nocturna.
El atlas muestra que los países menos afectados por la luminosidad nocturna son Chad, la República Centroafricana y Madagascar.