Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciéreis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
Juan 8 31-38
Como enseñaba Raymond Aron -el enfant terrible que en los 50 se rebeló ante el dogmatismo ciego de la izquierda-, son los intelectuales los que deben cuidarse de las tentaciones mesiánicas porque "hay una actividad humana que puede ser más importante que la política: la búsqueda de la verdad".
Jorge Sigal, periodista y escritor argentino
En esa inmensa frase del gran intelectual liberal francés Raymond Aron (1905-1983), citada por Sigal, está el debate crucial que vive hoy el país: el conflicto entre la política y la verdad. La grieta vista desde una perspectiva filosófica.
La operación K por la cual se busca lograr la liberación o el indulto de sus acusados de corrupción se basa, conceptualmente, en esa idea de que no existe la verdad porque todo es política. Y si todo es política, no hay culpables.
En este combate cultural, el kirchnerismo está logrando éxitos y derrotas por igual. Acaba de perder con la Corte, pero venía de algunos triunfos. Como el intento de instalar que los que están presos (o procesados) no es porque hayan robado desde la política sino porque son presos políticos (acusados no por robar sino por sus ideas). Luego, para confirmar esa suposición, consigue un juez afín que acusa a los jueces que están juzgando a los procesados, de estar al servicio del macrismo.
Con eso igualan a todos. Entonces nadie es mejor, nadie es peor, por ende nadie puede juzgar a nadie. Si todos actúan siempre con algún interés político, no sólo no existe la verdad sino ni siquiera la posibilidad de encontrarla. Por lo tanto, no hay culpables individuales, sólo hay políticas buenas y políticas malas. Si uno está entre los buenos, hasta se permite hacer el mal para llegar al bien. Si uno está dentro de los malos, hasta lo bueno está mal. ¿Y cómo se sabe donde está el bien o el mal? Cuestión de fe religiosa.
Son concepciones opuestas de la política, una es de ángeles versus demonios librando su combate eterno. Y la otra es la política que busca los consensos o verdades parciales que convivan en un terreno lo más imparcial posible, que de eso se trata la república democrática. Esa que no se siente dueña de la verdad pero que cree en la búsqueda de la verdad, y por eso gesta las mejores condiciones humamente posibles para buscarla.
Vayamos entonces a los hechos. Esta semana, la Corte Suprema de Justicia de la Nación, se metió torpemente en política. Quizá no haya querido jugar ni para uno ni otro lado, pero lo cierto es que se sintió tentada de considerar el juicio oral a Cristina como un hecho de gravedad institucional y entonces creyó equilibrado separarlo de los tiempos electorales. Sólo cuando vio la inmensa reacción en contra, dio marcha atrás. Se había dejado influenciar por los que dicen que no hay verdad, sino solo política. Como Alberto Fernández, el hombre del año.
Primera frase común a superar: Alberto no es Cámpora, aunque cuando le ofrecieron la candidatura debió pensar si no se la ofrecieron para que lo fuera. Cámpora fue toda su vida un sumiso a Perón. Y al final, si el General le hubiera pedido que se alejara de los jóvenes de la izquierda, Cámpora le habría obedecido como siempre. Pero Perón prefirió usarlo como fusible y entonces Cámpora quedó como un rebelde contra el peronismo de derecha, cuando sólo fue empujado, sin quererlo, por circunstancias adversas.
Alberto no es un obsecuente y no piensa ser un fusible de nadie, nunca lo fue. Se alejó de los Kirchner porque pensó que los “dueños” del proyecto eran tres. Él y la pareja K, pero éstos le respondieron que los únicos propietarios eran dos. A partir de allí fue durísimo contra ellos, en particular contra Ella. Y ahora vuelve como el socio pródigo, porque lo necesitan o creen necesitarlo, ya que las circunstancias y su innegable inteligencia lo convirtieron en un tipo clave, al menos para Cristina que está rodeada de una Armada Brancaleone de impresentables. Armada a la que no pertenece Alberto.
Este hombre hoy es dialoguista y jacobino a la vez. Sabe hacer ambas cosas bien. Y muchas más si es necesario porque no es un ideólogo sino un gran operador sin principio alguno que defender. Debido a eso no es de total confianza como podría serlo un fanático. Tampoco es un camporista, aunque es más confiable que cualquier otro probable candidato, en particular Massa, que le puede prometer a Cristina el indulto y luego darse vuelta, o viceversa.
Alberto fue clave en crear la ficción de la otra Cristina, la herbívora que, como Perón, volvía para unir a los argentinos y hacerse perdonar sus pecados. Si le falló su intento es porque, fiel a su genio, Cristina difundió otra ficción, su libro “Sinceramente”, donde se muestra tal cual es, o sea todo lo contrario a como la muestra Alberto. Quien aún así continúa vendiendo la mujer dialoguista que jamás será.
Pero a la vez Alberto hoy es un jacobino dispuesto a aplicar mejor que nadie la teoría K de que todo es política, en particular dentro de la justicia, y amenazar con meter presos a todos los que hoy están metiendo presos a los K. Eso debe haberla impactado muy favorablemente a Cristina. Que siempre suele elegir candidatos por sus afectos, aunque hasta ahora no haya pegado con ninguno. Como cuando eligió a Boudou logrando el peor vicepresidente de toda la historia. O como cuando eligió al peor candidato posible para Buenos Aires, el Aníbal. O cuando a Scioli le puso un vice vigilante como Zannini. O cuando no unió fuerzas con Randazzo, por una soberbia monárquica que ahora parece no haber cometido. Veremos, entonces, como le va.
Lo cierto es que así comotiene en Carlos Beraldi a un gran abogado frente a la justicia, Cristina ha elegido en Alberto Fernández a su gran abogado frente a la política.
Es que hoy, para Cristina, es tan importante el poder como la libertad. Porque sabe, como sólo no saben sus seguidores fanáticos (o no quieren saber) que frente a la contundencia de las evidencias, si pierde el poder va presa. Y si gana deberá cambiar radicalmente la Justicia, porque hoy allí ve a su enemigo más profundo. Es que aún los que no la quieren lastimar saben que la evidencia es demasiado contundente contra ella.
Con respecto a Florencia, su hija, hasta el gobierno mira con cierta complicidad para otro lado, tolerando que se quede en Cuba, porque nadie la quiere presa, pero la evidencia la condena.
Por eso debe cambiar el sistema de justicia mientras que en lo demás puede ser albertofernandista, con los medios, con el FMI, con la oposición, con el peronismo que la critica. Pero a la justicia ni justicia. Ese es el proyecto de la Cristina actual. Puede no ir por todo, pero con la justicia debe ir por todo, no por ideología sino porque no le queda otra. Para eso necesita a los “mempos” y más progres que le den una pátina de izquierda a su intento de aniquilar la justicia como única tabla de salvación personal y familiar.
Alberto es el profeta, entonces, que viene a romper la profecía bíblica de que sólo la verdad os hará libres por la profecía kirchnerista de que sólo la política hará libres a los presos o a los que están por caer. En el resto de las cosas, el hombre intentará dialogar con todos, mientras Cristina lo necesite y se lo permita.