Suben al auto, se sientan atrás y no se abrochan el cinturón de seguridad. Son muchos los que creen que no es necesario porque en los asientos traseros se viaja más protegido, e incluso, piensan que los asientos de adelante los cubren. Nada más lejano a la realidad. En un choque, la fuerza que se genera es tan grande que el cuerpo sale despedido hacia adelante.
Puede chocar con otros ocupantes, contra partes del coche o ser expulsado del vehículo, como le sucedió a María Soledad, la hija del periodista Tití Fernández, que la semana pasada murió en un accidente en Brasil. También no se habría puesto el cinturón el periodista Jorge López, cuando anteayer viajaba en la parte de atrás de un taxi en Brasil y murió tras un choque.
Pero a pesar de que está probado que reduce a la mitad el riesgo de lesiones, el cinturón de seguridad en los asientos traseros casi no se usa. Apenas se lo coloca el 10% de los que viajan en auto en la Ciudad; en el GBA son aún menos y casi inexistente entre los pasajeros de taxis, según observaciones realizadas por la asociación Luchemos por la Vida. A nivel nacional, los datos de la Agencia Nacional de Seguridad Vial indican que lo usa el 29% de los ocupantes de adelante y el 11% de los que van atrás. En el país sólo se requiere apoyacabezas para asientos delanteros, aunque la obligación del uso del cinturón también rige para los de atrás.
"Es preocupante la falta de conciencia acerca de los graves riesgos que se pueden sufrir sin cinturón en un choque en ruta o en la ciudad", afirma María Cristina Isoba, directora de Investigación y Educación de Luchemos por la Vida. "La ley dice que todos los ocupantes de un vehículo deben llevarlo", apunta Isoba. El director del Instituto de Seguridad Vial, Eduardo Bertotti, asegura que es "una conducta típica en Latinoamérica, donde prima la falta de conciencia del riesgo que se corre". Los especialistas explican que colisionar a 50 km/h, equivale a caer de un cuarto piso.
De acuerdo a los datos de Luchemos por la Vida, el 51% de los taxis de la Ciudad no tiene cinturones para alguno o todos los asientos traseros; y el 65% no tiene cabezales de seguridad en los asientos traseros. Además, cada vez menos choferes lo usan: de 2004 a 2014 el porcentaje bajó del 83 al 62. En ese mismo período, bajó del 86% al 69% en autos particulares.