Por Thomas L. Friedman - The New York Times Especial para Los Andes
Desde que el presidente Donald Trump despidió al director del FBI, James Comey, una pregunta se ha repetido una y otra vez: dado que los demócratas carecen de cualquier poder para gobernar, ¿hay algunos buenos hombres y mujeres elegidos en el Partido Republicano que se enfrentarán al presidente por su abuso del poder como hicieron sus predecesores durante Watergate?
Y, con toda seguridad, esta pregunta será más fuerte tomando en cuenta que, en febrero, el ocupante de la Casa Blanca le pidió a Comey que detuviera la investigación del ex asesor en seguridad nacional del presidente.
Sin embargo, ya sabemos la respuesta: no.
Para empezar, el Partido Republicano nunca habría abrazado a alguien como Trump -un hombre indecente con antecedentes de múltiples bancarrotas, cuentas impagas y presuntos acosos sexuales, que miente como respira-, si hubiera alguna posibilidad de que la respuesta pudiera ser alguna vez sí. Prácticamente, se ha silenciado o marginado a todos los hombres y mujeres buenos en la dirigencia de este partido; a los que quedan, o los compraron los lobbystas o han decidido, cínicamente, abordar el “Good Ship Lollipop” (“el buen barco Lollipop”) de Trump para explotar eso en beneficio propio.
Descalificaciones
Estas conductas han tenido sus costos. Trump ha hecho que cada persona en su órbita parezca o una “mentirosa o una tonta”, como lo expresó David Axelrod. Suspendan la búsqueda. No habrá ningún motín en el Partido Republicano, aun si Trump se parece cada vez más al capitán Queeq.
Por eso es que la única pregunta relevante es ésta: ¿hay decenas de millones de hombres y mujeres buenos en Estados Unidos listos para correr a votar como demócratas o independientes en las elecciones legislativas de 2018 y remplazar a la actual mayoría del Partido Republicano en la Cámara de Representantes y, quizá, en el Senado?
Ninguna otra cosa importa; ahora se trata de una cruda contienda por el poder.
Y lo único que admiro de Trump y sus facilitadores es que no tienen miedo de ejercer el poder en bruto, hasta lo disfrutan, en contra de sus oponentes. No tienen miedo de ganar por un margen mínimo y gobernar como si lo hubieran hecho en forma aplastante.
El líder de la mayoría senatorial, Mitch McConnell tuvo el poder para bloquear al ex presidente Barack Obama y evitar que nombrara a un magistrado para la Corte Suprema y no dudó en hacerlo: que se fastidie la Constitución.
El actual mandatario tenía el poder para nombrar a negadores del cambio climático en cargos clave relacionados al ambiente, y lo hizo: que se fastidie la ciencia.
Y Trump tuvo el poder para despedir a Comey, aun cuando ello significó despedir al hombre que lo estaba investigando por una posible relación impropia con Rusia, y el norteamericano hizo justo eso: que se fastidien las apariencias.
Los demócratas y los independientes no deberían engañarse ni distraerse con marchas en Washington, tuits ingeniosos o las sátiras en “Saturday Night Live” (Sábado a la noche en vivo) en las que parodian a Trump. Necesitan poder. Si usted está horrorizado por lo que Trump está haciendo -apoyado por la Cámara de Representantes y los republicanos en el Senado-, entonces necesita salirse de Facebook y provocar a alguien que esté peleando por una banca en el Congreso, como un demócrata o un independiente, registrando a alguien para votar por un demócrata o por un independiente, o recaudando dinero para apoyar a esos candidatos.
No importa ninguna otra cosa.
El grupo moralmente en bancarrota que maneja hoy al Partido Republicano se está saliendo con la suya no porque tenga mejores argumentos -las encuestas de opinión muestran que son mayorías las que no concuerdan con ellos en el asunto de Comey y del clima-, pero, debido a que tienen el poder y no tienen miedo de usarlo, no importa lo que digan las encuestas. Y usarán ese poder para reducir los impuestos de los acaudalados, quitarles a los pobres la atención de la salud y retornar la política climática a la industria de los combustibles fósiles hasta que alguien más controle ese poder, consiguiendo una mayoría en la Cámara de Representantes o en el Senado.
En lo personal, yo no soy exactamente un demócrata a ultranza. Soy más conservador en los temas del libre comercio, los negocios, el emprendimiento y el uso de la fuerza, que muchos candidatos democráticos. Yo creo que el país se beneficiaría teniendo un partido conservador inteligente que ofreciera soluciones de mercado, basadas en los méritos, a nuestros retos más grandes -desde el clima hasta la energía, la educación, los impuestos, la infraestructura-, que también estuviera listo para encontrarse con los demócratas a mitad de camino. Sin embargo, hoy no existe semejante Partido Republicano. El Partido ha perdido su brújula moral.
Un ruso en la Casa Blanca
Sólo hay que pensar en esa fotografía de Trump riendo con el ministro ruso de relaciones exteriores en la Oficina Oval, un ministro que encubrió que Siria utilizó gas venenoso. Se dice que el empresario inmobiliario le dio información delicada sobre el Estado Islámico, y que se negó a permitir que alguien de la prensa estadounidense estuviera en el salón. La fotografía la tomó el fotógrafo oficial de Rusia. ¡En nuestra Casa Blanca! Provoca náuseas. Y el Partido Republicano sigue callado, en gran medida. Si Hillary hubiera hecho eso, habrían cerrado el gobierno.
Por esa razón, para mí, en 2018, el candidato demócrata más de izquierda para la Cámara de Representantes o el Senado es preferible que el más moderado de los republicanos porque ninguno de éstos confrontará al magnate. Y la presidencia de Trump no es sólo una amenaza para mis preferencias políticas, es una amenaza para el estado de derecho, la libertad de expresión, la ética en el gobierno, la integridad de nuestras instituciones, los valores que necesitan nuestros hijos para aprender de su presidente y del papel, de larga data, de Estados Unidos como un líder respetado del mundo libre.
Por esa razón es que sólo hay dos opciones: pollo o pescado; una Cámara de Representantes controlada por los demócratas o un Senado que al menos pueda desalentar a Trump en sus dos últimos años, o cuatro años de un presidente fuera de control. Este Partido Republicano no lo va a someter a un proceso de destitución; olviden esa fantasía.
Entonces, repito: disputen, recauden dinero o registren a alguien para que vote por un demócrata o por un independiente que contiendan para la Cámara de Representantes o el Senado el 6 de noviembre de 2018. Ninguna otra cosa importa.
O pollo o pescado, querida. Sólo hay pollo o pescado.