La actriz, cantante y compositora Soledad Villamil, protagonista de Las grietas de Jara, uno de los estrenos argentinos de esta semana basado en la novela policial homónima de Claudia Piñeiro y dirigido por Nicolás Gil Lavedra, dijo que prefiere desempeñar roles que “no sean unívocamente buenos o malos porque ningún ser humano lo es y siempre eso es más interesante para actuar”.
“Siempre, algo para que sea interesante tiene que tener un nivel de complejidad para mí. Cuando es totalmente chato quizás parezca más fácil, pero no lo es porque el actor encuentra algo sin profundidad y es difícil también. En lo personal me cuesta mantener algo con tan poco sustento”, aseguró Villamil durante una entrevista.
La intérprete, de 48 años, una de las figuras de la ganadora de un Oscar El secreto de sus ojos (de Juan José Campanella) y dueña de un camino musical que reúne cuatro álbumes -el último de ellos Ni antes ni después (2017) con totalidad de canciones propias- subrayó la potencia de los personajes malévolos.
“Por ahí uno como lector dice ‘qué basura’. Pero el actor se frota las manos, porque es un contenido para actuar. Podríamos filosofar un montón acerca de qué es la actuación y por qué uno se dedica a lo que se dedica, pero está bueno contar un cuento y para contarlo se necesita el hada, la bruja, la víctima y todas las fuerzas”, explicó la también protagonista de el mismo amor, la misma lluvia.
Las grietas de Jara cuenta con un elenco que también encabezan Joaquín Furriel, Oscar Martínez, y el español Santiago Segura, y comienza cuando Leonor -el personaje de Sara Sálamo-, se presenta en el estudio de arquitectura Borla y Asociados buscando a Nelson Jara (Martínez). En el momento, Mario Borla (Segura), Marta Hovart (Villamil) y Pablo Simó (Furriel), el arquitecto más antiguo de la constructora, mienten y aseguran no conocerlo.
Pero la verdad comienza a resurgir a través de los recuerdos de Simó, quien fue el encargado de lidiar en el pasado con Nelson Jara, un propietario del edificio lindante a una obra del estudio, damnificado por una grieta en la pared de su living, producto de un error en la construcción. Será esta grieta la que dispare toda la trama hacia lugares impensados llevando al personaje a un replanteo existencial de su vida.
–¿Cómo te metiste dentro de esta película? Algunos actores ya conocían la historia por la novela, otros por el director. ¿Cómo fue en tu caso?
–Llegué por el director. No había leído la novela. Después, cuando me metí en el proyecto, sí. Lo primero que leí fue el guin, antes de la novela.
–¿Cómo es armar un personaje con estos dilemas morales que no sabemos si son muy malos o muy buenos?
–A mí me parece que es de las cosas más interesantes y perturbadoras que tiene la película. Porque detrás de la fachada de un comportamiento muy normal, de buen desempeño profesional y de gente que lleva sus vidas adelante de clase media para arriba, hay una oscuridad latente. Me parece una de las cosas más interesantes del personaje y trabajarlo fue eso, mantener ese hilo y esa ambigüedad que también servía al cuento. Si el espectador rápidamente podía deducir por dónde andaba la oscuridad creo que le quita interés al transcurso de la película.
–Esa ambivalencia que es como una cuerda floja, ¿la fueron construyendo en los ensayos o a veces en el momento de filmar la película?
–Mucho en el momento de filmar, porque si bien había un montón de cosas que estaban pensadas e inclusive escritas, hubo preguntas al momento de filmar. Estaba ese hilo fino todo el tiempo. Creo que Nicolás y los actores teníamos bastante presente la idea de qué íbamos a contar.
–¿Qué sentís que te sale mejor? ¿Una mujer estructurada y organizada o te gusta componer a una desbordada, que tiene las emociones a flor de piel?
–Está bueno que pasen las dos cosas. Lo ideal es que pasen las dos cosas en un mismo relato, si se puede. En esta película pasa que en un momento es toda canchera y organizada, y en otro momento le sale el dragón de adentro o está desesperada. Lo bueno es poder tener las dos tesituras, los dos colores, las dos texturas.
–¿Creés que los personajes de ustedes son un retrato de un sector social o empresarial? ¿O esos chantas son "transversales"?
–Creo que son transversales, pero me parece que el mundo que retrata la película está acertado. En un momento al comienzo, me dice el personaje de Joaquín: “Vamos a seguir haciendo estos edificios de cartón”, como una cosa de fachada, muy de un ámbito donde la cuestión es ganar guita y convencerlos de algo. Entonces, en ese sentido retratar la oscuridad que hay debajo de eso me parece que es un buen ámbito para describir.
–Es una cuestión de mostrar fachadas y mucha gente prefiere comprar un monoambiente chiquito pero en un lugar lujoso...
–Con amenities (risas). El otro día escuchaba a Noam Chomsky y el tipo decía que el capitalismo tiene la virtud de hacerte sentir que necesitás algo que no necesitás. Es así, de repente te vende algo que es obvio que no está bueno porque no tiene materiales y sin embargo estás ciego pensando que sí. Por ahí sale lo mismo que un PH con terraza en otro barrio pero ponés un montón de plata igual. Es el imperio del consumo y estos personajes claramente se sirven de esas fuerzas.