Son las cuatro de la tarde en Avenida de los Incas y Triunvirato, ciudad de Buenos Aires. Allá nadie duerme, dicen: nadie se está despertando de la siesta.
Y Sofía Viola (27), arrinconada contra una farmacia, apretada al celular, ve el ruido pasar: estudiantes, bocinas, vendedores ambulantes, ciclistas, ramos de flores, incluso un amigo; el africano que le vende zapatillas.
Ahí tenés todo para hacer una canción, Sofía. “No, mejor cuando entre al subte, porque ahí hay más zombis”, corrige iluminada entre risas.
Ella, cantautora ecléctica e irreverente de tangos, boleros, cumbias y folclore, se ganó hace media década el apodo de “artista revelación”. Pero no está ni ahí con esas cosas: ella se hizo conocida en el consejo del boca en boca, y se difundió a sí misma a pulso de fibrón sobre CD quemado en casa, porque sus discos “Parmi” (2009), “Munanakunanchej” (2010) y “Júbilo” (2015) fueron pequeñas artesanías.
Ahora viene para juntarse con la movida independiente de Mendoza, y por segunda vez consecutiva. Es que el ciclo Wanaku, sello de gestión colectiva compuesto por cuatro bandas locales, llega mañana a la Biblioteca-Mediateca Manuel Belgrano de Godoy Cruz. Y la zapada promete: especialmente para esa chica que nació en Lanús pero le gusta empaparse de sierras cordobesas y paisajes andinos.
Es que “yo amo mi continente”, nos confiesa a minutos de tomar el subte hacia su clase de cueca chilena. Mientras, el trajín furioso desentona con ella. Y detona en sus canciones más populares, como “Caca en la cabeza” o esa tierna súplica de chica urbana: “No me des merca, amor, no me des merca”.
Acompañada solo por su guitarra y el charangón (sin su formación estable, el Combo Ají), viene con una lista abierta, que recibirá lo que le pidan: “Han sido meses muy prolíficos y han salido muchas canciones”, dice, “y tengo muchas ganas de cantar, porque aparte vengo desde hace algunas semanas sin dar presentaciones en vivo, entonces también me acumula ganas eso de ir y explotar con ustedes”.
Así se prepara para adelantar canciones de su nuevo disco, al que le faltan solo “algunas sesiones” y que se dilató por buenos motivos: que los viajes, las giras y tantos proyectos a la par han estirado el asunto, nos dice, pero le mete pata. Se llamará “La Huella”.
-Vos sos re-prolífica, ¿cómo es tu ritmo de trabajo?
-Pues va al ritmo de la vida. Según qué me esté pasando por afuera, la cosa va surgiendo. Hay etapas de mucha intensidad, y cuando toca la hora de digerir salen las canciones. También cuando uno toca ciertas profundidades de la existencia y empiezan a aparecer nuevos pensamientos y te caen fichas.
Hija de una bailarina chilena y de un trompetista, hace gran honor a la ascendencia: se tatuó a los 17 años un pajarito con la frase “Arriba quemando el sol”; después, sumó a la piel de un brazo una trompeta grande, de cuya campana sale un arcoiris largo. Hoy, incluso, tiene un proyecto trasandino (Ikanusi, con las chilenas Carmen Gloria Lienqueo, y Camila Vaccaro). Pero ahora su territorio es Buenos Aires.
-Sos muy de captar esos flashazos urbanos y componer...
-Sí, de una. Me hace re-bien estar en Buenos Aires, además de que me hace mal (ríe).
-¿Y esa contradicción?
-Me hace mal porque es una ciudad muy caótica, hay mucha gente y mucha energía. De repente es que hay mucho-mucho-mucho de todo, y la gente no es “amable”, digamos, como en otras provincias. De repente decís ¡Hola, buen día! y nadie te contesta. Uno está alejado de todo y todos miran el teléfono... Mucho individualismo, también. Y por otro lado me sucede algo de poesía, porque acá está todo concentrado.
-¿Dónde buscás la inspiración?
-A nivel país, todo lo que estamos viviendo, acá se ve mejor que en cualquier otra parte. O sea, acá duerme mucha gente en la calle, acá hay un montón de gente sin trabajo, es como que todos estuvieran acá. Se vive más denso en las grandes ciudades el asunto de la escasez. Y encima, no tengo ni un laguito para ir a tomar mate y pensar, acá es ruido-ruido-ruido.
-¿Y lo positivo qué sería?
-A la vez, todo lo malo da algo bueno, y hace que yo observe y me anime a describir lo que veo.
-¿Se ha hecho música todo eso?
-Las últimas composiciones son improvisaciones. Ahora estoy jugando al hip-hop, al rap, es algo en lo que siempre jugué...
-Decís "jugué", y no es una casualidad: vos sos lúdica, vas y venís, no te ponés límites...
-Sí, es así. Me encanta jugar. Es que la música es el lugar más libre que puedo habitar, porque uno está muy condicionado en la sociedad, y de repente la música es la desconexión con todo eso. Y a la vez es una conexión, es el puente entre lo divino o lo banal, algo que te lleva a un lugar más inocente.
-¿Por qué lo decís?
-En la improvisación, por ejemplo: me salen letras y de repente me encuentro con un montón de monstruos míos y a la vez con un montón de lugares bellos, como poder arrancar una canción con toda la rabia, la ira, con todo el dolor de mi pueblo, y de repente también poder rescatar la imagen de un simple pajarito.
-Acá te conocemos más por tus primeros trabajos, de todas formas.
-Sigo introducida en el mundo del bolero, del folclore... eso no lo podría dejar. Mi idea es poder incorporar nuevas herramientas de a poquito, porque yo también soy muy analógica, me encanta la guitarra criolla, la guitarra de palo, tocar con eso me alcanza. Pero por otro lado, también me interesa tener una computadora, una placa, conseguir un micrófono: es usar las herramientas de hoy mezcladas con lo cotidiano.
-Imagino que también tocar con Combo Ají, entrar en esa sinergia con otros en el escenario, también te habrá transformado.
-Sí, eso es algo que va a estar en constante maduración, porque va cambiando también la música. Ahora cambiamos el repertorio y vamos a hacer acústicos, cantar valses, boleros y tangos. Es que Combo Ají se me iba hacia el rock, y como que la realidad está muy heavy metal ya, por eso me parece que está bueno ir también para el otro lado (ríe).
-Si te pidiese que me definss cuál es tu ADN musical, entre tantos géneros que cantás, ¿qué dirías?
-El folclore, creo. Y Latinoamérica: toda la música que escucho, toda la música que canto, está influenciada en un 80% por el folclore latinoamericano, desde Argentina a México. Cada vez me encuentro con más música de nuestro continente y no puedo creer, estoy maravillada por la cantidad de material que hay para estudiar y trabajar.
Wanaku: una poderosa hermandad
El sello Wanaku es de gestión colectiva, y reúne desde 2013 a grupos de la provincia como Igualitos, Vamo’Armando, Leones y Galaxias, y Un Chabón. La autogestión es la clave, y cuenta también con un equipo de producción donde tienen representación todas las bandas nombradas.
El objetivo principal es tejer lazos de trabajo y cooperación entre distintas escenas de la música emergente de Argentina y Chile.
Este ciclo, que tuvo su primera edición en agosto del año pasado en el Espacio Cultural Julio Le Parc, surge para generar un espacio de intercambio musical y de rentabilidad: “Wanaku desafía al mercado que predica la competencia como forma esencial de existir, promueve una forma de trabajo situada en el contexto mendocino, apoyado en las redes de cooperación y de confianza”, se define.
El sábado que viene, en la próxima fecha del ciclo, Igualitos presentará en público un nuevo videoclip. “Zamba para el sol” fue grabado y filmado por la propia Sandra Mihanovich y el dúo Orozco-Barrientos. Cierra la fecha Lucas ‘Oveja’ Espina (Bs. As.) con su proyecto solista: un sound system para disfrutar y prenderse en el viaje del reggae.
La ficha
Ciclo Wanaku 2° Edición
Sofía Viola + Un Chabón y Los Intérpretes Desconocidos
Fecha y hora: domingo 6, a las 21.
Lugar: Auditorio de la Biblioteca Mediateca Manuel Belgrano (Tomba 54, Godoy Cruz).
Entradas: $100 (anticipadas en SAFE, Salta 1527).
Próximas fechas
12 de agosto: Igualitos + Espina - Sound System (Buenos Aires).
2 de setiembre: Leones y Galaxias + Francisca Figueroa.
17 de setiembre: Bife (Buenos Aires) + Las Ex.