Dos especies presentes en nuestro país han llamado la atención de los científicos a nivel mundial: el ratón andino (Abrothrix andina) y el ratón orejudo (Phyllotis vaccarum). Estos mamíferos son muy pequeños. El peso promedio de los individuos adultos es de 22 y 55 gramos, respectivamente.
No obstante, son capaces de afrontar las temperaturas bajo cero, el fuerte viento y la casi total ausencia de alimento de las cumbres montañosas. Ambas especies, comunes entre la fauna mendocina, se encuentran entre los mamíferos con mayor distribución altitudinal en todo el mundo. En algunas porciones de la Puna, en el límite Argentina-Chile, el ratón andino ha sido observado en sitios por encima de los 4.600 m; mientras que, el ratón orejudo, ha sido recientemente registrado en altitudes extremas de más de 6.700 m sobre el nivel del mar. El hallazgo de ejemplares de ratón orejudo a tal altitud deriva tanto de la observación de animales vivos como de la presencia de especímenes preservados por momificación natural, una situación favorecida por las condiciones de temperatura y oxígeno extremadamente bajas a tales elevaciones (https://www.nature.com/articles/d41586-023-03282-1). Esto representa un récord absoluto y posiciona a la especie como el vertebrado que vive a mayor altura del planeta. Tales observaciones sobrepasan los registros previos en el Himalaya y otras cadenas montañosas y desafían lo que creíamos saber sobre la capacidad de supervivencia de los organismos. Por ejemplo, el límite de la vegetación suele estar cientos (incluso miles) de metros por debajo de algunas áreas donde se encuentra el ratón orejudo. Frente a esto, el eco de sorpresa de la comunidad académica se pudo oír al unísono: ¿¡de qué se alimentan estos animales!?
En el Instituto Argentino de Investigaciones de Zonas Áridas (Iadiza-Conicet) de la provincia de Mendoza, muchos científicos y científicas buscan comprender cómo estas especies son capaces de sobrevivir en condiciones tan extremas. Una de las principales razones de su éxito, es que estos pequeños animales son extraordinariamente flexibles. Por ejemplo, suelen ser típicamente nocturnos en zonas bajas, pero conforme aumenta la altitud se vuelven activos durante el día y ocupan refugios térmicos durante la noche para evitar el congelamiento. Con respecto a su fuente de alimentación, aún es un misterio. Los especialistas manejan dos posibles explicaciones. La primera, que ciertos fragmentos de plantas, pequeños insectos y otros recursos tróficos lleguen a la cima de las montañas transportados por el viento. La segunda posibilidad, es que los animales sobrevivan gracias a la actividad de las fumarolas volcánicas. La salida de vapor de agua y gases calientes de la corteza terrestre podría dar lugar a temperaturas ambientales relativamente templadas en las zonas circundantes, propiciando el desarrollo de una pequeña comunidad de líquenes, musgos y pequeños artrópodos de la que los animales podrían obtener alimento. En cualquier caso, es esperable que los individuos de estos sitios adicionalmente presenten un tracto digestivo especializado que facilite la extracción de nutrientes y energía de una fuente de alimento considerablemente escasa.
La temperatura y la disponibilidad de alimento, ambos factores de por sí sumamente limitantes en estos entornos, se vuelven aún más severos durante los meses de invierno. Este escenario desconcierta e intriga a los especialistas y plantea nuevas preguntas que requieren ser resueltas: ¿persisten las animales in situ durante todo el año? ¿Existen migraciones a zonas más bajas durante el invierno? ¿Por qué es favorable para estos animales vivir a tan alta altitud pudiendo habitar a menores elevaciones?
Estas dos pequeñas especies presentes en nuestro territorio son de alto valor para la investigación científica. Avanzar en la comprensión de sus límites de distribución altitudinal y conocer los mecanismos que les permiten persistir en estos ambientes hostiles es de gran importancia para toda la comunidad, ya que permitirá dilucidar los factores subyacentes al éxito biológico de los pequeños vertebrados en climas extremos.
*El autor es licenciado en Biología de la Universidad Nacional de La Plata. Dr. en Ciencias Biológicas de la UNCuyo. Es además becario posdoctoral de Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), Iadiza (Instituto Argentino de Investigaciones de Zonas Áridas).
Producción y edición: Miguel Títiro - mtitiro@losandes.com.ar
Bibliografía:
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