Puede parecer extraño, pero en el mundo de la vendimia existen “duendes”. Al menos así lo asegura, con su enorme pasión por el trabajo, el diseñador y director de vestuario de la Fiesta de la Vendimia, Marcelo Mengarelli.
“Sí, estoy convencido de que existen duendes que nos ayudan a que el día de la celebración todo sea una verdadera fiesta. Es gente apasionada, enamorada de los orígenes mendocinos”, cuenta, para enumerar –y agradecer– a costureras, asistentes, planchadores, lavanderos, supervisores…
Con todos ellos, un gran equipo de profesionales, se comparen nervios y expectativas. Y se cristaliza, año tras año, el máximo sueño, los artistas en escena y un vestuario impecable.
Lucía Rosales, “Lucy”, tiene 61 años y desde muy pequeña se sintió atraída por los clásicos eventos vendimiales. Bailó folclore y disfrutó a pleno de cada celebración.
“De a poco, ni siquiera sé de qué manera, me fui involucrando a través de la costura. La primera experiencia fue con la máquina y luego pasé al salón de corte”, relata.
Lucy cumple una labor no menor: debe replicar en moldes perfectos todo aquello que el diseñador le pide y que previamente dibujó en sus bocetos.
“Es un trabajo en el que todos nos complementamos: se diseña, dibuja, moldea y se corta para que, luego, las telas pasen al salón de las costureras”, cuenta.
Claro que para llegar a este presente de tanta experiencia, corrió mucha agua debajo del puente. “Trabajé años en distintos talleres de Mendoza y hoy cumplo el sueño de trabajar para la Fiesta de la Vendimia, algo tan arraigado para todos los mendocinos”, reflexiona.
Los momentos que se viven en medio del proceso son de muchísima expectativa y, por supuesto, nervios. En el salón donde Lucy trabaja a contrareloj, no hay tiempo que perder.
Es el propio Mengarelli quien se refiere, precisamente, a la importancia de contar con el tiempo suficiente para crear y confeccionar. “Este año, debido al contexto de pandemia, empezamos el 5 de enero. Pero, a decir verdad, en todas las grandes fiestas de similares características del mundo se debe iniciar la labor al menos un año antes”, compara.
Sin dudas, acota Lucy, existen momentos únicos y que brindan un orgullo inmensurable. Un gran honor. “Es cuando está casi todo listo y compartimos los ensayos generales. Allí es donde realmente se ve materializado nuestro trabajo. Todo nuestro equipo lo vive intensamente porque estamos involucrados con nuestro trabajo y, sobre todo, amamos lo que hacemos”, dice.
Marcelo vuelve a la carga: “La responsabilidad en mi caso es enorme porque me siento, ni más ni menos, que la cara visible de la fiesta”. “Creo que si la cámara no toma a las personas de cerca no se individualiza a las personas y, sin embargo, sí aparecen los colores y el vestuario”, diferencia.
Su madre le inculcó la Vendimia desde siempre y hoy este diseñador de gran trayectoria siente que llegó a lo más alto. “Me siento un privilegiado porque me apasiona mi trabajo y lo disfruto, aunque esto no significa que los nervios a veces no me traicionen. Insisto, se debe comenzar a trabajar un año antes porque tenemos muchísimas prendas para confeccionar, remodelar y arreglar”, completa.
En esta edición, según dice, fueron alrededor de 7.300 prendas entre nuevas y patrimoniales, es decir, las que alguna vez han pisado el escenario aunque deben ser modificadas de acuerdo al enfoque de cada fiesta.
“Ninguna es igual a otra. Hay que cambiarles el color, las formas. Cada prenda se trabaja con dedicación y exclusividad”, señala. El hecho de trabajar a contrarreloj también implica un verdadero desafío.
“Estaré recibiendo vestuario apenas horas antes de la presentación. Insisto, si no fuera por los duendes, nada de todo lo que hacemos tendría sentido”, concluye, para finalizar: “La vuelta a la presencialidad llama a la comunión entre Vendimia y público y hemos hecho todo lo humanamente posible para que la estética sea agradable, perfecta”.
“Es muy lindo sentir que el trabajo es valorado”
Hace nueve años que Natalia Bértola comenzó a trabajar para la Fiesta de la Vendimia, siempre con su hermana y su mamá. Comenzó en las ediciones departamentales, aunque su trabajo es tan riguroso y perfecto que las tres pasaron a lucir sus costuras en la edición central.
Mamá de Emilia y Valentina, lo que más disfruta es la adrenalina y la superación personal. Sabe que su trabajo es eficiente y se siente valorada. “Pero todos los años digo basta. No quiero restarles tiempo a mis hijas. Sin embargo, en octubre vuelven a llamarme y acepto nuevamente”, confiesa, mientras se ríe.
La adrenalina y el trabajo contrarreloj es o que más sufre y a la vez disfruta. “Trabajo con la máquina Overlock. En el ruedo se denomina ser overlockista”, detalla. Fue en 2018 cuando a vestuarista Andrea Cardozo la convocó.
“Me pongo a prueba sola, es una carrera contra mí misma”, finaliza, y agrega: “Nunca he presenciado una fiesta central, aunque sí la departamental. Y la noche de la gran fiesta nos sentamos a cenar con mi familia y todos disfrutamos de esa fiesta”.
“Me gratifica contarles a mis niñas todo lo que las costureras hacemos. Siempre les digo que si la fiesta se ve así de linda es gracias al vestuario que hacemos. Quiero que crezcan sabiendo la importancia que tiene el hecho de ser valorada”, finaliza.