Esta Fiesta Nacional de la Vendimia 2022 pasará a la historia, seguramente, por varios aspectos. En especial, por haber sido concebida, producida y ensayada en un contexto de pandemia, y con un tiempo mucho más acotado que en otros años para llevar a cabo uno de los momentos más complejos: el espectáculo principal.
Aquí nos detendremos en el hecho artístico, en su proceso de creación y en el despliegue espectacular que cada año –excepto el 2021 que no tuvo fiesta debido al coronavirus- se vive en el teatro griego Frank Romero Day. Y que esta vez fue especial, desde su montaje técnico y escenográfico hasta los ensayos en burbujas y un equipo artístico con doble dirección.
Al frente de Milagro para el vino nuevo, con libreto de Artístides Vargas, están dos figuras que representan a dos generaciones diferentes del arte escénico local: Vilma Rúpolo, quien con esta cumple su séptima fiesta nacional y se acomoda en el segundo lugar de quienes más han dirigido vendimias (el primero lo ocupa Pedro Marabini), y Federico Ortega Oliveras, quien hace su gran debut como director general de una vendimia nacional.
-¿Cómo es compartir una dirección de este espectáculo?
Vilma Rúpolo:- Siempre fue un desafío gigante llevar adelante la fiesta siendo mujer. Mi primera Vendimia Nacional fue en 2001 y desde ese momento hasta acá digo, con orgullo, que ha sido un trabajo revolucionario de la mujer. Además me encanta compartir esta tarea, ha sido dulce compartirla con Federico; él, como muchos jóvenes, serán las bellezas del futuro para nuestra fiesta. Siempre se aprende y se desprende. Hace mucho tiempo viajaba sola, cuando era muy chiquita y arriesgada. Después le encontré el gusto a viajar con otras personas. Lo mismo me pasó con las vendimias. En el 2002 viajé con Walter Neira en la “Vendimia paralela”, después con Pedro Marabini, Héctor Moreno, Francisco Molina, Claudio Martínez… a él quiero hacerle un homenaje, a este compañero inmensamente amable con quien estábamos trabajando juntos en un proyecto en Chile. Y en este viaje artístico también estoy compartiendo con mis hijos, Mariano en la producción y Laura como bailarina.
Federico Ortega Oliveras:- En esa idea de mirar asombrado que nos aporta el teatro griego en toda su inmensidad, está la enseñanza de la mirada del otro. Esta dirección compartida nos deja eso. Es para mí una fortuna muy grande mirar junto a Vilma, que me enseña a ver y acepta mis miradas que son distintas a las de ella.
-¿Cómo vivió internamente cada uno el proceso de creación?
V. R:- Es difícil compartir una dirección, pero me encanta el detallismo y lo complejo. Buscar detalles y complejidad en el bordado de una fiesta, y hacerlo de a dos, es un hermoso camino, más enriquecedor. Hacer que la idea avance en equipo es difícil porque es la idea del futuro. Pero es la que vale la pena, ¿no?
F. O. O:- Esta primera Vendimia Nacional la vivo con muchas expectativas, con mucha emoción, y cuento con los mejores ingredientes para disfrutarla, para aprender. Estamos en una época muy especial, en la que nos ha tocado encontrarnos nuevamente después de un tiempo en el que aprendimos a revalorar el encuentro y los espacios compartidos, donde podemos respirar con otro. El teatro griego nos permite respirar el mismo aire, compartiendo nuestros paisajes, nuestros aromas, que tienen que ver con el vino. Por eso el encuentro es celebrar esa bebida que nace del trabajo, del esfuerzo, de la dedicación de mujeres y hombres de esta tierra que fueron poblándola desde aquellos orígenes casi remotos.
-¿Cuál es el mensaje de este Milagro del vino nuevo?
V. R:- Es el reencuentro del arte, de la comunidad con sus artistas, haber seguido adelante, queriendo continuar con el hecho artístico y lograrlo. El ritual una vez más se celebra en nuestro teatro sagrado, el Frank Romero Day. Ahora estamos bordando para dejar lo más prolijo posible el espectáculo. Quisiéramos tener un mes más para seguir bordando… (risas). La pandemia nos sacudió. Persistir es el más grande signo vital humano.
F. O. O:- Esta fiesta retrata cómo desde la fuerza de la naturaleza podemos contar la historia de esta tierra, con toda su aridez, su dificultad climática que nos fue haciendo comunidad; desde el origen, desde los volcanes, desde el primer sonido que en este caso nos parece muy significativo y por eso lo estamos cuidando mucho a través de un sonido inmersivo y muy depurado que tendrá la fiesta, y que con Mario Galván y Pablo Budini al frente aporta una sensibilidad muy necesaria para la espectacularidad que esperamos de una vendimia. Es revalorizar esa musicalidad propia de nuestra tierra, que tiene que ver con la tonada y su intimidad.
-¿Hay algo para inventar desde lo espectacular?
F. O. O:- Un evento como la Vendimia pareciera ser ya conocido y sin embargo es una alegría poder desarrollar el reencuentro con eso conocido que uno siempre vuelve a buscar para encontrarse y mirar y mirarse; esto significan para mí las celebraciones. Esta fiesta dejará como regalo ese acto de mirar asombrado, como si fuese la primera vez, mirar lo mágico y cómo esa magia en esta tierra tiene que ver con el trabajo y la fe de saber que lo árido será motivo del esfuerzo para transformar la tierra en vino. A partir de las fuerzas de la naturaleza se irá contando, a través de un poema dramático y con la intención de que cada escena sea poesía, simpleza y emotividad, este ritual en el cual veremos cada una de las tradiciones y de las escenas típicas de una vendimia. Se revaloriza mucho la naturaleza, el agua y la poesía.
-¿Cuál valor agregado te da, Federico, venir de una cuna de titiriteros (es hijo de Luciano Ortega y Pelusa Oliveras)?
F. O. O:- Ser hijo de titiriteros me ha dado una visión sobre los espectáculos que agradezco mucho, porque siento que los títeres al teatro son como la poesía a la literatura. Hay algo de síntesis en el lenguaje del títere, lúdico y esencial, en el cual el teatro está en su faceta más pura de convención y de metáfora. Si la Vendimia puede llegar a esa síntesis, está muy cerca de emocionar porque todos los ingredientes con los que cuenta en ese espacio y esa magnitud parecerían muy opuestos a esa simpleza. La poesía de Arístides, en este caso, me ha hecho conectar con ese mundo del títere, de la visual y el juego de tamaños cuando son pensados como un retablo. Hay muchas técnicas de la manipulación de objetos, de la relación con la pantalla y la utilería que viene de la esencia titiritera, a través de una estética vendimial muy pintoresca y tierna.