Desde el 8 de abril de 2017, cuando Tamara tenía apenas 2 años y 3 meses, sus padres Jessie Manivong y Julio Bardazza anhelaban escuchar las campanadas más importantes de su vida. Y esas campanadas llegaron el 8 de abril de este año, en el Hospital Notti y cuando se cumplieron exactamente los 5 años desde el momento en que a Tami le diagnosticaron leucemia. Oficialmente, el viernes 8 de abril pasado, Tamara Manivong Bardazza (7) recibió el alta después de completar el tratamiento contra una leucemia que le diagnosticaron cuando era apenas una bebé.
En el medio, la historia de Tamara y su familia se convirtió en la historia de cientos de mendocinos que, cada uno con lo suyo y como pudieron, aportaron dinero, material de construcción, mano de obra y hasta mercadería para que la familia pudiera salir adelante. Y, principalmente, para que Tami, sus padres y sus dos hermanos (Máximo y Dafne) pudieran mudarse de la precaria casa de tierra y barro en la que vivían y pudieran levantar de cero su actual casa, aquella que le permitió a la pequeña mantenerse en un ambiente más amigable para su delicada situación. Y es que los propios médicos le habían dicho al comienzo del tratamiento a Julio y a Jessie que necesitaban resguardar a Tamara “como si estuviera en una caja de cristal”. Pero la antigua piecita en la que vivían los 5 hasta agosto de 2018 no solamente que no cumplía con ese requisito indispensable para el cuidado de la salud de Tami, sino que ni siquiera cumplía con las condiciones mínimas de dignidad.
“¡Ya vencí al cáncer! ¡¡Esperé tanto tiempo, tanto para que me den el alta!!”, resumió Tamara con su verborragia y su simpatía características al momento de decir sus palabras antes de hacer sonar las campanas el 8 de abril pasado. Cada vez que un niño recibe el alta tras superar el cáncer, se celebra con un toque de campana en el sector oncológico del Hospital Notti y mientras es aplaudido y celebrado por los demás.
“Las notas anteriores tuvieron que ver con el pedido de la ayuda que necesitábamos, principalmente para que la Tamarita pudiera estar bien y como le habían recomendado los médicos. Eran destinadas a gente que pudiera donar materiales de construcción, mercadería o lo que tuvieran. Por eso mismo es que queremos que esta nota sea la del final feliz, una nota en la que queremos aprovechar para agradecer a la gente que ayudó, que siguió cada uno de los pasitos de la Tami, a todos los que estuvieron, al Hospital Notti, sus médicos y enfermeros. Y a Mercedes Carrión y la Asociación Traspasar. Hubo gente que ayudó desde con un paquete de fideos, y todos ellos fueron el pilar para que la Tamara pudiera tocar la campana”, describe Jessie, emocionada, a 20 días de que su hija recibiera el alta definitiva. “Para ellos fue dedicado el sonar de esa campana. Y, aunque quizás no lo hicieron físicamente, sabemos que toda esa gente estuvo en ese momento acompañándonos de alguna u otra manera”, acota.
Mientras sus padres repasan emocionados ese instante, Tamara juega con su gato Apacho (el predilecto de los 3 que conviven con la familia) y le pide a su hermana, Dafne, que se ponga las zapatillas para ir a jugar un ratito a la pelota en la vereda de su casa de Las Heras. Esa misma vivienda que levantó Julio durante la primera mitad de 2018, en el terreno que una vecina les donó y con los materiales que consiguieron gracias a la donación de varios mendocinos y varias mendocinas. “Estaba ansiosa por tocar la campana, ya había visto que otros chicos lo hacían. Y yo contaba los días pensando en cuándo me iba a tocar a mí”, agrega la niña con una sonrisa.
Volver a empezar
A fines de 2017, Jessie, Julio y una Tami que todavía no cumplía ni 3 años conmovieron con su historia a una gran cantidad de mendocinos y mendocinas. A la niña, quien en diciembre ya estaba en pleno tratamiento de quimioterapia y con muy poquito cabello en su cabecita, le habían diagnosticado leucemia el 8 de abril de ese año y el mundo para esa familia se había venido abajo. Por ese entonces, Julio se dedicaba a fabricar concertinas y cercos de seguridad y ese era el único ingreso de la familia, situación a la que se sumaba la poca demanda de trabajo. El panorama era verdaderamente desolador.
“Vivíamos en una habitación que estaba en la parte de atrás del patio de la casa de mi viejo, los 5 en una sola habitación y con piso de tierra y paredes de barro y adobe. Cuando llovía, se embarraba todo. Y los médicos nos habían dicho que Tamara no podía seguir viviendo así, que no era recomendable para su situación”, rememora Julio haciendo un repaso del inicio de toda la historia.
Luego de que la familia contara a Los Andes su difícil pasar, y como si se tratara de un efecto dominó o una de esas cadenas de favores que suelen conmover –y mucho-, la ayuda comenzó a llegar poco a poco para Tami. “Nos empezó a contactar gente que quería conocer de cerca la realidad de Tamara. Y fue apareciendo la ayuda. Toda la casa se levantó con ayuda de la gente, el material, el piso y hasta la conexión del agua y el telgopor. Incluso, mucha gente de la que ayudó siguió en contacto durante mucho tiempo con nosotros para preguntar cómo estaba Tamara”, cuenta la madre de la pequeña. Mientras tanto, Tami le recuerda a su padre que debe memorizar una frase relacionada al “salario digno” para el acto que este viernes se celebrará en la escuela y en las previa al Día del Trabajador.
La comunidad conoció la dura historia de Tamara el 29 de diciembre de 2017 y en las horas y días posteriores, como si se tratara de un Milagro de Navidad tardío, aparecieron los primeros llamados y las primeras manos solidarias que se ofrecieron a ayudar. Así fue como construyeron los cimientos de la casa en calle Corrientes (de Las Heras) y como, paso a paso, la vivienda digna de Tamara y su familia fue tomando forma. Fue el propio Julio Bardazza, papá de Tami, quien se encargó de la mayoría de la construcción de la casa. “En estos 5 años aprendimos a valorar la vida, a entender la importancia de ser humildes. Y si para comer tenemos un guiso de arroz o un puñado de carne molida para unas albóndigas, es más que suficiente para agradecer”, piensa en voz alta el papá de Tami.
En agosto de 2018 la nueva casa familiar estuvo terminada y en ese momento se instalaron todos en el lugar. En ese momento, con las paredes impecables y a estrenar, lo que más sobresalía en ellas era un dibujo que había hecho Tami con fibras y lapiceras. “Después de todo, es la casa de ella, así que está perfecto si quiere dibujar”, contaron en aquel momento –sonrientes- sus padres-. Casi 4 años después de ese momento, en las paredes de la casa los dibujos de Tamara Manivong Bardazza se multiplicaron y sobresalen en una gran cantidad, como si se tratara de pinturas rupestres o del trabajo de uno de esos afamados muralistas urbanos. “Me dijeron que espere que se le pase lo de dibujar en las paredes antes de pintar, y eso estoy haciendo”, acota su padre en la actualidad, a más de 1.200 días de aquellos primeros “trazos de autora” que decoraron -y decoran- las paredes de la casa.
Tarda en llegar y, al final, hay recompensa
Aunque era apenas una niña cuando le diagnosticaron leucemia, Tami recuerda prácticamente todo lo que vivió en estos duros 5 años. En su idioma, “El Mickey” era la sala en la que completaba la quimioterapia y está convencida de que la habían rapado “porque tenía bichos” en la cabeza. “Pensamos que no se iba a acordar de nada, porque era muy chiquita. ¡Pero se acuerda de todo, hasta del cateterismo!”, reconoce su madre.
Actualmente, Tamara está en segundo grado, división D del turno tarde en la Escuela República Oriental del Uruguay. El 2022 es el primer año en que comenzó a cursar con presencialidad plena. Y es que, cuando estaba en sala de 4, no pudo estar en contacto con sus compañeritos, ya que fue la edad en que los chicos recibieron la vacuna doble Sabin y ella, dada su situación, no podía arriesgarse a estar en contacto con los otros niños. Cuando se suponía que arrancaría con normalidad la sala de 5, se dio el brote de la pandemia de Coronavirus –lo que volvió a alterar el dictado de clases, que mutó a la virtualidad-, mientras que el año pasado (cuando ya hizo el primer grado), hubo una combinación entre presencialidad y virtualidad que tampoco le permitió ir plenamente a la escuela. “Ahora estoy yendo normalmente a la escuela. Me gusta mucho, porque he hecho muchos amiguitos. Y me gusta mucho la Matemática, aunque cuesta”, resume la niña al describir sus días en la escuela.
Si bien Tamara ya recibió el alta, el protocolo establece que debe continuar con controles anuales. “La etapa de mayor riesgo es la de los primeros 5 años de tratamiento desde el diagnóstico. Cuando se cumplen esos 5 años, se toca la campana. Ese es el momento que simboliza que se recibe el alta”, explican los padres de la niña. Por esto mismo es que las semanas previas a ese instante fueron de mucha tensión. “Hasta ese momento, no dejaba de mirar si veía algo atípico o extraño cuando ella iba al baño, por ejemplo. Conocimos casos de chicos que estaban en los días previos a que se cumplan los 5 años y tenían una recaída, es algo muy triste. Y nosotros teníamos el trauma, una situación horrible”, agrega Julio, quien agrega que cada vez que veían a un niño recibir el alta, soñaban con que llegara la de su hija.
A partir del 8 de abril de 2017, Tami comenzó con quimio por vena. Los primeros años se sometió al tratamiento químico, mientras que luego pasó a la modalidad de quimioterapia oral y con comprimidos.
Dafne (12) es la compañera incondicional de su hermana menor. No solamente para jugar al fútbol en la vereda de la casa, sino también para acompañarla en todos los momentos de su vida. ¡Si hasta “asesora” a Tamara para las fotos del diario! Máximo (15), en tanto, es quien ocupa el rol de hermano mayor en la familia. En la misma casa que levantaron con la ayuda y con los cimientos basados en la solidaridad de la gente, Julio Bardazza y Jessie Manivong fraccionan y venden productos químicos para la limpieza del hogar. Este rubro pasó a convertirse en la principal fuente de ingresos de la familia.
“Por lo pronto he dejado lo que es la metalúrgica, pero no descarto retomarla en algún momento. Además, encontré en la bicicleta mi cable a tierra y es lo que me permite despejarme y me permitió liberar tensiones en ciertos momentos”, reflexiona en voz alta Julio Bardazza. Jessie, por su parte, disfruta de acompañar a su marido en la bicicleta en algunas salidas.
Además de los 5 humanos que viven en la casa –y del gatito Apacho, el consentido de Tami y al que abraza y no quiere soltar ni para las fotos-, conviven en el mismo lugar Tommy y Ozuna (dos gatos más) y el perro Juno, quien ya evidencia en su lento y dificultoso andar que es la primera mascota que tuvo la familia. “Cuando Tami estaba en el momento más complicado, no podíamos tener ni un gatito. Y es que ya sea por los pelos o por la caca, hay muchos riesgos. Pero ahora que está con el alta, ella es la que más disfruta”, cuentan sus padres. Mientras tanto, Tami y Dafne ya abandonaron la sesión de fotos y el “picadito” de fútbol en la vereda para concentrarse en los videojuegos. Porque entre tanto repaso para el acto del 1 de mayo y de estos últimos 5 años, merecen tomarse un descanso para jugar al Mortal Kombat.