En años en que el hombre vivía pendiente del cielo, de la luna y de los ángulos solares, inventó las veletas. Mecanismos simples que indican hacia dónde sopla el viento, porque el hombre necesitaba comprender el clima y saber si el viento traería lluvia, granizo o, cuando bajaba el Zonda, en esta región árida, llegaría el viento frío del Sur. En Mendoza hay una colección particular de formas en el distrito de Mayor Drummond, en Luján de Cuyo. Y aquí podes descubrirlo.
Antiguamente las veletas fueron consideradas como instrumentos fundamentales para la navegación a vela (de ahí deriva su nombre), también para la agricultura y hasta de uso para la vida diaria. Hay referencias de su existencia en el esplendor del Antiguo Egipto, y hasta se las menciona en el Faro de Alejandría. En nuestra provincia, la más famosa es la del cosechador en el ex-chalet Baldini y próximo museo del vino.
Son instrumentos meteorológicos que marcan la dirección del viento y su construcción está basada en una placa móvil que gira libremente sobre un eje perpendicular (a 90 grados), y en su base se marcan los cuatro puntos cardinales (Este, Oeste, Norte y Sur), y generalmente se las ubica en lo alto de edificaciones para indicar la dirección del viento predominante. Conocidas también como catavientos, arlequines, girardillos o alelados.
Todos los años miles de coleccionistas y admiradores de estos instrumentos, se juntan para competir y para mostrar los distintos modelos de veletas en el Festival Whirligig en Shelburne, Nueva Escocia, Canadá.
Los maestros mendocinos
Luego de las tormentas importantes muchos mendocinos acudían a los herreros cercanos para que les calibraran o les restauraran sus veletas si habían sufrido algún daño. En Diario Los Andes, para 1.900, se destacan los avisos de algunos maestros de la herrería; sobre calle San Luis y San Juan existía la Casa Antonio Balde, que hacía trabajos de restauración e incluso fundía hierro y bronce si hacía falta para poder repararlas. Más acá en el tiempo, en 1962, la herrería La Chimenea, que trabajaba con forjados y chapas batidas, hacía trabajos similares en la calle López y Planes de Godoy Cruz.
Con la llegada de las nuevas tecnologías las veletas fueron quedando en desuso. Actualmente son meros objetos decorativos que se colocan en la parte superior de los tejados, cornisas y chimeneas, y en algunos casos reemplazan a los pararrayos. Hoy en Mendoza son testigos móviles de otros tiempos.
Muchos artistas plásticos de nuestra provincia incorporaron a esas estructuras móviles en su obra. Uno de ellos fue el gran escultor Roberto Rosas, que construyó más de 40, en chapa batida y en hierro, muchas de ellas ya tienen más de 50 años. La escultura mendocina Eliana Molinelli basó varias de sus obras en el concepto de las veletas libres al viento, en la década del noventa.
Otro escultor es Guillermo Rigattieri, en sus inicios hizo más de 20 veletas con distintas formas cinéticas y en su mayoría fueron a bodegas y casas antiguas en San Rafael. Hace algunos años y en conjunto con Gabriel Fernández, Julio Melto y Fernando Rosas construyeron para la Bodega Monteviejo una colosal escultura metálica con forma de elefante en tamaño natural y que sostiene un huevo gigante. Arriba del mismo, una gran veleta con forma de bandada de pájaros.
Entre gallos, mitos y cientos de versos
La mayoría que se observan en los altos de las construcciones de Argentina, son veletas con forma de gallo y nada tiene que ver con la creencia popular, en el campo, que ese animal es quien nos despierta mirando al Sur. El Papa Nicolás (820-867), conocido como Nicolás el Grande, ordenó que se colocaran gallos en la parte superior de las iglesias, para simbolizar las tres negaciones que San Pedro hizo a Jesús después de la Última Cena, y dado que la mayoría de los campanarios ya tenían sus veletas, se le agregó el gallo en el punto más alto; es decir encima de las mismas.
En algunas iglesias y catedrales históricas las veletas tienen una forma femenina que son réplicas a la que corona la Guirnalda de Sevilla (1568), de ahí su designación popular de “Giraldillos”, la veleta más grande del mundo. En Mendoza, en la mayoría de las iglesias sólo quedan los pararrayos.
También la literatura en cuentos y poemas refleja o recuerda este particular instrumento; Jorge Luis Borges, Horacio Quiroga y hasta el español Federico García Lorca que le dedicaron poemas a las veletas. “Sin ningún viento, ¡hazme caso, / gira, corazón;/ gira, corazón”, escribió García Lorca. También el querido Armando Tejada Gómez (1929-1992), dedicó su poesía “El viento y la Veleta”, donde sobre su final acusa: “¡Hay que ser consecuente con la furia: escoger entre el viento o la veleta!”.
De gira tras los giravientos
Uno de los recorridos ideales para encontrar veletas antiguas, sugerido por el artista Carlitos Púrpura, Ariel Alonso y el periodista Miguel Títiro, es recorrer la avenida San Martín de Luján de Cuyo, y es que en menos de cuatro kilómetros encontramos más de 15. Algunos de estos hallazgos son: Imponente veleta de más de un metro, de hierro y chapa batida, con la figura del vendimiador y dos equinos camino a bodega junto a su carga de uvas y un niño detrás que lo quiere alcanzar, se destaca en lo alto del ex Chalet Baldini, sobre avenida San Martín al 3500, en Mayor Drummond, Luján de Cuyo
Otra muy antigua y que posee la figura tradicional del gallo, está sobre la cumbrera de la casa en avenida San Martín 5300 de Luján de Cuyo, la curiosidad es que el Oeste está asignado con la W (West). Una de las de mayor impacto visual, es la que posee un dragón alado oriental custodiando, en lo alto de la chimenea y es una construcción histórica ubicada en San Martín 5836, de ese mismo departamento. Hoy es la sede de un colegio.
También sobre el tejado español de la antigua estación de servicio YPF, sobre avenida San Martín y el Paseo Héroes Mendocinos, de Luján de cuyo, gira en total libertad esta centenaria veleta que fue restaurada recientemente. En las localidades de Chacras de Coria, Las Catitas, Corralitos y Tres Porteñas se identifican muchas veletas históricas.
Sin lugar a dudas el paso del tiempo, las inclemencias del tiempo y el avance de la tecnología actuaron en contra de estos instrumentos meteorológicos, comenta Stella Mirallas, que pertenece a un grupo de historiadores, y nos acota que en la esquina céntrica de Rivadavia y Patricias Mendocinas, existe una impactante y centenaria veleta de hierro y chapa, de más de un metro de largo, y posee la figura de un gaucho domador, que impacta desde lo alto del ex edificio Caja de Jubilaciones, Pensiones Civiles. Sobre la chimenea de la casa sobre la coqueta avenida Emilio Civit al 100, de nuestra ciudad, gira una impactante veleta con dos arlequines y paraguas, que juegan en un gran tonel.
El valor de venta en las ferias de antigüedades de San Telmo, Buenos Aires con más de cien años supera los 200.000 pesos, y en sitios de subastas virtuales es normal que sean cotizadas en más de 700 dólares, dependiendo su condición y estado.
¿Hacia dónde apuntan las veletas?
¿Una creencia popular es asignar la dirección del viento o de donde viene el viento? es decir, si la veleta apunta hacia el Sur, el viento viene del Sur o va hacia el Sur? Muchos creen que al igual que el sentido de una calle, si el cartel indica con la flecha hacia un sentido, esa es la dirección en que debemos circular. Pero no sucede lo mismo con las veletas, dado que siempre indican la dirección en la que sopla el viento.
¿Por qué la mayoría son de chapa dura o hierro delgado y están perfectamente equilibradas en ambos brazos? Dado que están lejos del alcance y en los lugares más altos de las construcciones es que el material con que son hechas debe resistir a las inclemencias del tiempo. Su equilibrio o compensación con la que están hechas es fundamental para que gire sobre su eje sin contrapesos, logrando de esa manera que sea precisa.