Valentina: la joven amante de la poesía que ganó la Beca Adolfo Calle 2021

Dice que se enamoró de la literatura gracias a una maestra de quinto grado. Tiene 13 años y se muestra feliz por el logro.

Valentina: la joven amante de la poesía que ganó la Beca Adolfo Calle 2021
Valentina Smon (13) escribió un cuento a partir de la premisa propuesta, y se inspiró en vivencias con su abuelo. Foto: Mariana Villa / Los Andes.

Tiene sólo 13 años, pero durante la charla se desenvolvió con soltura, como si fuera una experta en entrevistas. Ella es Valentina Smon, la ganadora de la Beca Dr. Adolfo Calle 2021, otorgada por diario Los Andes, entre una veintena de los alumnos con mejor promedio en Mendoza. La adolescente recibirá ayuda económica para los cinco años de cursado del secundario.

El concurso que se desarrolló el 20 de marzo buscaba premiar al estudiante que escribiera el mejor cuento, a partir de una premisa otorgada en el momento. Bajo el título “Miré la foto y el tiempo se detuvo”, la joven de La Puntilla logró conquistar al jurado con su relato.

“Fui a la casa de mi abuela y ella me mostró un artículo sobre la Beca. Investigué y me anoté”, comenzó diciendo Valentina. Como ocurre en situaciones o eventos que enfrentamos, sean más o menos dificultosos, los nervios se apoderaron de esta alumna al momento de rendir. Sin embargo, se sobrepuso y pudo escribir su relato. “Estaba nerviosa, aunque rápidamente comencé a escribir. Se me vinieron algunas ideas y me volqué al género suspenso”, dijo la representante del Colegio Esloveno, de Godoy Cruz.

Sin embargo, en un momento de la escritura se le presentó un dilema: “¿cómo finalizar mi historia?”, se preguntó. “La verdad no se me ocurrían opciones. Pero recordé cuando fui a la casa de mi abuelo y algunas imágenes del lugar y situaciones me permitieron terminar el cuento”, contó.

El legado de su maestra

Suele ocurrir a lo largo de nuestra vida que nos relacionamos con personas a las que admiramos y nos transmiten su amor por algo en particular. Tal es el caso de Valentina, quien se enamoró de la literatura gracias a Cristina, su profesora de quinto a séptimo grado en una escuela primaria de Godoy Cruz.

Me encanta la literatura. Tuve una profesora que se llama Cristina Grosel y con ella escribíamos cuentos. Nos enseñaba cómo hacerlo. Ella me inspiró”, relató la joven, que admira a su maestra y a quien le fascina leer historietas y cuentos fantásticos.

La alegría por el logro conseguido

Felicidad, orgullo, y emoción. Estas tres simples palabras describen lo que sintió la familia Smon al enterarse de que su hija Valentina se había convertido en la ganadora de la Beca Dr. Adolfo Calle.

Fue su madre, Verónica, quien atendió el teléfono y se enteró en primer lugar de la noticia. “Sentí una alegría enorme y orgullo por mi hija. Desde el colegio también la felicitaron”, expresó la mamá de la joven.

Sin embargo, el hermano de la estudiante fue la persona que se acercó a la joven para contarle sobre la novedad. Ella, descreída, se focalizó en su mamá para confirmar tal logro.

“Cuando mi hermano me dijo que había ganado la beca, la verdad es que no le creí. Pero cuando vi a mi mamá que estaba hablando por telefóno y me hizo un guiño, ahí confirmé todo. Me emocionó mucho enterarme que había ganado el concurso. La verdad que la noticia me puso muy feliz”, afirmó.

Lo primero que hizo la estudiante del Colegio Esloveno fue llamar a su papá. “Él tampoco lo podía creer. Al principio pensó que le estaba mintiendo, pero luego entró en razón”, contó, graciosa, la joven.

Por último, Valentina habló sobre lo que le divierte hacer en sus ratos libres y sus aspiraciones a futuro. “Soy fanática de la poesía y me encanta ayudar a mi mamá en la jardinería”. Respecto a cómo se ve en algunos años, la estudiante de 13 años subrayó que todavía no piensa en eso, ya que por ahora le gusta realizar diversas actividades, sobre todo aquellas relacionadas con las manualidades.

EL TEXTO GANADOR

Miré la foto y el tiempo se detuvo

Como todas las semanas, hoy tocaba ir a visitar a mi abuelo. Su casa era… extraña. Los muebles eran de madera oscura y llenos de polvo, que combinaban con el patrón de la alfombra que cubría todas las habitaciones, el comedor y los pasillos. Sin ventilación, se encontraba un estrechísimo y tétrico pasillo que unía toda la casa.

En fin, era como recorrer toda la historia europea en un solo minuto y medio. Había teléfonos viejos con cables ondulados interminables y, en el fondo, una mesita pequeña de hierro con una máquina de escribir antigua. Las paredes estaban forradas con un delicado papel prehistórico de flores pequeñas y amarillas. Había cuadros de fotos antiguas con personas desconocidas, de traje y vestidos idénticos.

Lo que más llamaba la atención era una foto de algo que parecía un avión donde, también, estaban mi abuelo y su viejo amigo. Me quedé observándola fijamente hasta que me distrajo ese muy mugriento reloj que indicaba la hora con retumbantes campanazos que iban, directo, al tímpano.

Cuando miré el cuadro nuevamente, algo extraño pasaba. Se escuchaba como un motor viejo intentando arrancar después de mucho tiempo. Sentía como una sensación rara que venía desde la boca del estómago y provocaba escalofríos. De repente, el reloj se detuvo, como si el tiempo se hubiera frenado.

Mis pies flotaban como si no hubiese gravedad y una fina brisa helada me acarició el rostro. El sonido del motor era cada vez más fuerte hasta que, por fin, el avión tomó altura. Me faltaba el oxígeno, pero eso no se comparaba con el nudo de adrenalina que sentía en ese momento. Las casas ya no se veían y no podía creer que, por primera vez, estuviera volando en un avión. Nada podía ser más emocionante.

De repente se escuchó, a lo lejos, el reloj que marcaba las doce en punto. Caí y, cuando desperté, estaba en el mismo lugar desde donde había despegado: la casa de mi abuelo.

La opinión del jurado

Terminada la selección del trabajo ganador, los miembros del Jurado ofrecieron su mirada: “Los textos desarrollaron historias interesantes. En cuanto a las temáticas abordadas, se destacó la presencia de los abuelos como personajes centrales en la configuración subjetiva, como símbolo del paso de tiempo y los vínculos familiares como elementos en torno de los cuales se articularon los hechos de cada relato. Lo temporal también apareció como disparador y el elemento fantástico y/o maravilloso, con profundidad filosófica propia de la edad de los escritores. También, la presencia de imágenes sensoriales y el uso de vocabulario. A partir de la frase disparadora elegida por el jurado se vislumbró en los escritos la esperanza, a través de la posibilidad, fantástica en algunos casos y, en otros, realista, de solucionar lo inconcluso y lo no dicho, y una influencia del concepto ‘muerte’ y de los medios de comunicación en las formas de expresarse”.

Respecto de la producción ganadora, “el texto de Valentina evidenció la articulación de historia y discurso, con descripciones que construyeron el espacio con matices sutiles. Se destaca la elaboración en cuanto a su construcción de la trama y del escenario, el trabajo sobre el vocabulario, los detalles y las imágenes sensoriales. La consigna se materializó en el texto de manera adecuada y natural, con un excelente manejo en la entrada y la salida al mundo ficcional. Los objetos (reloj/foto), como incorporación al relato, estuvieron muy bien utilizados y fueron coherentes como así, también, la progresión de la acción en la trama” –concluyeron los evaluadores-.

Se decidió otorgar una Mención Especial a las producciones de María Elena Amestoy Maldonado, que representó al Instituto “Leonardo Murialdo”, de Guaymallén, y a Bruno Herrera, de la escuela Nº 1-144 “Hipólito Yrigoyen”, de Ciudad.

El Jurado 2021 estuvo integrado por Lorena De Gaspari (Facultad de Filosofía y Letras, UNCuyo), Silvina Juri (EDELIJ, Espacio de Literatura Infantil y Juvenil), Cecilia Tejón e Ivana Amarilis Carrizo Peñas (Facultad de Educación, UNCuyo), José Thomas y Carina Vincenti (Dirección General de Escuelas), María Esther Funes (Sociedad Argentina de Escritores), Lourde Laborde (Colegio Agustín Álvarez), Alejandro Cobo (Medios en la Educación) y Raúl Pedone (Editor General de Los Andes)

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