Las temperaturas extremas de los últimos días registradas en Mendoza abren el debate sobre el abordaje de las personas en situación de calle, un flagelo que parece no encontrar soluciones de fondo.
¿Cuántas personas viven en la intemperie en el Gran Mendoza? ¿De qué manera las asisten el Estado y las distintas organizaciones sociales? ¿Cómo contribuir a modificar esta forma de vida?
Si bien las cifras son variables y no existe un censo actualizado, desde la Dirección de Contingencia Social y Políticas Alimentarias, dependiente del Ministerio de Salud, Desarrollo Social y Deportes, se informó que no superan las 300 y que, en su gran mayoría, se concentran en Ciudad y en Guaymallén.
Es que en esas zonas abundan las changas y los trabajos informales, como cuidadores de coches y limpiavidrios. Asimismo, la terminal de micros es un punto clave donde mucha gente suele pedir limosna.
“Algunas organizaciones estiman un número mucho mayor de personas en la calle, incluso cercano a 1.000, pero nosotros contamos con cifras reales por los operativos permanentes”, explicó Priscila Segura, a cargo de Contingencia Social.
Agregó que la cantidad de personas que deambulan y duermen en la calle resulta menor que la de los últimos inviernos, incluso de la prepandemia. “Hay un realidad que tiene que ver con las restricciones, cuando teníamos la obligación de erradicarlos de la calle”, indicó la funcionaria.
“Hoy –diferenció— observamos menos personas sin techo pero muchas más con necesidades alimenticias”.
La problemática de quienes viven de este modo no es fácil de abordar, dijo Segura. Y agregó: “No podemos obligar a nadie a vivir de otro modo pero sí brindar herramientas y seguir asistiendo. Hay mucho por hacer”.
En este contexto, el Gobierno provincial tiene convenio con tres albergues donde estas personas, previa coordinación con el área de Contingencias, pueden acudir para pasar la noche, alimentarse e higienizarse.
Se trata de Remar Hombre, en calle Dorrego 361, de Las Heras; Remar Mujer de calle Federico Moreno 2246, en la Cuarta Sección de Capital; y Refugio Fundación El Camino, en calle Patricias Mendocinas de Ciudad.
En todos los casos, los ingresos se canalizan desde esa misma oficina, que realiza las derivaciones luego de evaluar cada caso.
Alimentos, frazadas y abrigos
Para Cristian García, coordinador de la Pastoral de Calle, organismo de la Iglesia católica que agrupa a más de 10 movimientos que ayudan a personas en vulnerabilidad social, la cifra de gente sin techo no es certera porque abarca distintas realidades. Por un lado, a aquellos que duermen a cielo abierto, pero también otros que lo hacen en pensiones o se refugian en lugares precarios como chozas o ranchos de nylon.
Más allá de las alrededor de 100 viandas por noche que distribuyen en total estos grupos, en las últimas horas se reforzó con frazadas y ropa de abrigo debido a las temperaturas extremas.
La pandemia, indicó García, no modificó sustancialmente las cifras pero sí la forma de trabajar: hasta 2019 la comida se brindaba en distintos puntos, como plazas y parroquias, mientras que hoy se brinda a través de recorridas.
Claro que este sistema generó que mucha gente se “perdiera” en el camino, ya que antes se solía acercar a un punto. “Hoy no sabemos dónde quedaron”, admitió García.
“Vemos más familias con necesidades de alimentos”, remarcó y agregó que si bien es lo urgente, el acompañamiento y la contención también resultan clave. “Quien está en la calle se encuentra solo y con lazos familiares rotos, por eso es indispensable abordar estas realidades de manera individual; no hay un patrón”, sostuvo García.
Y concluyó: “La pobreza y la calle son siempre sinónimos de tristeza, pero con el invierno se recrudece mucho más”.
Cómo ayudar
El teléfono de la guardia de la Dirección de Contingencia Social y Políticas Alimentarias, situada en Agustín Delgado 218 de Ciudad, es el 261-5592975. Funciona las 24 horas. Allí se puede llamar cada vez que se desee ayudar a una persona de la calle.
Sobrevivir a la calle: “Estuve al borde de lo peor”
Ariel Francisco Giménez recuerda “patente” el día en que su vida se derrumbó: fue el 5 de mayo de 2012, cuando su mujer, embarazada de seis meses, murió tras sufrir un derrame cerebral.
Su vida por fin se había encaminado. Había dejado atrás las adicciones y esperaba ansioso formar la familia que tanto anhelaba. Pero de repente quedó solo en el mundo y la calle se convirtió en su refugio.
Fueron los años más difíciles de su vida. Sufrió fríos extremos, hambre y soledad, además de una epilepsia sin tratar.
“Caer en la calle es fácil, lo difícil es salir. Con esa forma de vida y los bolsos a cuestas nadie te toma para un trabajo, vas sobreviviendo como podés”, relató Ariel a Los Andes.
El joven deambulaba por Las Heras, Lavalle y también por Ciudad intentando hacer changas. Estaba fuera del sistema y lo sabía.
Pero como la vida siempre brinda nuevas oportunidades, una tarde se cruzó con voluntarios de dos organizaciones sociales que ayudan a personas en situación de calle: Los Jinetes y Mesa Tendida.
“Creo que pude salir gracias a ellos y también por haber encontrado la palabra de Dios”, confiesa y se define como profundamente creyente.
Lo cierto es que, poco después, Ariel pudo finalizar un curso de secretariado médico y luego se puso a estudiar profesorado de Biología en el IES 9002 Tomás Godoy Cruz.
Hoy alquila una pieza en el Centro y se gana la vida con algunas changas –sabe hacer de todo, dice- aunque su máximo sueño es poder trabajar de lo que estudió y encontrar una pareja estable.
“Entré en depresión, me abandoné por completo y estuve al borde de lo peor. Pero salí adelante. Se puede”, aseguró.
Nacido en Rosario y criado en Misiones, más tarde Mendoza le brindó a Ariel todo lo que soñaba. Pero luego se lo arrebató.
Sin embargo, aquí está, según él mismo dice: firme frente al mundo luchando para salir nuevamente adelante.
El primer paso, sin dudas, el de reconocerlo con coraje y valentía, ya lo pudo dar.