Una búsqueda que no claudica: hace 55 años se esfumaba un avión de Fuerza Aérea

Viajaban 68 personas, la mayoría cadetes de la fuerza en viaje final de instrucción. La aeronave se perdió en Costa Rica. ¿Cayó al mar; está en tierra?: incógnitas.

Una búsqueda que no claudica: hace 55 años se esfumaba un avión de Fuerza Aérea
Viajaban 68 personas, la mayoría cadetes de la fuerza en viaje final de instrucción. La aeronave se perdió en Costa Rica. ¿Cayó al mar; está en tierra?: incógnitas.

El comentario es inevitable. Se repite cada año cuando llega el 3 de noviembre. ¡Es uno de los mayores misterios de la aviación mundial!

Ocurre que un día como ése, pero de 1965, se perdió contacto para siempre con el Douglas C-54 TC-48 de la Fuerza Aérea Argentina, que transportaba a cincuenta y cuatro cadetes con edades comprendidas entre los 20 y 22 años y catorce tripulantes.

Es el resumen de la fatalidad. El cuatrimotor trasladaba a una parte de la Promoción 31 en el décimo viaje final de instrucción de la Escuela de Aviación Militar, con base en Córdoba. El resto de los cursantes iba en otra máquina, un Douglas C-43, que le precedía en el itinerario y que llegó a destino.

Las dos aeronaves habían salido de la base norteamericana de Howard (Panamá) con destino al aeropuerto de Ilopango, en San Salvador, vía Estados Unidos, punto terminal del itinerario.

A los 47 m de la partida, el TC-48 reportó fuego a bordo. Comenzaba el drama. El pesado aparato, con dos décadas de antigüedad, entró en emergencia, y nada más se supo de él.

Con los años, siguieron las misiones para desentrañar el misterio. Se lo buscó hasta el año pasado porque durante 2020 todo se paró por la pandemia en curso. En la Aeronáutica nacional no hay previsiones de reiniciar exploraciones. Por ahora.

Los 68 viajeros se encuentran en la condición de desaparecidos.

Por las dimensiones del DC 4 se pensaba que sería encontrado con prontitud. Pero no obstante los centenares de desplazamientos por tierra y por agua (mar del Caribe), nunca se encontró nada, aunque en el mar aparecieron elementos que se adjudicaron a la aeronave, pero esto no fue aceptado por los deudos.

El aparato fue buscado oficialmente por personal y unidades de nuestro país, de EEUU, Costa Rica, Nicaragua y de otras naciones. Luego, las familias de la tripulación y de los jóvenes recién recibidos participaron durante décadas de los rastreos. Los padres de los años 60 y 70 (debe citarse aquí a Orlando Bravino, Juan Tomilchenko, ya fallecidos) fueron remplazados por hijos, hermanos y sobrinos.

“Ni ellos ni nosotros podemos descansar en paz. Los seguimos buscando”, sostiene Cecilia Viberti, hija del capitán Esteban José Viberti, uno de los tres pilotos de la nave. Manifiesta que el grupo “está activo”, pese a que este año de pandemia Covid-19 no se realizaron actividades y ella misma no habría podido movilizarse porque tuvo un problema de salud, no vinculado al virus, del que se recupera en su hogar de Funes (Gran Rosario). Tenía 9 años cuando su padre (el capitán Esteban Viberti) partía en la misión. Asegura que casi conoce más la espesura de la selva de Costa Rica que su Córdoba natal.

Su estado de ánimo se resume así: "En los muchos años que llevo como buscadora activa del TC-48 se plantearon decenas de preguntas que continúan sin respuesta: ¿dónde?, ¿cómo?, ¿cuándo? Y varios por qué. Uno de esos “por qué” nos desvela más que el resto porque desafía principios fundamentales y sentido común.

"¿Por qué los abandonaron? ¿Por qué el T-43 no regresó cuando escuchó el ‘mayday’? ¿Por qué siguió vuelo como si nada a pesar de las advertencias de las torres de control? Aunque no hubiera podido hacer nada, porque no volvió para ver dónde había impactado y tratar de ayudar en el rescate si hubiera existido esa posibilidad. ¿Por qué no lo hizo? Nadie puede responder esta pregunta, ni siquiera lo pudo hacer el piloto del T-43 cuando los ya oficiales que regresaron en ese avión se lo preguntaron.

“Mientras Fuerza Aérea preparaba las operaciones Esperanza, un joven oficial me dijo henchido de orgullo: ‘¡Nosotros nunca abandonamos a nuestros compañeros!’ Sonó como declamación, pero olvidan que ya los habían abandonado el 3 de noviembre de 1965, y cuatro días después cuando los declararon desaparecidos, y durante 40 años cuando no buscaron y pretendieron relegar al olvido esta historia vergonzosa. Y los olvidaron nuevamente cuando abandonaron los operativos Esperanza y cada vez que en estos 55 años nos mintieron y ocultaron información”.

Otra persona comprometida en la causa es Regina Zurro, cordobesa, la hija del comandante Mario Nello Zurro. Su madre, Clyde Pereira, estuvo dos años buscando a los perdidos en suelo caribeño. Murió en 2011. Sostiene que la Aviación dio un giro 180 grados en 2008 y juntos con otros y otras quiere intentar, cuando se pueda, una entrevista con el jefe del Estado Mayor del arma, brigadier Xavier J. Isaac (ex jefe IV Brigada Aérea).

Cuatro mendocinos

En el pasaje del veterano Douglas viajaban mendocinos (tres cadetes) y un miembro de la tripulación. Los tres jóvenes eran: Juan Domingo Alguacil (sanrafaelino), Enrique Miguel Páez y Juan José García (los dos últimos capitalinos). El cuarto oriundo de la provincia era el oficial de apoyo técnico, capitán Jorge S. Horta.

El arquitecto Mariano Alguacil recuerda a su tío Juan Domingo, cuyos padres ya fallecieron. “Los familiares seguimos con la búsqueda sin descanso. Ya no están en general los padres de los cadetes. Quedamos hijos y sobrinos, insistiendo…Estamos en contacto, desde el espacio que cada uno ocupa”.

Inés Páez, empleada jubilada de Casa de Gobierno, es la hermana de Enrique Miguel (hoy tendría 77), ambos hijos del desaparecido y gran periodista Miguel Páez Herrero, que viajó varias veces al país caribeño para buscar al primogénito y murió en 1982 sin saber qué había pasado con el egresado. “En casa se vivió muy fuerte esa desaparición. Mis padres no se repusieron”, contó.

Por Juan José García recurrimos a su sobrina Verónica García (26, asesora de imagen), quien, obviamente no conoció a su pariente. “Tanto me impactó la historia del accidente que, que cuando me recibí en el Instituto Normal Tomas Godoy Cruz, mi tesis de graduación fue investigación sobre el ‘avión de los cadetes’, a base de información periodística”, afirma la joven.

Juan José García, Enrique Miguel Páez, Cadete Juan Domingo Alguacil, Capitán Jorge S. Horta junto a su esposa.
Juan José García, Enrique Miguel Páez, Cadete Juan Domingo Alguacil, Capitán Jorge S. Horta junto a su esposa.

Hernán Horta es hijo del capitán Jorge Santiago Horta (nacido en la capital mendocina). Tenía un año cuando su papá partió. “La vida cambió en mi familia, éramos mi mamá Nelly Gil Mellado, maestra de grado, y un hermano de 7 años. Una postal típica de clase media argentina, habitantes del barrio de Villa Adelina (Gran Buenos Aires). Ya nada sería igual…lo supe con los años. Mamá se estremeció al conocer la noticia, pero obedeció las instrucciones de los uniformados: ‘No lea nada, no escuche radio, no vea televisión…’ A los pocos días la búsqueda terminó. La historia oficial decía que fue un accidente y que el avión cayó al mar, sin sobrevivientes...esa madre, esa familia se aferró a la historia oficial, fue la forma de seguir adelante”.

A veces las vueltas del destino marcan la vida de las personas. Unos dos años antes del accidente al capitán Horta le habían ofrecido trasladarlo al sur del país. Sin embargo, prefirió continuar en (la Guarnición Aérea) El Palomar, sin saber lo que el destino le tenía preparado. Cosas raras e interrogantes jamás dilucidados fueron las dudas que ese oficial transmitió a su esposa Nelly, según su hijo: ‘(…) ¡Tengo dudas sobre el peso que soporta el avión!’ ¿Qué significaba eso, qué sabía? Nada de eso pudo saberse jamás.

En tanto, María Rosa Le Roi (62, porteña) es una de las pocas personas que perdió a dos viajeros: “En el TC-48 viajaban mi tío David Gauna y mi primo hermano Raúl Ortiz. Demasiado dolor la desaparición de esas vidas y de esa manera. Nos golpeó brutalmente. Yo tenía ocho años. Nunca dejé de pensar en ellos, en buscarlos, en encontrarlos”.

Posición oficial

En referencia al aniversario, la Fuerza Aérea Argentina explicó, ante una consulta de este diario, que “la ceremonia conmemorativa se encuentra supeditada a las disposiciones y protocolos previstos por las autoridades para ese momento”. (Clara referencia a la situación sanitaria actual).

En cuanto al tema de una nueva expedición de búsqueda, todo “se encuentra condicionado por la pandemia de Covid-19, hecho que gran parte de los recursos y personal de la institución estén afectados en tareas de apoyo a la comunidad previstas y ordenadas por el Gobierno nacional” y en “la planificación a largo plazo (por este caso) no es posible hasta que se solucione mundialmente el tema epidemiológico”.

Otra búsqueda del TC-48 en curso es la que lleva adelante la ONG suiza missing.aero.

Desde 2016, missing.aero, junto con sus cooperantes académicos, industriales e institucionales, desarrolla nuevos métodos experimentales de búsqueda de aviones perdidos.

"Con el TC-48, nuestra asociación –explica su presidente, el argentino Aníbal Jaimes- busca establecer escenarios de desaparición creíbles, para luego dirigir sobre esos escenarios sus esfuerzos de búsqueda. En cuatro años de trabajo, missing.aero ha eliminado la mayoría de las hipótesis de desaparición del TC-48. En estos 55 años de búsquedas, nadie ha podido aportar un elemento objetivo y verificable que apuntale la hipótesis que defiende. Para missing.aero, encontrar el TC-48 requiere la construcción de un escenario, luego una hipótesis de desaparición y, finalmente, una metodología de búsqueda que verifique el escenario y la hipótesis.

También hay una investigación marítima con tecnología sonar, ahora parada, que lleva adelante el ingeniero cordobés Mariano Torres García.

Y por supuesto, no se pueden olvidar los múltiples desplazamientos que realizó, en la selva tica, un grupo de civiles encabezados por el geólogo Wilfredo Rojas y colaboradores. Y por supuesto, los siete operativos Esperanza de FFA, realizados entre 2008 y 2015, con resultado negativo.

El mismo día, un hito en la Antártida

El mismo día 3 de noviembre de 1965 se llevaba a cabo un raid aéreo, mientras al mismo tiempo se conocía la noticia del extravío del TC-48.

En esa jornada se producía la llegada al Polo Sur de una escuadrilla de la Fuerza Aérea Argentina integrada por dos pequeños aviones monomotor DHC-2 Beaver, matrículas P-05 y P-06, y el avión bimotor Douglas C-47, matrícula TA-05. Este último continuó su vuelo del lado opuesto del Sector Antártico Argentino, hasta la estación McMurdo de los Estados Unidos, situada a orillas del mar de Ross.

Radiografía de un cuatrimotor

Por Gustavo Marón

Abogado, experto en temas aeronáuticos.

El TC-48 era un Douglas C-54 Skymaster, un carguero pesado militar de la Segunda Guerra Mundial para transporte aéreo de larga distancia. Este ejemplar en particular correspondía a la variante C-45G-5-DO, construida por Douglas Aviation Company en su planta de Santa Mónica, California. El 14 de julio de 1945, cuando la guerra ya había terminado en Europa y estaba a punto de finalizar en Asia-Pacífico, el avión obtuvo su alta en la Fuerza Aérea del Ejército de los Estados Unidos con la matrícula militar 45-0530. Para entonces, los aviones de combate ya se estaban desmovilizando en todos los teatros de operaciones y los de carga eran puestos a la venta al mercado civil para ser afectados a las líneas aéreas. La unidad que nos ocupa fue adquirida en 1946 por la compañía American Overseas Airlines, que la configuró para transporte de pasajeros y la afectó a su línea a Europa (matrícula N90913, bautizado Flagship Amsterdam). En 1950, la aeronave pasó a Pan American World Airways con la misma matrícula civil, pero con nuevo nombre: Clipper White Falcon. La Fuerza Aérea de EEUU, ya independiente, readquirió el avión en 1961 y en 1964 lo vendió a la Fuerza Aérea Argentina. Tenía veinte años de construido cuando desapareció en el Caribe en 1965.

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