Una argentina en Israel, a un año del ataque de Hamás: “La guerra te arranca la sonrisa”

Mónica Cuevas Ginsburg vive hace tres años en el Estado israelí y hoy es testigo directo de la tensión bélica en la frontera norte con Líbano. La cúpula de hierro, su banda sonora de cada día.

Una argentina en Israel, a un año del ataque de Hamás: “La guerra te arranca la sonrisa”
Mónica Cuevas Ginsburg, argentina que reside en Israel. La cúpula de hierro, su banda sonora a diario. (Gentileza)

Lo había escuchado en la voz de familiares, amigos y desconocidos unidos por la misma nación. Testimonios de temblores en las ventanas, en el suelo y en el propio cuerpo. La imaginación, ya dentro del refugio, acerca de lo que estaba pasando en cielo y tierra. Los gritos desesperados de quienes buscaban a los suyos. Y las respuestas silenciosas que confirmaban el peor desenlace. Pero hoy, al cumplirse el primer aniversario de la guerra, la argentina Mónica Cuevas Ginsburg (61) comienza a atravesar en carne propia aquellas evocaciones.

El sábado 7 de octubre de 2023, el ataque insurgente de Hamás contra Israel cambió para siempre el ritmo de la vida cotidiana y dejó, también, ensombrecido el futuro de sus habitantes. La primera avanzada del grupo islamista causó la matanza de unas 1.200 personas en Israel. Otras 250 fueron tomadas como rehenes, de los cuales se cree que menos de 70 están vivos.

Desde la otra trinchera, el Ministerio de Salud de la Franja de Gaza asegura que murieron más de 41.000 palestinos en manos de Israel. Que el número de heridos supera los 96.000, que hay 215.000 viviendas destruidas y se desplazaron 1,9 millones de personas.

Soldados israelíes y vehículos blindados cerca de la frontera con Gaza, en Israel. (EFE)
Soldados israelíes y vehículos blindados cerca de la frontera con Gaza, en Israel. (EFE)

Con el 7-O, para el pueblo judío se quebró la sensación de seguridad y estabilidad en su territorio con misiles de Irán y Hezbolá, drones explosivos de Yemen, tiroteos y apuñalamientos, mientras la región se alista para una escalada de violencia con la reciente apertura de un nuevo frente contra el grupo político-político paramilitar en la frontera norte con Líbano.

Los ciudadanos israelíes se sienten deprimidos, derrotados y preocupados. Por lo que llegó y lo que vendrá. Se estima que unos 60.000 residentes se vieron obligados a dejar atrás sus hogares en la última fase del conflicto armado.

“Me cuesta dormir más de tres horas seguidas”, confiesa la argentina Mónica, licenciada en Filosofía que dejó Buenos Aires y sus tres hijos en 2021 y se instaló a los 58 años en Carmiel, un pequeño pueblo en el centro-norte de Israel con el propósito de dedicarse a otro oficio. Actualmente se dedica a cuidar a una anciana, reconecta con sus raíces judías y trata de encontrarle sentido a su vida lejos de la Argentina que la vio nacer.

En el primer aniversario del conflicto bélico, los recordatorios están por doquier. Por momentos, ella se siente paralizada cuando las alarmas se activan y hay que correr a evacuarse. Como sea.

“Me despierto con la idea de que está sonando la sirena. Cuando termina, hasta que me vuelvo a tranquilizar puede pasar una hora, hasta que los latidos del corazón paran”, dice la mujer.

Para la argentina, la guerra “te borra la sonrisa, te la arranca y se te va la alegría”. “Es muy estresante cuando suena la alarma, no es gratis como se piensa a lo lejos. No es que no pasa nada. Tenés pocos segundos para meterte en el refugio, por más que los misiles son atrapados por la cúpula de hierro (el sistema del Estado israelí diseñado para interceptar y destruir cohetes de corto alcance, aeronaves y otros misiles), te tiembla todo, es muy fuerte”.

Vista de Carmiel, en el centro-norte de Israel (Gentileza)
Vista de Carmiel, en el centro-norte de Israel (Gentileza)

“Nos quisieron matar en cada siglo”

Este lunes, día del primer aniversario, Mónica estuvo trabajando hasta la noche. A las 4 de la tarde sintió explosiones y le tembló toda la casa. A diario, ve constantemente cómo los misiles estallan en el cielo y dejan su huella como una nube más en el firmamento azul.

En tierra, además de los movimientos que recuerdan que nada terminó (y tampoco pasará en el corto plazo), Mónica sale a comprar o dar un paseo y siente el mismo miedo que los judíos enfrentan hace más de 2.000 años. “Nos quisieron matar en cada siglo”, subraya Mónica, recordando cada vez que su pueblo tuvo que preservar su religión e identidad colectiva frente a distintos ataques y genocidios.

Los misiles detectados por la "cúpula de hierro" en Carmiel, Israel (Gentileza)
Los misiles detectados por la "cúpula de hierro" en Carmiel, Israel (Gentileza)

Hace dos meses, Carmiel fue noticia. Un joven se “enojó” y se descargó con un cuchillo contra dos soldados del ejército en un centro comercial. Mató a uno de ellos. “Además de los ataques de Hamás o Hezbolá, hay que lidiar con estas personas que se levantan un día y los problemas de su vida se solucionan matando judíos”, lamenta la mujer.

“El tema de la religión no lo compro. Estos grupos venden la religión que creen que matando y masacrando lo van a solucionar. Ellos saben que no, pero igual cuentan billetes”, agrega la filósofa egresada de la Universidad de Buenos Aires.

El nexo entre Argentina e Israel es histórico, pero en el último año cobró otra cercanía con la postura activa del presidente Javier Milei a favor del país liderado por Benjamin Netanyahu contra los mismos grupos terroristas involucrados en los atentados a la Embajada de Israel y la sede de la AMIA en la década de los 90.

“Estoy de acuerdo con la postura del gobierno argentino, lo que no entiendo cómo los demás países no están apoyando a Israel. Que le reconozcan a Israel su derecho a la defensa ante la amenaza de dos grupos terroristas, el cual uno de ellos cumplió lo que dice su Carta Magna: ‘matar a todos los judíos’”, considera Mónica.

A pesar de estar en riesgo, de hoy entender cuando le llegaban los relatos del histórico 7 de octubre y de asumir que sus latidos pueden detenerse para siempre y no por pasajera tranquilidad, la argentina aún no volvió a su país. Lo hará a fines de 2025.

“Amo a Argentina, es un país precioso, con una riqueza invalorable, el hecho de producir comida. Yo le agradezco toda mi educación, soy hija de la educación pública, pero llega un momento en que no se puede vivir más. Si creen que el problema es económica, se equivocan. El problema está en la ética”, reflexiona.

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