Un presente a la espera de porvenir

El discernimiento de los ideales que nos alientan a buscar el presente como escenario de su concreción, se encuentra en interdependencia con la capacidad de capitalizar los fracasos o desaciertos que, de un modo u otro, nos han impedido llegar adonde querríamos.

Un presente a la espera de porvenir
Foto Federico Lopez Claro

A mi entender, la concepción más provechosa del futuro no es la que lo concibe como aquello hacia lo que vamos sino como aquello desde donde podemos venir hacia el presente.

En tal sentido, el futuro pasa a ser el repertorio de aspiraciones, proyectos y propósitos que anhelan verse convertidos en realizaciones. Y el lugar de las realizaciones no es otro que el presente.

El hombre, genéricamente concebido, es siempre el ser que se empeña en ser, tarea incesante que caracterizan siempre a quien está por venir.

Por lo tanto, una aspiración antes que un hecho consumado. Y este empeño en ser, en pasar de lo potencial a lo real, responde al deseo de concretar aquello que le infunde sentido a su vida.

En otros términos: lo que para el hombre tiene sentido es indisociable de lo que le pide más y más realización, más y más presente.

El discernimiento de los ideales que nos alientan a buscar el presente como escenario de su concreción, se encuentra en interdependencia con la capacidad de capitalizar los fracasos o desaciertos que, de un modo u otro, nos han impedido llegar adonde querríamos.

En lo que hace a nuestro país, esa ineptitud para capitalizar los fracasos reiterados ha provocado, en presentes sucesivos, una constante repetición del pasado. Es decir que, en muy alta medida, no hemos hecho otra cosa que venir hacia el presente desde el pasado que devoró nuestro porvenir. Esta atroz monotonía ha hecho con que aun a principios del siglo XXI sigamos estando a merced de los problemas que arrastramos irresueltos desde el siglo XIX.

Nuevamente: el futuro puede reconfigurarse como fuente de eventuales innovaciones si somos capaces de advertir la profunda esterilidad que en nuestro presente ha sembrado la repetición acrítica (y muchas veces perversa) del pasado.

Educar cívicamente no significa sino capacitar al ciudadano en la búsqueda de un presente innovador en consonancia con un futuro igualmente creador en sus aspiraciones.

Los sueños que dan forma y contenido a ese porvenir, serán, si inspiran la acción del presente, la brújula certera de nuestro desarrollo como nación.

*El autor es ensayista y poeta

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA