Como si ellos mismos no atravesaran necesidades económicas luego de esta pandemia que dejó a tantas familias en la calle, Pablo y Melina Basualdo, vendedores ambulantes de pan y tortitas en San Rafael, decidieron donar ayer buena parte de su mercadería al barrio Costa Esperanza.
Sucedió cuando Melina se enteró a través del Facebook sobre las necesidades que padecen en ese sector de extrema vulnerabilidad. Y ella vio que en la precaria caja donde ofrecen las tortitas, había quedado mucho sin vender.
Y así fue que decidieron contactarse con la asociación Fierritos Solidarios, entidad que coordina Silvia Romero y que suele interceder para ayudar a los que menos tienen.
“Nos había quedado muchísimo pan, tortas de azúcar y raspaditas, riquísimas y frescas, y así fue que llamé a Silvia”, contó Melina a Los Andes, todavía sorprendida con la repercusión que el gesto tuvo en las redes sociales.
Si bien tiempo atrás Pablo se desempeñaba como albañil, la cuarentena lo obligó a reinventarse y decidió intentar con lo que más le gusta, la cocina.
Así, ambos se levantan a las 4 de la mañana y elaboran un gran stock casero que luego ofrecen en la caja atada en el volante de la bici.
“Jamás desechamos lo que nos queda sin vender y ayer fue un día malo pero eso sí, con un destino solidario”, advierte.
Melina y Pablo, que son padres de Brunella y Matías, y hacen un gran esfuerzo por salir adelante, demostraron, una vez más, que la solidaridad aflora con mayor énfasis entre quienes verdaderamente conocen las necesidades.
Cómo trabajan
Con un palo de escoba que acondicionaron para amasar, ambos comienzan la jornada a la madrugada con siete kilogramos de harina. No tienen gas natural y deben cuidar la garrafa como oro.
Con ese total de harina suelen salir del horno cinco o seis docenas de tortas fritas; 190 raspaditas y 15 tortas con azúcar tamaño grande.
“Mientras tanto, yo cebo mate y voy limpiando el desorden, conversamos y nos reímos. A las 8 en punto Pablo sale a la calle”, señala Meli, quien agradece poder vivir de esta actividad, alquilar y alimentar a sus hijos.
“Nuestro proyecto es elaborar café para acompañar a las tortitas, pero no tenemos los termos todavía. Apenas empezamos con dos asaderas y los pocos elementos que teníamos en casa”, cuenta.
Más acciones solidarias
Melina y Pablo jamás vuelven a vender la mercadería que va quedando. “Siempre tenemos por costumbre llevársela a los chicos de nuestro barrio, en Pueblo Diamante, o a familias que necesiten lo básico, es decir, comer”, dice.
Esta vez, el excedente de tortitas resultó mucho más de lo esperado, pero la gratificación superó todo, así como el hecho de saber que, frente a la crisis, ellos no miran hacia el costado.