La emoción y el orgullo se conjugaron en un encuentro muy especial que se dio en estos días en Mendoza. La estudiante Noelia Ibáñez pudo conocer en persona a dos mujeres importantísimas en su proceso de estudio: Iris Perlbach y Claudia Botteon, madrinas que le permitieron llegar a la recta final de la carrera.
“Gracias, gracias, gracias”, alcanzó a decir esta estudiante de 27 años que ha venido haciendo un gran sacrificio por estudiar, acompañando siempre el trayecto con su labor en la cosecha de uva en San Roque, zona rural del departamento de Maipú.
“Fue una gran alegría conocer a quienes me dieron esta gran posibilidad. Siempre el contacto había sido a través de cartas escritas pero ahora les pude agradecer en persona. Ellas conocen mi historia, por eso me siguen ayudando”, sostuvo Noelia, para valorar también el gesto de sus otros dos padrinos, María Verónica Vacas y Asociación de Magistrados.
El hecho se dio durante el acto de presentación del libro Soñar sin límites, editado por el Fondo de Becas (Fonbec), en uno de cuyos capítulos se relata su inspiradora historia de superación de esta joven. Noelia, junto con otras dos becarias de la misma fundación, se sentó en el panel situado en el estrado y comenzó a relatar las distintas circunstancias de su vida, marcadas siempre por el sacrificio.
“Mi infancia no fue como la de los niños tradicionales. Sigo viviendo en condiciones humildes, pero soñando con el día tan esperado en que reciba mi título de ingeniera química en la UTN. Para eso me falta muy poco y ya comencé a elaborar la tesis sobre producción de hidróxido de potasio y ácido clorhídrico”, repasó.
Su vida nunca fue fácil. Todavía recuerda intacta la mañana en que acompañó a su mamá a cosechar ajo y tuvo un accidente con la tijera cuando ella también intentaba trabajar a la par.
“Se me resbaló y me corté el dedo anular de la mano izquierda. Dolió mucho, creo que la hoja de la tijera tenía el ácido del ajo, por eso fue peor aún. Mi mamá me vendó en el acto y me mandó a casa. Me dio vergüenza contar la verdad en la escuela, no estaba bien visto que los niños trabajáramos”, repasó.
El tiempo fue pasando y el estudio siempre fue una prioridad en medio de la adversidad. En la secundaria Noelia siempre se ubicó entre quienes tenían los mejores promedios. Ya en tercer año, las materias relacionadas con química comenzaron a interesarle. Fue así que en 2019 comenzó Ingeniería Química en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN).
Noelia terminó el secundario como abanderada provincial en una escuela técnica y entró a la facultad.
Justo cuando había comenzado a cursar, su mamá sufrió un accidente cerebro vascular (ACV) por lo que tuvo que dejar sus estudios en pausa para abocarse a su recuperación. “Fue como volver a iniciar: tuvimos que enseñarle a hablar de nuevo, a caminar y mover los brazos”, detalló. Si bien su madre quedó con algunas secuelas, la joven se siente feliz de tenerla a su lado.
En el Centro de Estudiantes supo de la fundación Fonbec, quien luego de una serie de evaluaciones acerca de su rendimiento, decidió becarla.
“Es ayuda es clave para mi continuidad. Me permitió permanecer en la residencia estudiantil donde ya contaba con comodidad. También fue una motivación para lograr un buen rendimiento académico e incluso mejorarlo”, dijo a Los Andes.
Tras un proceso de selección, fue aceptada en esa residencia que para ella es un lujo. “En mi casa no tenemos gas natural, la cocina es humilde y el baño está afuera así que estoy muy agradecida”, remarcó.
Además de estudiar en la universidad, Noelia trabaja dando clases particulares a alumnos de la secundaria, como matemática, física, química, dibujo técnico y electroquímica.
“Creo que el día en que me reciba será un sinfín de sentimientos porque será finalizar una etapa de mucho sacrificio. Solo espero vivirlo con intensidad y en compañía de mi mamá, el gran pilar de mi vida, y el apoyo de todos mis seres queridos”, dijo.
Desde hace años parte de la rutina durante el ciclo lectivo consiste en ir a la cosecha, bañarse, cambiarse e ir a cursar. “Una vez que termina la temporada de cosecha me quedo más tranquila con los estudios”, comentó Noelia.
Además relató que durante 2019 incursionó en el rubro de la construcción. “Estuve haciendo la mezcla y poniendo ladrillos casi un mes”, detalló. Para ella fue bastante pesado pero similar al esfuerzo que requiere llevar el tacho y recorrer una finca. “No me quejo porque todo trabajo tiene su dificultad, la cuestión es ayudar a la casa”, dijo convencida.
Noelia es consciente de que para ayudar a su familia trabajó desde los 9 años, tanto en la cosecha de uva, ciruela, ajo y aceituna como en un galpón de empaque de ajos.
“Mis maestros de Primaria me preguntaban por qué tenía los dedos cortados y yo me ocultaba atrás de varias curitas”, recordó, para concluir: “Todo eso lo tengo presente cada día de mi vida”.
Si bien repite que le pesa un poco el hecho de haberse atrasado en la carrera, nada la amedrenta.
“De a poquito voy avanzando, siempre adelante y con el objetivo firme”, dijo, para señalar que las cosas nunca se le dieron fácilmente.
“Jamás aflojaré y cada vez que me siento abatida pienso en las palabras que una vez me dijo mi hermano Alejandro antes de morir. Me pidió que deje de trabajar la tierra, que busque un futuro, que yo iba a poder. El quería que no fuera como él, que había abandonado la secundaria. Poco después falleció trágicamente, pero me dejó ese legado, esa enseñanza que la tengo grabada a fuego. Ni él ni yo lo sabíamos, pero aquella frase fue clave para los años que estaban por venir. El día que me entreguen el diploma me quedará la tranquilidad de que le hice caso, que fui detrás de mis sueños, de un porvenir, de una vida mejor…”, concluyó.