Pablo Matías es docente y decidió que, para poder darles clases a sus estudiantes de manera presencial, no podía quedarse de brazos cruzados. Por eso es que, manos a la obra, construyó cabinas transparentes para que quienes asisten al aula no corran riesgos de contagio de coronavirus. El trabajo lo hizo con dinero de su propio bolsillo y con lo recaudado en una muestra artística.
Pablo es músico y docente. Trabaja en educación en el área de discapacidad y brinda un taller municipal de canto. Además, en una escuela artística dicta un taller de Canto Popular. “Como a todos la vuelta a la presencialidad nos preocupó bastante, sentí que era un poco precipitado el retorno a las aulas porque había pocos recaudos como, por ejemplo, que todos los docentes estuviésemos vacunados antes del inicio. Pero bueno, se dio así y había que estar ahí”, contó a Los Andes.
Así, en las jornadas de la Escuela Artística Vocacional 5-001 de Rivadavia, junto con sus compañeros, se dio cuenta que su taller debería tener otro tipo de protocolo diferente al propuesto por la DGE ya que como es canto, no se iba a poder usar barbijo. “Al expulsar aerosoles (gotitas pequeñas de saliva) cuando cantamos propiciaría aún más los contagios por Covid”, explicó. Por ello, los docentes pensaron que una opción era dictar el taller en el patio de la institución, pero como la misma comparte edificio con otras dos escuelas más, un CENS y un CEBJA, entonces tampoco iba a ser adecuado, ya que quedaban en medio de ambas instituciones.
“Hice un análisis del espacio en el aula que es de 6 x 8 metros y decidí recibir a tres personas por grupo, dos grupos por jornada. Pedí en mi protocolo tres cabinas trasparentes para contener a las personas que asisten al taller y de esta manera poder brindar la clase y estar seguros. Pero como vi que la fecha de inicio de clases se acercaba, decidí hacer las cabinas por mis propios medios”, detalló.
Reorganizando recursos
Pablo cuenta que usó dinero de su sueldo y un dinero que recaudaron en una muestra artística del taller de canto, guitarra y violín (antes de la pandemia), que estaba destinado a la compra de un micrófono. Con esos recursos – aproximadamente unos $4.500 sólo en materiales- compró madera, hule trasparente y bisagras, y se puso a trabajar una semana antes del inicio de clases.
“La construcción me llevó tiempo y energías, pero por suerte logré el objetivo y las clases al menos parecen más seguras, cada uno dentro de su cabina. Hasta ahora no tenemos registro de contagios en el taller”, describió agregando que fue bastante estresante tener que resolver con sus propios recursos y tiempo personal la continuidad del taller de canto de manera presencial.
Respecto de la experiencia de dar clases, dijo que se siente bien volver a encontrarse con sus estudiantes, aunque se torna agotador por tener que pensar todo el tiempo en los cuidados para evitar los contagios. “Estás todo el tiempo exigiendo esos cuidados que a veces los mismos estudiantes y docentes se relajan. Estás alerta y eso es agotador pero es lo que nos toca”, dijo y añadió que los alumnos están agradecidos por lo que los docentes están haciendo. “Me han dicho que están sorprendidos por la cantidad de recaudos. Pero yo sentía que había que mantener a las personas seguras y a la vez manteniendo la práctica del canto”.
Para terminar, indicó que actualmente por dos días las clases presenciales se encuentran suspendidas por posibles contagios de Covid o hasta que los resultados de las personas con síntomas que asistieron estos días a la institución se conozcan.