Probablemente los efectivos de Gendarmería que le indicaron al conductor de un camión de mudanzas que detenga su vehículo para inspeccionarlo en lo que –se suponía- iba a ser un control de tantos en el puesto Los Árboles (camino a Uspallata, Mendoza) no se imaginaron que esa acción se convertiría en una pata fundamental para una compleja investigación nacional que avanza en la Justicia Federal. Y que incluye no solo a Mendoza, sino también a Buenos Aires, Santa Fe, La Pampa y otras tantas provincias del territorio nacional.
Luego de advertir que en el mencionado vehículo se transportaban más de 20 bultos y cajas con animales embalsamados (taxidermia) en su interior y de allanar la vivienda que tenía como destino este cargamento –y donde se encontraron otros más de 30 ejemplares embalsamados (ocultos)-; el Ministerio de Ambiente de la Nación amplió una denuncia dentro de una minuciosa investigación que ya lleva dos años. Este proceso busca desentramar una compleja y articulada red de “caza enlatada”.
“Hay tigres y leones que se cazan de manera ilegal en el país. Lo llamativo es que no son especies que habiten en Argentina; por lo que es parte de lo que se conoce como cacería enlatada o caza garantizada”, resumen desde la Brigada de Control Ambiental de la Nación, organismo que lleva adelante la investigación.
Si bien la Justicia deberá determinar si la taxidermia secuestrada en Mendoza a principios de febrero es parte de esta red de caza enlatada –fuentes de la investigación confirmaron que su propietario no ha aportado la documentación que certifique el origen legal de los ejemplares embalsamados ni su guía de tránsito donde conste el recorrido, lo que alimenta esta hipótesis-; por ahora es una posibilidad, más que concreta.
Y es que desde la mencionada Brigada de Control Ambiental comentaron que hace casi dos años que vienen siguiendo el rastro de la persona identificada en Uspallata como propietaria de la taxidermia, y agregaron que tenían indicios de que contaba con una colección de caza muy importante “en algún lugar de Buenos Aires”.
El hallazgo y posterior secuestro de los 55 animales embalsamados en Uspallata (que tuvo lugar en febrero, pero se conoció este miércoles) derivó en la imputación del encargado de la vivienda ubicada en las afueras de la villa de Uspallata a la que se dirigía el camión inspeccionado (en ese lugar se encontraron algunas piezas de taxidermia que ya habían sido trasladadas). Concretamente, este hombre –a quien se venía siguiendo desde hace años- fue imputado por infringir la ley nacional 22.421 (de Conservación de Fauna).
Sin embargo, desde la Nación no descartan que sea parte de una de las tantas puntas de esta meticulosa red. “Con lo que se ha identificado en Mendoza, hemos podido presumir que 80% de los animales encontrados en ese allanamiento habían salido de un mismo taller de taxidermia de Buenos Aires; y esa es una de las tres patas de este circuito. La primera es el lugar que criaron estas especies hace ya años (puede haber sido un zoológico o un circo, de cuando todavía se permitían los circos con animales), la segunda es ese circuito comercial en el que se compraron estos animales –de forma clandestina- y se los llevó a un lugar para que se los cace (también ilegal); mientras que la tercera pata son estos talleres que embalsaman especies cazadas sin que el cazador tenga la documentación legal”, explican desde la Brigada de Control Ambiental.
En ese sentido, el taller del que habían salido las 55 taxidermias secuestradas en Mendoza formaría parte de la tercera de las patas de esta red ilegal; por lo que ahora la investigación judicial deberá determinar si esos animales salieron de un zoológico de Buenos Aires (no se sabe si vivos o muertos), pasaron por el taller que está sospechado y llegaron al cazador que vivía en Buenos Aires y se había mudado a Mendoza.
“Cuando comenzamos con esta investigación, parecía una locura hablar de caza de tigres de bengala –por ejemplo- en Argentina. Pero mientras fue avanzando y con los descubrimientos que se fueron haciendo, todo comienza a cerrar y se va confirmando. En 2018 se secuestró un tigre de bengala –vivo-, entre otros ejemplares, en cautiverio; dentro la propiedad de un importante empresario de Olavarría”, ejemplifica el vocero de la Brigada de Control Ambiental.
El oscuro circuito de la caza enlatada
Las redes sociales fueron el punto de partida de esta compleja investigación, que ahora toca de cerca y de forma directa a Mendoza; a raíz del hallazgo de los 55 animales embalsamados en Uspallata. Justamente algunas fotos en Instagram y en Facebook llamaban poderosamente la atención de personal de la Brigada de Control Ambiental de la Nación, puesto que los propietarios de esos perfiles publicaban fotos posando con tigres de bengala recién cazados y/o embalsamados o con otras especies como trofeos y que no son autóctonos de la región. Sin embargo, no tenían ninguna otra foto en sus perfiles sociales que permitiera deducir o confirmar que habían viajado a otro país para cazarlos. Hasta el momento, un dato llamativo; pero que –por sí solo- no implicaba ningún delito propiamente dicho. No obstante, permitió encender las primeras alarmas.
A partir de esa punta, comenzaron a investigar –de forma discreta, y siempre por las redes- a distintas personas y publicaciones sospechosas; como por ejemplo fotos en las que se mostraba un modesto cuchillo, se aclaraba que estaba a la venta y se pedían miles de dólares por el producto. ¿Un costo alto para un cuchillo?. Probablemente sí, pero no para la piel de yaguareté que estaba en el fondo de la foto, detrás del cuchillo; y que era lo que realmente se estaba ofreciendo para la venta (de forma sutil y cuasi oculta). Y es que la caza del yaguareté, una especie autóctona y protegida del noreste argentino, está prohibida y penada.
Del mismo modo, y utilizando esta metodología de propaganda encubierta, se identificaron perfiles de Facebook con fotos de tigres cazados. Se trata de una forma simple de conseguir clientes que estén buscando matar este tipo de animales, ya que -para el ambiente de los cazadores- alcanza y sobra con una foto para saber qué es lo que se está ofreciendo encubiertamente.
Así fue como en 2019 la investigación de este circuito tomó una forma ya más concreta; con rumores y versiones (luego denunciadas) referidos a actividades para cazar tigres en Argentina, a 50 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, a cambio de 20.000 dólares. “Evidentemente, estos tigres que se ofrecen para ser cazados salen de un lugar donde se tienen en cautiverio. Dentro de la investigación, en distintos operativos hicimos secuestros de tigres y leones muertos -taxidermias-, y no se encontró la documentación de importación de estos trofeos (porque son ejemplares que habitan en otros continentes) ni la guía de tránsito. A ello se suma otro dato más que llamativo, y es que los ejemplares de taxidermia no tenían una sola lastimadura en la piel -los tigres y leones salvajes poseen muchas cicatrices debido a peleas con otros de su misma especie-; al tiempo que se observaban las garras mutiladas. Eso nos dio la pauta que mutilaron esos ejemplares y los criaron entre humanos. Entonces nos dimos cuenta de que el problema no es específicamente el tráfico de taxidermia, sino que hubo zoológicos inescrupulosos o circos que comercializaron esas especies en algún momento”, agregan.
Además del circuito de la caza enlatada (recibe ese nombre porque los ejemplares están en cotos de caza delimitados y sin posibilidad de resguardarse o defenderse), la investigación está centrada, además, en los animales embalsamados. Y es que los ejemplares ya muertos y reconstruidos como trofeos también tienen su valor monetario. El cuero del tigre de bengala, por ejemplo, está valuado hasta en 8.000 dólares.
Entre otros operativos exitosos que incluyó esta investigación –como el del allanamiento al cazador en Mendoza que tenía un tigre embalsamado en su living, junto a ejemplares de otras especies, y el hallazgo de los trofeos-, se destacan otros realizados en la Provincia de Buenos Aires y Santa Fe. De hecho, en un allanamiento que se hizo en enero de este año en Balcarce (Buenos Aires) se encontraron más de 300 animales vivos en lo que, se presume, era un criadero ilegal para abastecer a cotos de caza clandestinos. Entre los ejemplares –con vida- había dos tigres de bengala, 10 pumas, búfalos y ciervos y antílopes de la India.
El caso mendocino
Aunque el allanamiento en el que se encontraron los 55 ejemplares embalsamados fue en Uspallata y las cargas habían sido trasladadas desde el depósito de una empresa de mudanzas en Guaymallén; el imputado por este episodio concreto es oriundo de la Provincia de Buenos Aires. Y desde allí lo venían siguiendo desde la Nación, como parte de esta mega investigación.
De acuerdo a lo que ha trascendido sobre la persona implicada en el “caso mendocino”, no se trata de un cazador avezado; aunque es una persona con alto poder adquisitivo y a quien le gusta la caza. Una de sus aficiones es coleccionar animales muertos, por lo que dentro de su colección había animales cazados por él mismo o que había adquirido ya sin vida.
Dentro del material secuestrado al imputado en Mendoza (todos los ejemplares están embalsamados), hay dos cuerpos de tigre de Bengala -especie considerada en peligro de extinción y protegida por normas internaciones-; además de taxidermias de osos pardos, león africano, ciervo axis, carnero de Texas, carnero de cuatro cuernos, toro long horn, búfalo de agua, thar del Himalaya, antílope negro, carnero de Dall, jabalíes y muflón. Además, había ejemplares embalsamados de especies silvestres protegidas dentro de la fauna argentina; como un aguará guazú (en peligro de extinción), pumas, ñandúes, pecaríes de distintas especies (labiado y quimilero), zorro gris; y aves como ñacurutú (conocido como Gran Búho Cornudo), carancho y flamenco austral.
Al no contar con la documentación obligatoria, no hay formas de constatar su origen. No obstante, es muy probable que no los haya ido a cazar afuera –dada sus características personales-, sino que los haya comprado ya muertos con el único objetivo de nutrir aún más su colección.
“Con esta investigación apuntamos a desentramar toda una red, que es más grande de lo que parece. Esto que pasa hoy en Argentina y estamos pudiendo desarticular; ya pasó en Badajoz (España), un pueblito de 4.000 habitantes donde había un coto de caza de 80 hectáreas. Los responsables compraban animales de zoológicos y circos, y los liberaban en cotos de para que sean cazados”, sintetizan desde la Brigada de Control Ambiental.