María Josefa Bonazza, de 79 años, es la única sobreviviente del trágico derrumbe del 29 de octubre pasado en un edificio de Villa Gesell, luego de pasar 10 horas atrapada bajo los escombros. Con sus piernas atrapadas y de espaldas al suelo, recurrió al código Morse para señalar su ubicación y ser rescatada. “Ta ta ta... taaa taaa taaa... ta ta ta”, repitió incansablemente con una piedra, enviando el S.O.S. que alertó a los rescatistas.
“Le pregunté a Mariano, el bombero que me hablaba, y me dijo que me habían encontrado por eso. Todo el mundo lo tiene que saber, hay universitarios que no saben ni lo que es, y te puede salvar la vida”, expresó Bonazza al diario Clarín, mientras se recupera en el Hospital Fossati de Balcarce.
María había viajado con su esposo, el artista plástico Federico Ciocchini de 84 años, para arreglar su departamento en Villa Gesell porque lo habían alquilado. Tras oír un estruendo en la madrugada, el techo se desplomó sobre ellos. “Nos despertó un ruido ensordecedor; él me preguntó si lo había oído, y después, enseguida, hubo otros dos ruidos como explosiones y se nos vino todo encima. Escuché solo un quejido de él. ‘Quedate tranquilo’”, cuenta que le decía.
María, a pesar de la devastación, mantuvo la calma y aplicó técnicas de respiración de yoga para conservar energía y mantenerse consciente.
Sin poder ver, sabía que su esposo yacía junto a ella y le hablaba para consolarlo. “No sufrió mucho porque fue instantáneo, no sentí una respiración agónica que me dijera que estaba sufriendo. Yo le hablaba: ‘Tesoro’, fue un derrumbe, ya nos van a venir a rescatar’”. Sin embargo, nunca recibió respuesta.
María Josefina estuvo 10 horas bajo los escombros con la fortuna de que sólo sufrió una pequeña fractura en el radio derecho, algunos moretones y raspaduras. “Se nos viene todo encima y con algún material se forma arriba mío como una forma de cúpula, y sentí que corría aire, de un lado y de otro, sabía que podía respirar, entonces le dije a Fede que nos quedemos tranquilos, nos tenemos que quedar quietos. Ya no me contestó”, recordó sobre el horrible momento.
A pesar de la tragedia, cuando escuchó sirenas, supo que la ayuda estaba en camino. “En ningún momento perdí la calma porque tenía la certeza que nos iban a salvar. Todavía no sabía que mi maridito había muerto. Decidí que no tenía que gastar energía, y de pronto sentí una sirena lejana. ¡No te puedo explicar la emoción que sentí cuando la escuché!”, contó instantes antes de comenzar a dar golpes en código Morse para que la localizaran.
“Me quedé quietita esperando algún ruido y cuando escuché algo, sabiendo que podía respirar, comencé con los gritos. Respondan si me escuchan, repetía. Empecé a manotear y encontré la piedra. Empecé a hacer el código Morse con la piedra: ta ta ta... taaa taaa taaa... ta ta ta... Así supieron que había una persona consciente del otro lado y pidiendo ayuda”, reveló María que es abogada pero nunca ejerció.
Ella es hija de “un personaje” de Balcarce: Severino Bonazza, un hombre que tenía el “mejor humor del mundo”. Está acompañada por su hermana Doris y su prima María Elena. Según contó, apenas le den el alta, tiene planeado ir a la casa de Doris, quien recuerda a Silvia, una hermana fallecida y a su madre: “Cuando nadie sabía de qué se trataba ni conocía la palabra yoga, ya lo practicaban, y eso también le sirvió a ella para sobrevivir”.
Las respiraciones de yoga y la conexión con uno de los rescatistas fue crucial para ayudarla a mantener la calma: “El bombero Mariano me hablaba cada cinco minutos, fue mi ángel. Me hicieron llegar una cámara para orientarse sobre mi posición y así planearon el rescate”, contó agradecida.
“Solo me quedó la cara libre, como si fuera una corona de piedras alrededor, pero una piedra, cuando hablaba, se me venía hacía la boca, y yo la intentaba alejar con la lengua. Tenía ese miedo”, habló de la preocupación que tuvo mientras ubicaba a los rescatistas.
“Pero me salvaron mis ángeles, los bomberos, las enfermeras, los médicos, el encargado Carlos Cantagliano, que les dijo dónde podíamos estar, y ahora mis parientes que me acompañan. Después, no sé, una fatalidad, creo que una casualidad nos puso ahí. Yo no creía mucho en los milagros, bueno, ahora tendré que creer”, concluyó agradecida.
El cuerpo de su esposo fue el primero en ser sacado de entre los escombros, pero no sobrevivió. “Sentí cómo lo sacaban. Vivimos 48 años de amor, felices, una vida hermosa. No estoy angustiada, ni furiosa, estoy triste por mi amorcito, porque me falta mi amor. Me queda recordarlo”.