Cuando se ama la propia tierra no es fácil cambiar el rumbo. Así lo advierte Alejandro Munafó, mendocino de pura cepa, domador y hombre de campo, que el pasado 24 de agosto fue distinguido, junto a otros exponentes, como padre destacado sanmartiniano en un acto encabezado por el intendente de Las Heras, Daniel Orozco.
Alejandro vive en el paraje San Alberto, Uspallata, junto a su esposa Mariana y su hijo Gianfranco. Además de ser domador y de criar animales -cabras, ponys, ovejas y llamas- creó junto a un guía de montaña un emprendimiento propio que consiste en cruzar la Cordillera de los Andes junto a turistas del país y el extranjero.
“Es una vida hermosa que alguna vez intenté cambiar y hoy me arrepiento. Todavía no puedo entender cómo en 2003 me fui a España, México y Estados Unidos. Tenía absolutamente todo en Mendoza y no me daba cuenta”, relata.
La solvencia económica que permiten los países desarrollados, agrega, no se compara con vivir junto a los afectos y en medio de un lugar que ofrece gran una calidad de vida como esta provincia.
“Afortunadamente me di cuenta y regresé para armar mi familia y hacer lo único que sé: trabajar en el campo”, advierte, mientras cuenta que la estancia donde trabaja posee en el extenso predio dos cabañas y pileta para recibir visitantes del país y de todo el mundo.
Los Munafó se dedican a criar animales que adoptaron del Ecoparque y montaron una granja educativa. “Mi hijo se cría sin quemar etapas. El mundo no es vertiginoso en esta parte de la Argentina”, define con orgullo para aclarar: “Amo mi Patria y otros aman el dinero, lo entiendo, no lo condeno, pero esto no se compara con nada”.
Nacido en el barrio Municipal de Las Heras, sueña con tener su propia tierra, aunque es consciente, por ahora, de lo difícil que eso representa en este momento por la economía. “Tenemos nuestros rebusques y sobrevivimos en un lugar donde existen los valores”, define.
Amor por San Martín
Hace 10 años, junto con su amigo Pato, Alejandro Munafó comenzó a armar expediciones a Chile. El Valle de los Patos y el Paso del Portillo son para él moneda corriente.
Durante la pandemia todas las actividades se frenaron y ahora remontan estas excursiones que suelen tener muchísimos adeptos en todo el mundo por la impronta que desplegó San Martín.
“Soy un fanático del general San Martín por su proeza y por su coraje. Nunca me canso de cruzar la cordillera, observo el paisaje y no puedo entender cómo se animó sin ropa adecuada, sin campera de pluma. Una locura”, reflexiona.
“Cada vez que subo al caballo con mi contingente es un verdadero placer más allá de que representa mi sustento. Entre diciembre y febrero, fecha en que se realizan las salidas, hemos llegado a tener hasta seis viajes”, recuerda.
“Soy muy sanmartiniano y trato de que no se pierda esa iniciativa o ese espíritu de patriotismo, unión e integridad, de que somos todos iguales, sin diferencias sociales o raciales, porque así nos enseñó San Martín”, enfatiza.
Y sobre la figura del “Padre de la Patria”, considera: “Fue un héroe que con nada hizo un esfuerzo enorme, unió a un pueblo y logró liberar tres países cruzando la cordillera con una estrategia admirable”.
Alejandro vuelve al ruedo con su vida tranquila y dice que busca todos los días que no se pierda. Es un apasionado de los caballos criollos y, de hecho, desde Estados Unidos trajo su capacitación en doma racional.
Exjugador de fútbol, en una guitarreada con amigos conoció a quien hoy es su mujer, Mariana, nacida y criada en la estancia de Canota. “Nos unió el amor por el campo así que acá estamos”.
“Deseo que mi hijo se críe en un ambiente como corresponde, con respeto y educación. Tiene un corral de juguete y dice que le encantaría dedicarse al campo”, señala.
Entre surcos y corrales
El reconocimiento recibido por Munafó el mes pasado suele otorgarse a los hijos de esta tierra sanmartiniana por excelencia, “que crecen entre surcos, corrales y vides, aprendiendo el amor y respeto a la naturaleza a la par del amor y respeto a su Patria”.
La propuesta de Las Heras apunta a padres que dedican sus horas, de sol a sol al trabajo de la tierra; que crían a sus hijos en ese hábitat sagrado del campo enseñando con el ejemplo a que el esfuerzo da su recompensa y el cuidado de las plantas y de los animales.