La brecha de género se halla en numerosos sectores. Un rubro en el que la mujer participa notablemente menos, es en el de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemática (CTIM). Un contexto social masculinizado, verticalista, lleno de estereotipos y cuestionamientos de las capacidades técnicas son algunas de las barreras que limitan el acceso, promoción o incluso el acercamiento de las mujeres a la industria tecnológica. Las mismas que van a evitar que el 75% del millón y medio de puestos vacantes vinculados a la tecnología se llenen en 2020, según la Agenda Digital para la Unión Europea.
En Argentina, existen diversas ONGs que promueven el ingreso de chicas que están cursando el secundario a carreras de esta rama. Chicas en Tecnología es una organización de la sociedad civil, sin fines de lucro argentina que desde 2015 busca reducir la brecha de género en tecnología. Nació de la mano de cuatro cofundadoras que trabajaban en industrias digitales o de educación y se dieron cuenta de la ausencia de mujeres ocupando estos roles.
Otro ejemplo es el de Chicas Programadoras, club fundado por María Laura Palacios y Juan Navarro a partir de la inquietud de que sus respectivas hijas adolescentes no se sentían cómodas con estudiar tecnología en espacios rodeadas de varones. Tomando como referencia a la organización estadounidense Girls Who Code, aggiornaron los programas educativos de CTIM a la idiosincrasia argentina y hoy en día tienen más de 26 clubes alrededor del país.
Seis años atrás, también iniciaba con el mismo fin Media Chicas, que a día de hoy logró capacitar a más de 3000 mujeres de entre 18 y 35 años con programas de formación en tecnologías, habilidades en comunicación digital y metodologías ágiles así como en Data Science.
Según un estudio realizado por Chicas en Tecnología, entre los años 2010 y 2015, y en el caso de las universidades que informaron datos desagregados por género en sus carreras, se registraron 102.800 nuevas inscripciones en carreras relacionadas con Programación. De este total el 16,02% corresponden a ingresos de mujeres y 83,98% a varones.
Barreras culturales
Existen barreras culturales que al potenciarse con los estereotipos impuestos por la sociedad, cierran a las mujeres a siquiera considerar estudiar una carrera de la industria CTIM.
Carolina Cueliche, Líder de Comunicación Científica y Tecnológica en IBM Argentina, señala que las mujeres no estudian una carrera relacionada a estos temas porque desde corta edad están estimuladas a hacer otras cosas. Indica que es más probable que de niñas se les regalen muñecas, jueguen a la casita y a la mamá. En esto coincide Nicolás Wainer – psicólogo y coordinador de programas de Chicas en Tecnología- quien opina que la razón por la que estudian o acceden menos a esas carreras tiene que ver con la construcción social del rol que debe ocupar la mujer, con la presión que se le pone a las mujeres diferente a la de los varones: “Por ejemplo se ve en las publicidades de videojuegos que apuntaban a los hombres y la cocinita a las mujeres. El rol de mujer en la historia, en la sociedad, las publicidades, e incluso las habilidades que son esperables de una mujer y hombre que son diferentes y no deberían”. Yas García, fundadora de Media Chicas, también concuerda con que gracias a estos sesgos la mujer no sólo no estudia, sino que además se aleja de cosas más hogareñas como los videojuegos. Afirma también que: “hay estereotipos y sesgos dedicados a que ciertos roles y posibilidades académicas, que muestran a los hombres como los más propensos a estudiar este tipo de carreras o tener esos roles”.
El lazo estrecho entre los hombres y los dispositivos tecnológicos también es destacado por María Laura Palacios, co-fundadora de Chicas Programadoras. Un estudio llevado adelante por la Fundación Sadosky indicó que en los años 60, el porcentaje de mujeres en Carreras de Ciencias de la Computación y Lic. en Ciencias de la Computación UBA era de 67%, mientras que en la actualidad sólo hay un 11%. Palacios destaca que en la década del 70 con el comienzo de la PC, “todo el marketing asociado a la computadora personal fue vinculado al varón, entonces inconscientemente creo que eso pegó muchísimo”.
La influencia de la publicidad no es lo único que señala la también Vicepresidenta de la Cámara de la Industria Argentina del Software. El rol prefijado más fuerte de derribar es el de la mujer sujeta y el hombre parcialmente desligado a la familia. Palacios afirma que: “hoy todavía hay muchas tareas que las hace la mujer y no están al 100% a la par del hombre. Eso no te lo da la industria sino la sociedad, que pone a la mujer en detrimento del hombre”. La logística familiar frecuentemente incide en la decisión de qué carrera académica seguir, debido a los tiempos estipulados que una mujer debe dedicarle a los hijos. María Laura declara haber tenido que acomodar cosas que el varón no acomoda, y piensa que: “esto va a cambiar cuando realmente el trabajo de la mujer se valore de la misma manera que se valora el trabajo del hombre”. Carolina Cueliche coincide con que la falta de participación de las mujeres en eventos de tecnología suele ser causada por la ausencia de guarderías o lactarios, o las largas horas que duran las jornadas: “si tenés hijos, no tenés manera de poder hacer esas cosas, porque no tenes un lugar; esos son sesgos o prejuicios que se van rompiendo de a poco a medida que hay mayor participación de mujeres”. Por eso Palacios hace hincapié en que parte de su misión consta de: “mostrarle a las chicas que tienen mucha posibilidad de armonizar su parte profesional y familiar, sin que por dedicarse a la familia tengan que resignar a su vida profesional”.
Limitaciones en la educación
Las experiencias universitarias que atraviesan las mujeres que quieren estudiar estas carreras son distintas. Carolina Cueliche dice por un lado que las mujeres encuentran mucha hostilidad en este ambiente. “He escuchado casos de docentes que le preguntan a las alumnas qué hacen en el aula, que la materia o carrera es de hombres y nada de mujeres; he escuchado compañeros de ellas hacer los mismo comentarios, por ejemplo cuando van a eventos o actividades. Primero tenés que pelear para poder acceder, y después en el día a día algunos te recuerdan que es el lugar en el que no deberías estar”. Por otro lado, María Laura Palacios recuerda haber tenido una muy buena experiencia, siempre rodeada de varones, y de esto mismo nació su club. Ella reconoce que: “son más los impedimentos y estereotipos que nos ponemos nosotras mismas que lo que nos pone la carrera”.
Uno de los estereotipos a los que se refiere María Laura se inculca desde los inicios del sistema educativo. El preconcepto de que el mundo de la tecnología y la computación pertenece a los hombres es una construcción de la sociedad. Ella es promotora de que los colegios secundarios deberían capacitar a todos los alumnos para que sepan lo mínimo de la programación. Reclama la vitalidad de este conocimiento al expresar que: “hoy por hoy, que un chico salga del colegio sin saber programar es como que salga sin saber leer”. Aclara que cuando las chicas ingresan al club: “consideran a la carrera como difícil, que no es algo para ellas, que se necesita mucha matemática”. Esta visión de las jóvenes cambia al terminar los cursos, ya que estos logran su objetivo de desmitificar la tecnología, dar a conocer lo que se hace, qué se logra con esta y mostrar cómo trabajan sus mentoras.
Chicas en Tecnología apunta sus cursos a chicas en edad de secundario porque según Wainer, la adolescencia es el momento de mayor creatividad y conflictividad, cuando con mucha ansiedad y angustia deben decidir qué carrera seguir. En esta etapa tienen mucha capacidad de aprendizaje y apertura a aprender cosa nuevas. Para esto, la ONG las acompaña en el proceso y les muestra esas opciones en edades clave.
Brecha salarial
En cuanto a la brecha salarial hay distintas miradas. Por un lado, Carolina Cueliche trabaja en la multinacional de tecnología y consultoría IBM que desde 1935 tiene una política de a igual tarea, igual salario. Aún así, afirma que este problema existe en el mundo y que en Argentina volvió a crecer en los últimos años. “Se cuestiona mucho a las mujeres que acceden a cargos de liderazgo pero se cuestiona menos a un hombre que accede a este”. Palacios sostiene que ante la misma posición, una mujer hoy no puede ganar menos. Si existe ese limitante, estaría en contra de su experiencia. Yas García por otro lado, insiste en que no hay mujeres en rangos de liderazgo. Explica que desde sus ojos, la brecha salarial pasa por el crecimiento verticalista que impacta en los sueldos y el techo impuesto a las mujeres: “el hombre gana más porque más allá de que en el mismo rango todos ganemos igual, los que escalan sólo son hombres, por ende siempre el hombre gana más”.
Cómo se puede solucionar
El interrogante que surge de la ausencia femenina en esta industria es qué hace falta para que más mujeres se integren. La clave es la visibilización de las oportunidades. Wainer, desde la visión de Chicas en Tecnología, opina que la brecha de género debe basarse en la frase “No podés ser lo que no ves”, haciendo referencia a difundir el trabajo de las ONGs, el reclamo, la brecha, las posibilidades de carrera y el mostrar mujeres con ese perfil para generar identificación. Por su lado, Cueliche propone generar “comunicación con perspectiva de género” para que se sienta invitada e interpelada. “Tenemos que tratar de mostrarle a la mujer todas las opciones distintas que tiene y a las que se puede acercar, y dejar de pensar que hay carreras para hombres y carreras para mujeres”, justifica.
Durante la cuarentena, estas organizaciones están abriendo sus puertas digitales a través de webinars (conferencias web) informativos y capacitaciones online, para continuar incentivando a que las mujeres de todas edades exploren el mundo de la tecnología.
Esta nota obtuvo el primer puesto en la categoría Periodismo Universitario en la entrega anual de los Premios Adepa, auspiciada por Diario Los Andes. La autora es estudiante de la Universidad Católica Argentina.