Tarot al paso: Victoria, “La Brujita” que tira las cartas en pleno Centro mendocino

Victoria Caballero (21) se instala todos los días en la esquina de San Martín y Espejo. Se acomoda en el suelo con un mantelito de cuero y un mazo y revela el porvenir a los transeúntes.

Tarot al paso: Victoria, “La Brujita” que tira las cartas en pleno Centro mendocino
Instalada en un rincón de la vereda Oeste y sólo con un mantel y sus cartas, Vicky llama la atención de quienes pasan por la transitada esquina de San Martín y Espejo. | Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

El Centro mendocino es un ecosistema bastante particular de por sí. Lo integran los transeúntes, los vehículos que cruzan las calles y aguardan el verde de los semáforos en las esquinas y los incontables comercios. A ellos se suman otros actores pasajeros, que pueden ser vendedores ambulantes, gente que pide una colaboración y músicos o artistas incipientes que esperan su golpe de suerte mientras se lucen ante el público ocasional.

Sin embargo, en la esquina de San Martín y Espejo, de lunes a sábado de 9 a 13.30 y de 18 a 20, minutos más, minutos menos, una joven no pasa desapercibida sino que logra sobresalir entre el resto del decorado material y humano. Con su mantel de cuero, arrodillada o sentada en el piso, la muchacha le tira las cartas a quienes se lo piden y lee el tarot.

“Me ha pasado de gente que ha venido a verme después de que le tiré las cartas, asombrada y diciéndome que se cumplió todo lo que les dije. O personas que han llegado recomendadas por gente que estuvo antes”, cuenta a Los Andes Victoria Caballero (21), “La Brujita”, como la conocen todos en esa esquina.

Vicky, la “Brujita” o “The witch” (bruja, en inglés) son los apodos de esta joven que, con su particular personalidad y simpleza, se lleva toda las miradas en esa esquina céntrica. Y sólo lo hace con su mazo de cartas de tarot y su mantel. “No uso ninguna ropa en especial ni maquillaje en particular. El tarot no pasa por ahí ni cerca”, agrega la muchacha en una pausa de sus quehaceres esotéricos.

La joven tira las cartas a quien se lo pide y también hace limpiezas energéticas. Y, según reconoce, no siempre la gente está preparada para escuchar lo que ella tiene que decir. “Pero yo no les puedo mentir”, se sincera.

“La Brujita” tiene cuatro tarifas diferentes para distintos servicios. La más económica es de 300 pesos por una pregunta. | Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
“La Brujita” tiene cuatro tarifas diferentes para distintos servicios. La más económica es de 300 pesos por una pregunta. | Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

En cuanto a las tarifas, la joven cobra 300 pesos por la lectura básica (una sola pregunta), mientras que la lectura general (que integra los rubros amor, salud y dinero) tiene un valor de 500 pesos. También ofrece la posibilidad de hacer una lectura “súper general” por 700 pesos y limpiezas energéticas por 1.500 pesos.

Tarot callejero y al paso

Todos los días, antes de las 9, Victoria se toma el colectivo que la lleva desde El Algarrobal (Las Heras), donde vive, hasta el Centro mendocino. Sin llamar demasiado la atención, estira su mantel de cuero en la vereda Oeste y se instala en la ya mencionada esquina.

Es una zona en la que abundan personas que ofrecen algo. Si no es una estampita, es cambio de moneda extranjera. Si no son medias, es una bolsita de garrapiñadas o maní con chocolate. La oferta es amplia en la esquina. Pero la “Brujita” ofrece algo que no cualquiera tiene: la posibilidad de conocer sobre el pasado, presente y futuro –en planos desconocidos- para quien esté dispuesto a escucharlo.

“Hay bastante variedad de clientes, desde adolescentes hasta gente ya grande. Los más comunes son chicas adolescentes o personas de la tercera edad. Hace un año y medio tiro las cartas y es algo que me apasiona”, cuenta Victoria.

La joven, además, tiene una página en Facebook donde ofrece este servicio a quien se lo solicite pero virtualmente.

Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Desde chica, Victoria Caballero tenía pasión por las plantas y sus propiedades curativas. Sin embargo, hace poco más de un año, tras haberle pedido a otra vidente que le leyera las líneas de la mano, le revelaron que era una “bruja antepasada”. Y ese día supo que lo suyo era el tarot.

“Aprendí leyendo un libro y no dejo de leer para seguir aprendiendo. Cuando me dijeron que era una bruja antepasada quise compartir eso con la gente porque no me servía ni ayudaba a nadie si me lo guardaba para mí misma”, continúa la tarotista mendocina.

Principales consultas y momentos incómodos

Las cartas tienen mucho para decir, pero hay que saber leerlas. Y en una época en la que pareciera ser que el tarot está de moda, Vicky lo considera mucho más que una tendencia pasajera.

“Cada vez más gente se anima a hacerse tirar las cartas. Muchos se acercan con miedo y timidez, como si tuvieran temor de lo que le van a decir las cartas. Pero esto va más allá de si uno cree o no”, advierte, mientras sus compañeros de vereda corean de fondo: “Cambio, cambio”.

Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

En el grupo de amigos y amigas, Victoria no está a salvo de que siempre, sin importar el contexto y el entorno, le terminen pidiendo que les tire las cartas a los demás. Pero ella lo disfruta porque es una pasión y parte de su forma de vida.

“Las preguntas que más me hace la gente tienen que ver con amor, con si van a volver con el ex y cosas así. Con sólo ver a las personas ya te das una idea de cómo se sienten. Una vez había una mujer que no quería y yo le insistía para tirarle las cartas. Como la vi muy temerosa, le dije: ‘No te preocupes, tu abuelo te está cuidando’. Y ella se puso a llorar y me contó que su abuelo había fallecido. Pero recién ahí me lo contó”, rememora.

Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Otro de los momentos incómodos en la rutina de Victoria tuvo que ver, por ejemplo, con aquella oportunidad en que un hombre en silla de ruedas le preguntó si iba a volver a caminar. Y la “Brujita” no le pudo mentir. Le dijo que no, a pesar de la mueca de tristeza y desesperanza de quien estaba sentado frente a ella.

También le ha tocado lidiar con personas que, reacias a creer en el tarot y las cartas, la increparon en pleno Centro y ante la atónita mirada de quienes pasaban por el lugar. “Una vez vino una mujer, muy cristiana, y me habló de Dios. Me dijo que todo eso era del enemigo, que no podía hacerlo. Sentí que ella quiso venir a imponer su ideología. Pero esa mujer no sabía que el tarot y la religión no son opuestos y que se puede combinar. O sea, podés creer en Dios y también leer las cartas”, agrega.

La joven está a dos materias de terminar la secundaria y tiene más que claro que lo va a hacer pronto. Esto no será un obstáculo para que, de lunes a sábado, por la mañana y por la tarde, siga acomodándose en la esquina céntrica con sus cartas. “Hay mucha gente que se me acerca para decirme que todo esto es mentira. Pero también hay cada vez más gente se anima a hacerse tirar las cartas”, concluye.

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