No solamente que están en las alturas sino que, sin lugar a dudas, también se encuentran a la altura. Cada vez más guías de montaña mendocinos se encuentran diseminados en los distintos picos y cadenas del mundo, destacándose y sobresaliendo en el mundo entero.
En América, en Europa, en Asia, en Oceanía, en África, en la Antártida; donde sea que haya un monte o pico de esos que los montañistas del mundo sueñan ascender, hay un mendocino trabajando como guía.
“Creo que los guías mendocinos se destacan en este tipo de trabajos porque se llevan bien con la altura. Nuestra escuela es toda en Alta Montaña, desde el vamos empezás a los 3.000 msnm”, destaca el guía mendocino Manuel Stahringer, quien recientemente completó su primera cumbre al Everest como guía de montaña internacional.
A raíz de su experiencia como guía internacional, Stahringer armó su propia empresa -NK Climbing Expeditions-, y trabaja como free lance, ofreciendo sus servicios de guiado a otras empresas de todo el mundo.
Además de ser el pico más alto de América y el imán para cientos de miles de turistas del mundo entero cada año, el Aconcagua en Mendoza es, además, una inmejorable escuela y una excelente vidriera para que los guías locales exhiban su potencial.
“Te diría que 100% de los guías de Mendoza que laburan afuera llegaron porque las empresas que los contratan los encontraron en el Aconcagua. Si sos prolijo y ven que tenés entusiasmo, es muy probable que alguna empresa que haya venido varias veces y te haya fichado ya te ofrezca un trabajo”, agrega a su turno Ulises Corvalán, quien lleva 28 años trabajando como guía y viene de hacer cumbre en el Everest también.
Además de trabajar por su cuenta, Corvalán presta servicios desde hace 24 años en Grajales Expediciones, dentro del Aconcagua. En el “Coloso de América” no se ha perdido ninguna de las temporadas de los últimos 32 años, a excepción del año del brote de Covid-19 en que directamente no se abrió el parque.
Y en el extranjero trabaja para la empresa Furtenbach Adventures (con sede en Austria) y con la que participa de expediciones al Everest y al Manaslu.
Además, ambos guías mendocinos resaltan que la calidez de los guías mendocinos (y argentinos) y la predisposición para solucionar imprevistos y asumir roles que, desde la teoría, no les corresponden también les permiten sobresalir en el mundo entero.
EN LA ALTURA
Ulises Corvalán (52) comenzó a trabajar de guía a los 24 años. Estudió en la Escuela de Guías de Alta Montaña de Mendoza y luego, ya recibido, trabajó como instructor durante 25 años.
Toda esa vida vinculado a la montaña le ha permitido estar en todos los continentes. En siete oportunidades estuvo en el Himalaya, tres veces en Alaska, otras cinco veces en África, y que se suman a cuatro expediciones en Rusia, además de la Antártida y en Oceanía.
“En América estuve 13 años en Bolivia y 7 en Perú. Y en Argentina, de Ushuaia a la Quiaca y siempre pegado a la montaña, he trabajado en todo el país”, describe.
Fue precisamente una de las temporadas en el Aconcagua la que le permitió dar el salto al extranjero en su rol de guía.
“En 2014, una clienta que había estado en el Aconcagua me contrató para hacer el Seven Summit (ascender a las 7 cumbres más altas todos los continentes)”, repasa Corvalán.
Si bien esa fue la primera expedición el Eeverest donde ofició como guía, Ulises Corvalán ya había ido al Himalaya con amigos. Luego regreso en 2015, en 2016, en 2021, en 2022, el año pasado y hace unas semanas.
Manuel Stahringer (37), por su parte, arrancó su formación como guía en 2010. Sin embargo, su vínculo con la montaña viene desde siempre, ya que su padre fue quien le inculcó el amor por este ambiente.
Entre 2017 y 2021, Stahringer fue parte de la Escuela de Guías de Alta Montaña de Mendoza, mientras que en 2021 siguió con su preparación en la Unión Internacional de Asociaciones de Guías de Montaña (Uiagm), la principal formadora de guías a nivel mundial.
El octubre de 2023 se recibió de guía internacional, y con ese título quedó habilitado para guiar en cualquier montaña del mundo, con todos los protocolos vinculados al guiado y a las maniobras de manejo y de rescate.
“Hace 21 años hice mi primera temporada en Aconcagua. Empecé trabajando de cocinero, luego fui campamentero, luego porteador y después, con título, trabajé como porteador asistente de guías”, repasa Stahringer.
Ya titulado y certificado, Stahringer comenzó a trabajar en los principales escenario mundiales. Y a través de la empresa que él mismo constituyó conoció a una firma de Estados Unidos con la que está trabajando, tanto en el Aconcagua como en el Himalaya.
“Nuestra gran escuela es el Aconcagua. Siempre nos hemos abocado y se empieza ahí. Y nuestro terreno nos ha ayudado a adaptarnos, profesionalizarnos y experimentarnos en montañas de gran altitud”, agrega desde Katmandú.
En 2023, Stahringer viajó a Nepal para participar de un trekking al campo base del Everest. Pero ya este año regresó como asistente de guía e hizo cumbre en el Everest el lunes 13 de mayo.
Es precisamente Katmandú la puerta de entrada a la expedición. Y desde allí, en avioneta, los expedicionarios parten hacia el aeropuerto de Lukla, considerado el más peligroso del mundo. Y es que su reducida pista (450 metros) y su altitud (2.860 msnm) llevan a que las aeronaves aterricen cuesta arriba y despeguen cuesta abajo.
Desde el aeropuerto al campo base (5.400 msnm) hay 62 kilómetros. A Manu Stahringer les tomó 17 días esta primera parte.
Al llegar es el momento de un breve descanso, de la aclimatación, los entrenamientos de escalada en hielo hasta llegar a las rotaciones, que consisten en el traslado del equipo de las personas entre los primeros tres campos. Y luego comienza el ascenso a la cumbre.
En el lugar predomina una atmósfera especial, ya que los guías y sherpas creen en la “eterna reencarnación”.
“Se vive mucho esa espiritualidad y se aprende, terminás contagiándote. Y entendés todo ello cuando ves los lugares por donde te metés. Hay que cuidarse absolutamente de todo, desde los pasos hasta de lo que se come”, sigue el guía mendocino.
“En lo nuestro no existe el ‘ensayo – error’, y un error se paga carísimo, con la vida”, agrega.
A LA ALTURA, Y TODO TERRENO
Tanto Corvalán como Stahringer coinciden en que el sello distintivo de los guías mendocinos no se centra únicamente en las condiciones de preparación en la Alta Montaña, sino en que hay además una gran diferencia entre los guías mendocinos (y argentinos) con aquellos de otros países.
“Los argentinos siempre solucionamos, siempre sacamos la ficha para poder salir adelante en cualquier situación. Si a un pasajero se le quedó un bolso en la aerolínea, empezamos a gestionar. También somos versátiles y si hay que cocinar y derretir nieve para hacerlo –o dejara derretida unos días antes-, lo hacemos. En Europa, en Nepal o en otros países, el guía no hace eso ni loco. Y si no hay un cocinero, no se cocina”, ejemplifica Stahringer.
Incluso, el guía refiere hasta un estilo de guiar más “maternalista” entre los argentinos.
“Una vez que entran en confianza, los guías tienen buena onda con la gente en todo el mundo. Pero el abrazo por terminar una expedición, ese lo encontrás nada más que en el argentino”, agrega.
Corvalán destaca que este comportamiento que distingue a los guías mendocinos y argentinos del resto es algo que también se adquiere en el Aconcagua.
“En el Aconcagua los guías cocinan, derriten hielo, cargan mochilas de 20 kilos y hacen más tareas que un guía europeo. Ellos van de refugio en refugio, con mochilas más pequeñas. Y esto tiene que ver con que en los Alpes hay otra logística y estructura”, concluye Corvalán.