Superhéroes solidarios: jóvenes que ayudan a los más vulnerables

Es un grupo de chicos mendocinos que visitan zonas marginadas para llevar no sólo comida y ropa, sino también diversión, gracias a su humor y sus disfraces.

Superhéroes solidarios: jóvenes que ayudan a los más vulnerables
Visitas de películas. Cada 15 días, los chicos se calzan sus trajes y llegan con ropa y comida para zonas con necesidades.

“El merendero de la Asociación Ángeles necesita de nuestros superpoderes solidarios. Ayudemos con materiales para la construcción, garrafas, alimentos no perecederos, ropa, calzado y todo lo que podamos donar”.

Con simpáticos eslóganes, como el que se exhibe en estos días en Facebook, el Escuadrón Mendoza -un grupo que combina tareas solidarias con entretenimiento usando disfraces, accesorios y trajes de distintos personajes- ha debido reinventarse en medio de la pandemia, luego de dos años de intensa labor en hospitales y barrios vulnerables.

Integrado, en su mayoría, por jóvenes de gran corazón, el grupo inició en primera instancia una tarea orientada a pacientes pediátricos en tratamientos prolongados.

A través de Fundavita, asociación que trata a niños con cáncer, se abrieron puertas a hospitales y, así, la presencia de estos visitantes ayudó a numerosos pacientes a cambiar eternas horas de internación por ratos de alegría.

La sola presencia y la compañía, aunque sea apenas un rato, de Batman, Spiderman o personajes de Star Wars, hace que todos los dolores se pasen enseguida”, relató Roxana Murgo, fundadora del espacio.

tarde, la idea de recaudar donaciones y acercarlas -siempre con la consigna de encarnar a famosos personajes- a merenderos y comedores de barrios periféricos de Mendoza.

“Se fue consolidando y fue satisfactorio observar cómo se iba sumando gente, no sólo disfrazada, sino voluntarios civiles. La pobreza no nos daba tregua y los merenderos nos reclamaban”, evocó Roxana, al recordar los primeros tiempos.

Un antes y un después

Pero en marzo llegó la pandemia por de Covid-19 y el aislamiento posterior, que obligó al escuadrón a “guardarse”.

Eso abrió paso al ingenio, a más solidaridad y a la necesidad imperiosa de rearmarse para no detener la ayuda y seguir contribuyendo a la sonrisa de los más chiquitos.

Fue entonces que se estableció, cada 15 días, la visita a instituciones para entregar todo lo que se pudiera. “Nuestra experiencia y contactos nos siguen abriendo puertas”, agregó Roxana, quien cuenta los días para que esta “pesadilla” (como llama a la cuarentena) finalice y poder tomar nuevamente contacto con la rutina de siempre.

“Necesitamos más colaboración. Que la comunidad tome conciencia de que para nosotros un paquete de fideos, por poco que parezca, es mucho. Recibimos abundante ropa, porque es fácil deshacerse, pero los alimentos nunca resultan suficientes”, amplió.

La pobreza, dijo Roxana, va en aumento de modo exponencial y los comedores -visitaron numerosos desde marzo a esta parte- no dan abasto. “¿Qué observamos? Distintas realidades, todas signadas por carencias, y nuestra misión va siempre apuntada a los niños, que no tienen la culpa de la realidad que les toca vivir”, reflexionó.

Sostuvo que la franja destinataria se divide entre gente trabajadora a la que los ingresos no le alcanzan y se encuentra sumida en la pobreza estructural, y aquellos “que se han acostumbrado a la ayuda del Estado”.

“A veces nos maltratan o nos exigen. Mucha gente se habituó a no trabajar, a no esforzarse. La realidad es muy dura de todos modos y los niños -reiteró- no tienen la culpa”.

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