Romina Oviedo es una nena cordobesa de 11 años que vive en la localidad de Lutti, en Calamuchita. Su escuela está a 15 kilómetros de su casa y desde que comenzó la pandemia y se decretó la cuarentena en marzo, sus posibilidades de aprendizaje se vieron comprometidas –como muchos chicos- debido a la escasa conectividad.
A partir de esa fecha tanto ella como su maestra y el resto de los alumnos de la escuela Leopoldo Lugones –chicos de cinco familias- debieron adaptarse a las clases no presenciales. Desde su casa la docente Sandra Suárez (48) le envía a los estudiantes el material de lectura y la tarea a través: “Les enviaba semanalmente la tarea por whatsapp, y luego ellos me respondían con las actividades completas. Los llamaba para dar devoluciones”, detalló la mujer al portal porteño Infobae.
Una mañana, en plena clase de consulta telefónica, la maestra escuchó que Claudia –mamá de Romina- le decía a su hija por atrás: “Dale Romi, que tenemos que volver a casa a preparar el almuerzo”. Ante esto la docente le consultó a la nena qué es lo que pasaba y ella le contó que se habían subido a una zona alta para captar señal: “Acá en la cima de la lomita, porque no tengo señal en casa para descargar las actividades”.
La nena le envió una foto del lugar en el que estaba, lo que confirmó sus palabras y provocó la emoción de la educadora: “Romina había improvisado un pupitre sobre la pirca del monte. Tenía sus útiles, lápices, mochila todo...como en clase. Pensé ¡qué compromiso, qué voluntad de progreso! Tanto ella como su madre me podrían haber dicho ‘mirá no tenemos acceso’ o ‘no podemos seguir con las tareas por tal o cual razón’, y en estos meses jamás pusieron una excusa. Caminaban tres kilómetros diarios con sol o lluvia”.
Sandra le pidió autorización a la familia para compartir la foto en un grupo de docentes y autoridades, y a partir de ese momento la historia de Romina se viralizó en toda Córdoba. Luego dicha historia llegó a la prensa provincial y un grupo de proveedores de internet independientes decidieron unir esfuerzos y colaborar con la nena para hacerle llegar la tan ansiada conectividad.
Tras varios días de intensos trabajos, los técnicos lograron darle al domicilio de la familia conectividad y ahora la pequeña puede estudiar como debe ser. “Estamos felices con la solidaridad de la gente, nos cambió la vida. Ahora Romi hace la tarea desde la cocina mientras yo me encargo de la casa”, concluyó Claudia.
