Sorpresa en el aula: sin planearlo, madre e hija se encontraron estudiando la misma carrera

Silvana Malvezzi (40) siempre amó la enseñanza de Química y se anotó en el profesorado que ofrece el instituto Tomás Godoy Cruz. Su hija Micaela, de 22, aunque estaba indecisa, aprobó el ingreso en la misma carrera. Ambas se sorprendieron al encontrarse en el mismo aula donde hoy cursan tercer año y son grandes compañeras.

Sorpresa en el aula: sin planearlo, madre e hija se encontraron estudiando la misma carrera
Silvana y Micaela, madre e hija

El Instituto de Educación Superior en Formación Docente y Técnica “Tomás Godoy Cruz”, situado en Ciudad, fue testigo de una singular –y divertida--historia protagonizada por una madre y su hija: se trata de Silvana Malvezzi y de Micaela Barrera Malvezzi. Ambas, sin saberlo, se encontraron en el mismo aula siendo compañeras de la misma carrera, el profesorado de Educación Secundaria en Química.

“Fue un shock, una sorpresa ¡Mi mamá estudiando lo mismo que yo! ¡No podía creerlo!”, señala Micaela al evocar aquel día de marzo de 2022. Su mamá agrega: “Fue una sorpresa y una alegría. Hoy somos amigas y compañeras”, aclara.

Pero ¿cómo llegan una madre y una hija a encontrarse en la misma carrera sin, al menos, haberlo comentado previamente en el hogar? Las dos aclaran, mientras ríen, que en la familia no existe falta de comunicación. “Tenemos una gran comunicación, pero las cosas se dieron de manera azarosa. Yo estudiaba el Profesorado de Educación Primaria, una carrera muy linda, llevaba un par de años. Sin embargo, sentía que no avanzaba, que no era lo mío. Toda mi vida amé la química, soy egresada de la Escuela Fray Luis Beltrán con esa orientación. Lo fui madurando un tiempo hasta que decidí cambiarme”, rememora Silvana, que tiene 40 años y vive en Guaymallén con su esposo y sus dos hijos, Bruno y Micaela.

Su hija agrega: “Cuando mi mamá estudiaba el Profesorado en Educación Primaria yo estaba en mi mundo, en la secundaria, también en la Fray Luis Beltrán. Al terminar, empecé a pensar en mi futuro pero estaba indecisa. Hice el pre para la misma carrera sin saber que ella se cambiaría. Rendí, me fue bien, me presenté en el aula y ahí estaba también. Nos pusimos muy contentas”, recuerda “Mica”.

Desde entonces, son grandes compañeras y se complementan a la perfección. Ambas están en tercer año y cada una tiene roles muy definidos: Silvana prefiere los trabajos teóricos y para eso es “mandada a hacer”, mientras que Mica aporta sus conocimientos tecnológicos que a su madre le cuestan más.

Eso sí, la esencia de esta rama que eligieron se mantiene intacta en las dos: ellas sueñan con recibirse en tiempo y forma y convertirse en docentes de vocación, comprometidas y dedicadas.

Al principio, Silvana cuenta que el grupo de compañeros era muy nutrido, alrededor de 30. Con el tiempo el número se fue depurando. Hoy son menos y forman un gran equipo.

“Muchos le piden a Micaela que lleve tortas porque hizo un curso de Gastronomía y les salen riquísimas”, bromea Silvana. Mica acota: “Al igual que mi mamá y mi hermano soy técnica química por la orientación en la secundaria. Pero nunca me imaginé que la carrera iba a gustarme tanto. En parte creo que se debe a que me gusta mucho enseñar, lo hice siempre con mis compañeros, que solía explicarles los temas en los recreos”.

Y asegura que la historia se repite, porque el recuerdo vivo que tiene de su infancia es Silvana en la mesa ayudando a ella y a su hermano con los deberes escolares. “Era muy buena, muy didáctica y muy rigurosa con la ortografía, los puntos, las comas. Mi mamá es una persona que se merece un 10″, define con orgullo.

Y yo heredé esa misma pasión. Además, la carrera combina la química con la enseñanza. Esto último es clave, descubrí que existe una gran cantidad de tips pedagógicos que desconocía por completo, por eso las prácticas son fundamentales”, advierte y recuerda un episodio sucedido días atrás.

En la expo educativa
En la expo educativa

“Expliqué todo y lo iba escribiendo en el pizarrón. Iba y venía por el aula y la profesora insistía en que me faltaba algo. Creí que mi letra era muy chica, que los alumnos del fondo no alcanzaban a leer. Pensé en mil cosas, menos en lo que me corrigió: la fecha, la materia y el nombre del docente a cargo de esa clase siempre debe figurar al iniciar la jornada”, indica. Recién allí, asegura Mica, se debe empezar.

Mamá e hija relatan también que muchos profesores, al inicio de cada ciclo lectivo, suelen sorprenderse al leer en el listado “Malvezzi” y “Barrera Malvezzi”. “Nos preguntan si somos familiares. Nos felicitan y nosotras, emocionadas”, coinciden en señalar.

Juntas, también, participaron hace poco de una expo educativa y fue una experiencia maravillosa, enriquecedora, según afirman. “El equipo de Bienestar Estudiantil nos ayudó a poder expresar a los interesados las bondades del instituto y nos explayamos en su abanico de posibilidades, como becas, gratuidad en el estudio, seguimiento, títulos que ofrece, etc. Desde lo personal solo tengo palabras de agradecimiento hacia este lugar que me abrió las puertas de par en par y donde tengo un nombre y un apellido. No me siento un número”, asegura Micaela.

“La educación puede cambiar el mundo”

Antes de retomar con los libros, Silvana fue mamá y trabajó en distintos rubros. Fue empleada doméstica, también en una panadería y luego en una pollería, donde lavaba la mercadería y atendía al público.

“Pero siempre amé estudiar. Sobre todo la química. Creo que la educación es lo que puede salvar al mundo y sacar adelante a un país”, reflexiona.

Cuando sus niños estaban por tomar la Primera Comunión se involucró muchísimo en Cáritas Parroquial. Colaboró codo a codo con un sacerdote que asistía a personas muy vulnerables, algunas en situación de calle.

“La iglesia las recibía para que tomaran un baño, se higienizaban, desayunaban y luego partían. Poco después se incorporó una especie de escuela para adultos con el fin de que mucha gente continuara estudiando. Empecé a dar clases de apoyo y a descubrir un mundo apasionante. Desde allí la idea de ser docente quedó como algo pendiente, algo que tarde o temprano debía hacer”, relata.

“El tiempo pasa y hoy estoy desocupada. Sin dudar empecé a estudiar para poder trabajar realmente de lo que siempre amé. Esto mismo le inculqué a mis hijos. Jamás estuvo en discusión el hecho de estudiar. En casa no se negocia”, concluye.

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