Una estudio reveló que el cóndor andino puede volar más de 170 kilómetros durante cinco horas sin batir sus alas

Una investigación del Conicet reveló que tanto en la estepa como en las alturas, esta ave recurre al aleteo solo en el 1 % de su tiempo de vuelo, según el estudio intensivo de un equipo de investigadores.

Una estudio reveló que el cóndor andino puede volar más de 170 kilómetros durante cinco horas sin batir sus alas
Investigadores estudiaron de manera intensiva y durante 10 días los movimientos de ocho jóvenes cóndores en la región de Bariloche

Un equipo de investigadores del Conicet y de la Universidad de Swansea, en Reino Unido, revelaron que el cóndor andino puede cubrir distancias de más de 170 kilómetros durante más de 5 horas sin batir sus alas y para lograrlo, elige estratégicamente su ruta y forma de vuelo, informó este miércoles la Agencia CTyS-UNLaM.

El equipo de investigadores estudió de manera intensiva y durante 10 días los movimientos de ocho jóvenes cóndores en la región de Bariloche y detectó que, tanto en la estepa como en las alturas, el cóndor recurre al aleteo solo en el 1 por ciento de su tiempo de vuelo.

”Marcamos a los cóndores con unos dispositivos llamados daily diaries, que pueden medir la posición del ave hasta 40 veces por segundo y captar con precisión detalles de su comportamiento, tales como adónde va a tomar agua, dónde encontró alimento y cuánto aletea”, contó Sergio Lambertucci, director del Grupo de Investigaciones en Biología de la Conservación (Inibioma-Uncoma-Conicet), a la Agencia CTyS-UNLaM.

Contabilizar las veces que estas aves baten sus alas en vuelo les permitió tomar dimensión del gasto energético real que tienen al desplazarse, teniendo en cuenta que, para especies como el cóndor andino, el costo de cada aleteo es 30 veces mayor que el de otros procesos metabólicos.

”Si bien sabemos que los cóndores vuelan mucho planeando, nos sorprendió que haya cóndores que pudieron volar más de 170 kilómetros sin aletear ni una sola vez, y que generalmente esos aleteos se produzcan casi exclusivamente cuando están despegando o, a veces, aterrizando. Haber alcanzado ese grado de detalle es lo interesante”, valoró el biólogo.

”El cóndor -explicó Lambertucci- es un animal que tiene que recorrer muy grandes áreas para encontrar su carroña en el medio de la estepa, y puede llegar a pasar días sin dar con ese alimento. Entonces, ese desplazamiento tiene que ser de muy bajo costo porque, si no, sería como una trampa que no le permite sobrevivir”.

Para lograr un vuelo “low cost”, los ejemplares de esta especie se valen de la energía que provee el medio ambiente. En rigor, cuando se encuentran sobre la cordillera, utilizan más las corrientes ascendentes generadas por el choque del viento contra los filos de las montañas.

En tanto, cuando se encuentran en la estepa, se remontan principalmente sobre las corrientes térmicas, producidas por efecto del sol sobre la superficie, que calienta el aire y lo hace ascender.

Sin embargo, lanzarse a planear a merced del clima y la geografía no es suficiente para un vuelo óptimo. ”El cóndor debe tomar una decisión muy eficiente y prolija acerca de dónde dejar una corriente ascendente y pasarse a otra. Si se eleva con una corriente térmica, en algún momento tendrá que dejarla para seguir avanzando. Si no la abandona a tiempo, se va a caer al suelo, y eso le va a llevar a gastar mucha energía”, amplió el investigador.

De todas formas, estas aves planeadoras probaron tomar excelentes decisiones de vuelo y sortear con éxito grandes desafíos, como los que se encuentran en la estepa cuando el clima no colabora y las corrientes térmicas son débiles .Para los cóndores, el mayor problema a resolver son las condiciones del despegue, en el que invierten el 75 por ciento de sus aleteos.

”Esto sugiere que las decisiones sobre cuándo y dónde aterrizar son cruciales, ya que no solo los cóndores necesitan poder despegar nuevamente, sino que los aterrizajes innecesarios aumentarán significativamente sus costos generales de vuelo”, aseguró por su parte la investigadora Emily Shepard de la Universidad de Sweansea

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