Lautaro Martínez era un niño cuando comenzó a proyectarse y a soñar en grande desde su humilde hogar en La Favorita, el barrio de Ciudad donde creció y pasó los mejores años de su infancia.
Su profunda vocación musical, que lo llevó a ser concertino de la Orquesta Infanto Juvenil Pequeños Grandes Músicos del Pedemonte, además de sus excelentes calificaciones en primaria y secundaria, lo convirtieron en un niño prodigio que ahora suma el deseo de ser ingeniero electromecánico.
Por eso Lautaro se encuentra a la espera de un padrinazgo para obtener su ansiada beca por parte del Fondo de Becas para Estudiantes (Fonbec), filial Mendoza, que lo acercará a estudiar en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN).
Persiguiendo sueños
Desde muy pequeño, Lautaro se sintió cautivado por el bello y suave sonido del violín sin la influencia de nadie; sólo por vocación.
Tenía ocho años y en su escuela primaria, siempre en La Favorita y casi como un presagio, la maestra habló de la posibilidad de integrar el proyecto de la orquesta, que se realizaría en el gimnasio municipal 5.
No cualquiera podía ingresar. Había que ser buen alumno y demostrar actitud, pasión, disciplina. Todo esto Lautaro lo reunía con creces.
Y allí estuvo, con toda la ilusión y la expectativa de aprender aquel instrumento de cuerdas, aunque lejos de imaginar que lo llevaría a convertirse en concertino, es decir, el primer violinista de la orquesta.
Hijo de Gustavo y Verónica, Lautaro tiene dos hermanas, Rocío y Giuliana. Si bien nació en Las Heras, siendo muy pequeño se mudó al populoso barrio del Oeste donde atiende el pequeño comercio de bebidas de sus padres.
Cursa el último año de la secundaria en el Liceo Agrícola. Por sus calificaciones y, en especial, por su actitud, Fonbec le dio el visto bueno para recibir una ayuda mensual que le daría el empuje que necesita.
Si bien proyecta estudiar ingeniería, es consciente de que la situación económica apremia y que el negocio familiar sufrió los embates de la cuarentena.
Lautaro vuelve a hablar del violín y recuerda los inicios en la orquesta. Nunca pudo tener su propio instrumento, pero aprendió a tocarlo casi a la perfección y, según relata, le dio años de gran felicidad. “Comencé con un grupo que luego se fue achicando y quedamos pocos pero muy compañeros, siempre reinó la armonía”, recuerda.
“¿Por qué el violín? El sonido me resulta maravilloso y es increíble lo que puede generar en una persona”, añade el muchacho. La orquesta ofrecía desde sus inicios aprender violoncello, viola, flauta y violín. “Me volqué hacia el violín sin dudar y la sensación de tenerlo en mis manos fue indescriptible”, recuerda.
De allí en más, nunca abandonó. “Me sentía cómodo y feliz en ese lugar, sin pensar en las satisfacciones que más tarde iba a darme, como convertirme en la mano derecha del director”, resume Lautaro.
“De chico soñaba con tocar en la Orquesta de Londres”, confiesa, mientras ríe y recuerda a su profesora Laura Dana, que pertenece a la Filarmónica de Mendoza y le dio gran aliento para continuar en esa senda.
El chico también menciona a la “profe” María Britos, con quien la orquesta ha viajado en varias ocasiones para realizar presentaciones que fueron “inolvidables”. “Me han ayudado mucho en la música pero también en mi formación como persona, algo que valoro y agradezco. En definitiva, me han enseñado a soñar en grande a través de la música”, reflexiona.
La orquesta le permitió a Lautaro conocer lugares inimaginados y también a muchísima gente talentosa, como Martín Vicente, el ex-director. De la mano de Vicente, a quien asegura admirar muchísimo, ha protagonizado innumerables presentaciones y encuentros musicales.
Pero la orquesta es apenas uno de sus proyectos. Porque él va por mucho más. Como “loco” de los motores, ya se imagina como ingeniero electromecánico. “Me encanta el armado de motores, el saber cómo y por qué funcionan. Ahora es momento de pensar en el futuro”, concluye Lautaro.