Pese a su corta edad, Hernán Álvarez (15) posee una importante trayectoria como bailarín clásico: comenzó a los 3 años y toda su vida tomó clases, cumplió con audiciones y presentaciones para lograr su meta, la de convertirse en alumno regular del teatro Colón de Buenos Aires.
Su madre, oriunda de Paraguay, luchó sola con sus hijos, los gemelos Hernán y Federico, y Analía, de 17 años. Y a Hernán le dio siempre libertad para desarrollar su pasión: conoce los escenarios como la palma de su mano.
Era muy chico cuando ingresó al ballet de la Universidad Nacional de Cuyo y de allí en adelante nunca se detuvo: siguió tomando clases, bailó en la Fiesta de la Vendimia de Luján de Cuyo -representando a Carrodilla- y se rodeó de profesores que lo alentaron siempre a dar un paso más, como Mariana Robles, Cristina Hidalgo, Ana Patricia Motos y Jorge Soria, entre otros referentes mendocinos.
“Cuando tenía 4 años sentí curiosidad cuando veía a mi hermana tomar las clases en la misma academia donde empecé y fue un camino de ida. Acompañaba a mi mamá a llevar a Analía y me quedaba embelesado mirando la clase”, recuerda Hernán, vía telefónica, desde Buenos Aires.
“Un día pregunté si podía empezar, me tomaron una prueba de dos semanas y allí me quedé por cuatro años junto a la profesora Mariana Robles. Todos me decían que no era para varones, pero tampoco era el único y eso me alentó”, evoca, al recordar sus inicios.
Tras un paso fugaz por el ballet de la UNCuyo, se cambió al instituto de Cristina Hidalgo y luego hizo lo propio con Motos y Soria. Fue allí cuando decidió volcarse de lleno para ingresar al Colón, donde finalmente lo hizo con excelentes calificaciones.
“En todo ese lapso conseguí becas para bailar en las academias de Julio Boca, Maximiliano Guerra y Eleonora Cassano, entre otras figuras reconocidas”, relata.
Hernán no deja de reconocer el gran apoyo de su familia, en especial de su mamá Nancy y de su “Tata”, Benicio Blázquez, un abuelo del corazón que falleció el año pasado y con quien convivió desde su nacimiento. “A él y a mi mamá les dedico mis logros”, aclara.
Para ingresar al emblemático teatro Colón rindió de manera online durante las restricciones por la pandemia. Hoy sus clases, de lunes a sábados, son “rigurosas, disciplinadas y muy exigentes”.
“¿Qué sentí cuando aprobé? Una gran emoción ya que es algo que deseaba desde muy pequeño y una meta para mi carrera”, reflexiona, para seguir soñando: “Quiero ser primer bailarín de la ópera de París y vivir en el extranjero”.
Sus máximos referentes, según cuenta, son Mijaíl Barysnikov, Julio Boca e Isaac Hernández. A las tres figuras internacionales las sigue tanto como puede a través de videos.
Hernán vive en un departamento de Balvanera (CABA) con una bailarina también mendocina. “Extraño muchísimo Mendoza. Es mi lugar, es la provincia donde nací, me crié, vive mi familia y amigos. Pero ocupo todo mi tiempo, toco la guitarra, me junto con compañeros y disfruto de los ratos libres”, relata.
La alegría de una madre
Nancy, su mamá, también compartió la alegría en diálogo con Los Andes. “Existe cierto prejuicio, pero Hernán siempre siguió adelante en busca de sus sueños. Jugó al fútbol en Godoy Cruz, pero al poco tiempo dejó”, relata.
“Hernán es gemelo con Federico, que estudia cocina y tiene una gran vocación. Analía hace comedia musical. Amo que mis hijos descubran su pasión y yo estoy para apoyarlos”, cuenta.
Nacida en Paraguay y con parte de su familia en el vecino país y también en España, Nancy recuerda una visita de su hermana cuando Hernán era muy pequeño. “Su sueño por entonces era bailar en el teatro Independencia. Y lo logró justo cuando estuvo su tía. Fue un momento inolvidable porque para él representaba el Colón”, evoca.
Si bien Nancy, que llegó a los 14 años a Argentina, es madre y padre a la vez, recuerda con emoción a “Tata”, un abuelo que cuidó durante muchos años y que, al no tener hijos, se convirtió en familia y referente para ella y sus hijos. “Falleció el año pasado y fue un golpe duro para Hernán y sus hermanos, pero ellos ya empezaron a desplegar sus alas. No es fácil tener un hijo tan pequeño lejos de casa, pero comprendo que bailar es su vida y que nada lo detiene”, advierte.
Y concluye: “El quiso salir de la zona de confort y lo está sobrellevando muy bien. Todos mis hijos son mi orgullo”.