La historia de amor más hermosa que jamás imaginó protagonizar Melina Tévez Paz, sin dudas se la debe al videojuego Counter-Strike, un entretenimiento de disparos que se juega en red y que la atrapó allá por 2006, cuando tenía 12 años.
Frente a la computadora, desde su casa de la Capital Federal, esta maestra jardinera que hoy tiene 27 años conoció a Joel, un mendocino tres años mayor que ella que acudía al ciber casi religiosamente.
Primero fueron rivales en el juego, pero luego se hicieron cómplices, amigos y confidentes. Las charlas, cada vez más extensas, siguieron en el Messenger y luego por teléfono.
“Por entonces no existía el WhatsApp ni las videollamadas. Tempranísimo me hacía sonar el teléfono para despertarme e ir a la escuela y durante el día pasábamos horas hablando”, recuerda ella, lejos de imaginar que recién 15 años más tarde se encontrarían en persona, frente a frente.
La vida fue transcurriendo y ella nunca lograba olvidarlo. “Inventaba canciones de amor, escribía su nombre en las carpetas de la escuela o en la arena cuando iba a la playa... Sin dudas estaba enamorada, era platónico, pero era amor al fin”, resume.
Hablaban de música (compartían la pasión por el heavy metal), de la escuela, los amigos, la familia. Y, como de costumbre, matizaban con alguna partida a los tiros.
Pasado el tiempo, en uno de los “baches”, ella se enteró de que él había formado su familia. Ella también estuvo en algunas relaciones de pareja. “Era lógico por la distancia. Así fue que estuvimos años sin hablar”, rememora. Pero siempre su esperanza era conocerlo.
Más tarde hubo otro contacto, nuevas llamadas, horas y horas conversando. Luego nuevamente el silencio y así seguía la vida. Hasta que en una oportunidad, Yoel, que es papá de dos hijos y trabaja en la cosecha, volvió a escribirle.
“Ambos estábamos libres -agrega Meli- y ya éramos lo suficientemente adultos como para decidir encontrarnos”.
Sin tiempo que perder, ella se subió a un micro y recaló en Mendoza el 22 de enero pasado, al mediodía. Quedó fascinada con el clima y el maravilloso paisaje cordillerano.
“Me latía el corazón. Alquilé un departamento y allí apareció él cuando salió de trabajar. Abrí la puerta y lo besé. Fue como si nos conociéramos de toda la vida”, evoca.
Por fin, reflexiona ella, el sueño se les cumplió. Durante unos días en que ambos se sintieron “como niños”, recorrieron distintos puntos turísticos de la provincia y comenzaron a proyectar una vida juntos.
“Nos reímos recordando nuestras charlas infantiles, nuestros juegos eternos. El amor estuvo siempre pero el destino nos impuso trabas que hoy estamos seguros de que vamos a poder superar”, relata Melina.
Y acota: “Solo espero encontrar en Mendoza un trabajo que me permita radicarme, desarrollarme y poder iniciar, finalmente, la historia de amor que tanto deseamos compartir”.
Además de vivir una historia inolvidable, Melina descubrió la maravillosa provincia de Mendoza y sus increíbles lugares. Así, pudo concretar excursiones en Alta Montaña, bodegas y calles céntricas, además de conocer Villavicencio, el Cañón del Atuel y las termas de Cacheuta.
Hasta que el sueño de esos pocos días llegó a su fin y la joven docente debió regresar a sus obligaciones cotidianas.
Melina y Joel tienen la certeza de que encontraron a la persona indicada para seguir transitando la vida y que la distancia no será impedimento.
Más bien, asumen, todo lo contrario: tal vez sea el impulso necesario para dar el gran paso.