La historia de amor de Ximena Gray (o Luli, como la conocen sus amigos y seres queridos) y de Carlos Pérez es digna de una película “pochoclera” de Netflix. Y, cuando se dice “pochoclera”, es en referencia a esas historias románticas, de esas que obligan al espectador a sentarse frente a la pantalla con un balde de pororó -como se le dice en Mendoza- y en las que el amor siempre triunfa por sobre cualquier adversidad o imprevisto.
También podría ser, por qué no, una serie y de cualquier plataforma de streaming (para no monopolizar todo en la N roja). Y es que Luli y Carlos, quienes hoy viven en Rivadavia (Mendoza) se conocieron hace 47 años -casi de casualidad- durante unas vacaciones en Chile, país donde nación Luli.
A partir de allí vivieron un intenso romance -principalmente a la distancia y vía carta-, hasta que esa misma distancia (tantas veces maldita) y la falta de un proyecto juntos hicieron lo suyo, y cada uno siguió su vida. Incluso, en 1984 -de sorpresa, y cuando ya la relación no era la misma (para mal)- Carlos viajó de sorpresa a visitar a su amada, tal vez intentando darle una aparente última oportunidad a esa historia.
Pero se encontró con una Luli protagonista de otra historia de amor, a punto de casarse con otro hombre. Lo que por entonces ninguno de los dos sabía era que el amor seguía siendo correspondido entre ambos, que la llama nunca se había apagado.
Y que 43 años después, en 2017, la vida los volvió a juntar para ya no volver a separarse. O ellos se encargaron de que así fuese. Y, desde entonces, viven su amor con la misma intensidad de aquel primer beso mientras escuchaban a Peter Frampton en 1977.
Siguiendo con la comparación con una serie romántica, a la primera temporada -aquella que comenzó en 1977 y cuando se conocieron entre sí- y a la segunda temporada -la del reencuentro 40 años después de que naciera el amor- se sumó hace unas semanas el estreno de la tercera temporada: “La Boda”.
Porque Luli y Carlos se casaron en Rivadavia el 7 de junio pasado, en el registro civil de la ciudad del Este mendocino, y en un trámite que fue organizada en menos de 7 días.
“El viernes 31 de mayo fuimos al registro civil a preguntar cuando tenían turno, Nos dijeron que tenían para el otro viernes, 7 de junio, a las 11:30 o a las 12. ¡Y elegimos el turno de las 12!”, describe Luli sobre el más reciente episodio en su historia de película.
Si bien venían hablando de “dar el Sí” desde 2020 -planes que se vieron frustrados por la pandemia de Coronavirus en aquel momento-, el día soñado llegó el primer viernes de junio.
“Estábamos esperando a que todos nuestros familiares y amigos pudiesen estar, pero siempre -por X o por Y- iba a faltar alguno. Por eso dijimos ‘Listo, nos casamos ahora, con quienes puedan estar’. Y el domingo previo a casarnos avisamos por WhatsApp a algunos amigos, familiares y conocidos. Y el mismo viernes 7 de junio fueron 64 personas a acompañarnos, y después nos fuimos a comer todos juntos”, cuenta Ximena Gray a casi 20 días de su casamiento.
La reserva del turno, la elección de los testigos, las invitaciones, todo fue exprés, todo fue en cuestión de horas, de días. Y todo salió a la perfección.
“Se armó una cosa muy linda, muy rápida e improvisada. Los que pudieron, hicieron el esfuerzo y estuvieron en el almuerzo. Iba a ser un simple trámite y se convirtió en un momento de celebración, con un ambiente de alegría y mucho amor”, cuenta la mujer, que cumplirá 63 años el próximo viernes,
Por videollamada, y de la mano de las maravillas de la tecnología, pudieron estar presentes en este momento tan importante los familiares de Luli desde Chile, sus hermanos que viven en Montreal (Canadá), y sus hijos -una de ellas está en Europa y trabaja cantando en un crucero-.
TEMPORADA UNO: LAS VACACIONES DEL AMOR
“Tuntun...” (NdA: Léase como el característico sonido que se escucha en Netflix cuando comienza alguna de sus series o sus películas)
Verano de 1977. Ximena Gray –Luli-, con 15 años por entonces, vivía en Viña del Mar. Sin previo aviso y de forma casi accidental, Carlos Pérez (de 16 años) entró en la vida de Luli. Como tantos mendocinos, Carlos había llegado a la ciudad balnearia del Pacífico a pasar sus vacaciones.
Carlos se hospedó en la casa de unos vecinos de Luli, y a ella el foráneo le gustó de inmediato. “Me empecé a pasear todos los días delante de él, como para que me viera”, recapituló hace un par de años Luli en una entrevista y sobre la primera vez que se vieron. Tiempo después. Carlos también le confesó que había quedado flechado en el acto cuando la vio a ella.
Una semana fue lo que duró la estadía de Carlos en Viña, tiempo suficiente para que floreciera el amor. Antes de regresar a Mendoza, Carlos tomó coraje y le dejó una carta a Luli confesándole su “interés” y proponiéndole seguir escribiéndose.
Entre 1977 y 1978 intercambiaron correspondencia escrita los dos. Y en 1978, Carlos regresó a Viña del Mar para reencontrarse con Ximena. Fue en ese preciso instante en que, como diría Luli, empezaron a “pololear”, a estar de novios.
Así pasaron distintas postales en su vida: la primera salida de ambos, el primer beso con “Baby, I love your way”, de Peter Frapmton, como BSO. ¡Si hasta Carlos guarda aún el primer ticket de lo que fue su primera salida! Y ambos mantienen todas las cartas que se escribieron desde entonces.
Carlos regresó a Mendoza, pero el amor y el intercambio de cartas nunca se disipó.
Al menos al comienzo.
TEMPORADA DOS: ¡CORTE!... ¡ACCIÓN!
“Tuntun...”
El intercambio de cartas manuscritas -ni siquiera existía la remota idea de mails o WhatsApp por entonces- se mantuvo religiosamente entre 1978 y 1984. Carlos escribía desde Mendoza, Luli respondía desde Viña del Mar; y viceversa.
Pero, por el ritmo natural de las cosas, todo comenzó a desinflarse, las cartas se hicieron más distanciadas entre sí, todo se tornó monotemático y la falta de un proyecto juntos derivó en un inexorable desenlace: el vínculo se cortó.
Luli, por su parte, comenzó a estudiar Artes, se inició en el mundo de la música -como cantante- y conoció a Jaime, quien terminaría por convertirse en su primer esposo.
“En 1984, de sorpresa, Carlos se comunicó conmigo para decirme que había viajado a Chile para verme. Me preguntó que era de mi vida y yo le conté que me iba a casar. ‘Uh, llegué tarde’, me dijo él. Y fue una frase que todavía recuerdo, porque fue dura. Teníamos 22 y 23 años y, antes de irse, él me escribió una carta en la que me deseaba que sea feliz. Pero su hermano, que había ido a Chile con él, me contó que estaba destrozado”, agregó la mujer.
Luli y Jaime se casaron, tuvieron dos hijos -Nicolás y Andrea-, y Carlos siguió con su vida en Mendoza.
Más de 30 años después del último contacto, en 2016 a Carlos le picó la curiosidad. Fue revisando Facebook que, de un momento para el otro, Carlos se encontró a sí mismo viendo el perfil de Facebook de Ximena Gray.
Sin pensarlo dos veces, Carlos -quien también se había casado y ya iniciado el divorcio- le envió un mensaje de Facebook a Luli. La mujer también se había separado de Jaime y, por entonces, estaba atravesando una segunda separación. Pero ni Carlos sabía ello, ni Luli sabía del casamiento y divorcio de Carlos.
A partir de entonces retomaron un contacto más periódico, esta vez ya por WhatsApp. Y fue también en 2016, 32 años después del último encuentro, cuando Luli y Carlos volvieron a verse. Esta vez, porque la mujer viajó por trabajo a Mendoza y aprovechó la ocasión para el reencuentro. Y allí los dos se dieron cuentas de que el enamoramiento entre ambos no había desaparecido, sino que parecía haberse ocultado.
Ya en 2017, Luli y Carlos viajaron a Canadá y recorrieron juntos varias provincias argentinas. Mientras que en diciembre de ese año, Luli se mudó a Mendoza. Un detalle fue clave en esa decisión: Ximena “Luli” Gray se vino a Mendoza porque tenía en claro que quería estar con Carlos.
EPISODIO TRES: LA BODA
“Tuntun...”
Desde que volvieron a juntarse, las vidas de Luli y Carlos han transcurrido juntas y se convirtieron en “uno los dos”, parafraseando a “Miranda!”. Instalados en Rivadavia, hacía ya tiempo venían dándole forma a la idea del casamiento en su cabeza.
De hecho, Carlos -quien cumplirá 64 años en noviembre- es enólogo y dueño del boliche y salón de eventos “La Guapa” en el departamento del Este, y habían pensado casarse en 2020. Pero la pandemia de Covid-19 aguó sus planes. Claro que la unión convivencial ya la tienen desde hace tiempo.
Desde entonces, la meta fue buscar el momento en que todos sus amigos y conocidos pudieran coincidir para ese momento tan importante, pero con el tiempo cayeron en la cuenta de que “nunca, jamás” podrían estar todos, y que “nunca, jamás” estarían las condiciones ideales. Pero, claro, ese “nunca, jamás” también significa, entonces, que cualquiera era el momento indicado. Y así fue como, en una semana, organizaron su casamiento.
“Nos casamos con los que pudiesen estar, y fue algo realmente hermoso. Fue un momento muy emotivo. De sorpresa, cada uno de nosotros llevó unas palabras sobre el otro y las leyó”, repasa Luli.
La idea sigue siendo repetir el casamiento, esta vez ya en Chile y también por registro civil y, por qué no, con otra celebración y ya con presencia de su hija, sus hermanos y el resto de los amigos. “Vamos a estar recontra casados”, cuenta Ximena, siempre sonriente y buena onda. La mujer se ha dedicado al coaching ontológico enfocado en la neurociencia.
“¿Cómo es la vida de casados? Bueno, no te voy a decir que cambiaron mucho las cosas. Pero somos más conscientes de la fortuna que tenemos. Estamos dónde queremos, con quién y cómo queremos estar. Queremos estar así, felices, y somos conscientes de qué es lo que nos hace felices. Y es lo compinches que somos, el humor que tenemos. Todo esto que hemos desarrollado”, sintetiza la “recién casada”.