“Bairoletto cae en Colonia San Pedro de Atuel, el último balazo se lo pega él.
Vicente Gascón, gallego de 62, con su vida en Pico pagó aquella traición… Sol, arena y soledad, cementerio de Alvear, en su tumba hay flores, velas y placas de metal.
‘El último romántico’, lo llora Telma, su mujer… Muere fuera de la ley, muere fuera de la ley Mendoza”
(Bandidos Rurales, León Gieco)
Mendoza tiene su propio “santo popular”, su emblema, si de personajes populares venerados que no son reconocidos oficialmente como santos hablamos. Porque la tumba de Juan Bautista Bairoletto en el cementerio de General Alvear y el predio en su honor y para venerarlo en el distrito de San Pedro del Atuel (conocido popularmente como Carmensa) son dos altares que se han levantado, con carteles, ofrendas y todo tipo de veneraciones que ha acercado -y acerca- gente de todo el país. Y es que en esa zona del departamento del Sur mendocino, Juan Bautista Bairoletto falleció el 14 de septiembre de 1941 y tras estar más de 20 años “fuera de la ley”, como canta León Gieco.
Sobre su muerte, hay dos teorías. La primera, y más heroica, es que se suicidó de un balazo al verse rodeado por agentes de la Policía de La Pampa. Los uniformados lo buscaban por haber asesinado a un comisario que, anteriormente, lo había golpeado y ultrajado por el solo hecho de estar enamorado de la misma mujer que él. La otra versión, un poco menos endulzada, sostiene que los propios efectivos policiales lo ultimaron. Pero de lo que no hay ninguna duda, es que ese 14 de septiembre de 1941, el mismo día en que Bairoletto moría, nacía su mito.
“En vida, la figura de Bairoletto fue siempre muy controvertida. Hay testimonios que sostienen que, que a pesar de su aspecto y su vida de bandolero y bandido rural, ayudó a muchísima gente del campo con sus problemas económicos. De hecho, esa gente lo llamaba ‘el Robbin Hood de las Pampas’ y lo tenían como un justiciero, ya que estos pequeñísimos productores o arrendatarios sufrían abusos de los grandes ganaderos. Entonces, ellos le pedían ayuda a Bairoletto”, describe el historiador y profesor de Ciencias Sociales, Sergio Sendra, quien se ha apasionado por la historia de Juan Bautista Bairoletto.
“Era un hombre de mucho carácter y que se entendía muy bien con la gente de pueblo. Hay muchos testimonios de puesteros del Sur de Mendoza y del Norte de La Pampa que lo veneran y viajan a su tumba y a su predio cada 14 de septiembre en que se conmemora su fallecimiento. O el 11 de noviembre, para su natalicio”, resume.
Todos los años, cientos de miles de personas –fieles de Bairoletto- llegan hasta Alvear con ofrendas, pedidos, promesas y agradecimientos. “Vamos todos los 14 de septiembre y, si podemos, también los 11 de noviembre y cada vez que se nos presente la oportunidad. Mi suegro llegó a conocer a Bairoletto, ya que Juan Bautista durmió una noche en su campo estando ya prófugo en 1927 o 1928. Y recién al día siguiente se enteró él de quien era”, describe Graciela Alfonso, una cordobesa que es devota de Bairoletto junto a su esposo.
“Hace 6 años vivimos un milagro muy grande y sabemos que lo concedió Bairoletto. A mi hija la operaron de un tumor en el hombro y que ya habían confirmado que era maligno. Entonces, el día que la estaban operando, yo le pedí a Bairoletto que nos ayude y saque adelante a mi hija. La operación terminó, enviaron la biopsia del tumor a Buenos Aires esperando que llegaran los resultados para ver con qué tratamientos tenía que empezar. Pero cuando llegaron, el médico miró sorprendida a mi hija y le dijo que no tenía nada malo, que no necesitaba ni quimio ni radio. ‘Mami, a mí me curó Bairoletto’, me dijo mi hija en ese momento y mientras me abrazaba”, cuenta Graciela, quien todos los años trae ropa y mercadería para repartir entre quienes más lo necesitan, y –aclara- lo recauda y dona en nombre de Bairoletto.
Los primeros años de Juan Bautista Bairoletto
“Nacido en Santa Fe en 1894, cerca de Cañada, de inmigrantes italianos.
Juan Bautista lo llamaron, de apellido Bairoletto; bailarín sagaz, desafiante y mujeriego.
Winchester en el recado, dos armas cortas también, un cuchillo atrás y un caballo alazán; raya al medio con pañuelo, tatuaje en la piel; quedó fuera de la ley, quedó fuera de la ley…”
(Bandidos Rurales, León Gieco)
Juan Bautista Bairoletto nació el 11 de noviembre de 1894 al Sur de la provincia de Santa Fe. Sin embargo, la cualidad de contestatarios perseguía a su familia desde hacía ya varias generaciones.
“Desde sus comienzos, la familia Bairoletto en Italia estaba relacionada a personajes de rebeldía. Ellos venían del Piemonte italiano y el bisabuelo de Juan Bautista ya era un poco marginado, porque se había rehusado a integrar las filas del ejército de Napoleón Bonaparte. Era 1798 y un Bairoletto ya era el rebelde del pueblo”, reconstruye el historiador Sendra.
Con esta marca de rebeldes sobre su apellido, los padres de Bairoletto abandonaron Italia y migraron a Argentina para instalarse en Santa Fe. El 11 de noviembre de 1894 nació Juan Bautista Bairoletto y ya sus primeros años fueron realmente difíciles. Porque su madre falleció y Juan Bautista fue criado únicamente por su padre, Vittorio Bairoletto.
“Padre e hijo hicieron tareas agrícolas y luego se dedicaron a trabajos de arriendo. Eso los llevó a vivir en Santa Fe, en Córdoba y así llegaron hasta Eduardo Castex, disrtrito ubicado en la provincia de La Pampa. Ambos tuvieron participación en lo que se conoció como ‘El Grito de Alcorta’, una rebelión agraria en el que los arrendatarios enfrentaron a terratenientes como protesta ante los alquileres usureros que estos últimos cobraban. Todas esas cosas forjaron su personalidad”, sintetiza Sendra.
“Andate de Castex, aquí tenemos leyes”
“Se enamoró de la mujer que pretendía un policía, lo golpeó, lo puso preso un tal Farach, Elías.
‘Andate de Castex’ le dijo, ‘aquí tenemos leyes’. Corría el año 1919. Antes de irse, fue al boliche a verlo al fulano, con un 450 belga, revólver en mano, le agujereó el cuello y lo dejó tirado ahí… Ahora sí fuera de la ley, ahora sí fuera de la ley
Bandidos rurales, difícil de atraparles; jinetes rebeldes por vientos salvajes… Bandidos rurales, difícil de atraparles; igual que alambrar estrellas en tierra de nadie”
(Bandidos Rurales, León Gieco)
Como parte de su canción “Bandidos rurales”, del disco que lleva el mismo nombre y fue publicado en 2001, León Gieco describe una versión resumida de la vida de Bairoletto. Y en el fragmento citado relata lo que fue el asesinato que marcaría el destino de Juan Bautista.
“El 4 de diciembre de 1919 se produjo el asesinato del comisario Elías Farach, en Castex. Bairoletto lo asesinó y allí comenzó la vida dura y de perseguido. Años antes, ya viviendo en esa localidad pampeana, a Bairoletto lo convocaron a la milicia y se había convertido en un gran tirador y jinete. Y siendo adolescente, se enamoró de una mujer en una fonda. El problema es que esa misma mujer era pretendida por Farach, que era el comisario del pueblo”, recapitula el historiador alvearense.
Desde ese momento, Bairoletto pasó a estar entre ceja y ceja de Farach, por lo que en una ocasión lo detuvieron, lo encarcelaron durante todo un día, lo golpearon y –según se dice- hasta lo violaron. En ese momento, Bairoletto ‘se la juró’ a Farach”, sigue Sendra.
Así fue como llegó el 4 de diciembre de 1919, el día en que Bairoletto regresó a la fonda donde estaba la mujer que él pretendía, pero de la que también estaba enamorado el comisario Farach.
“Allí se volvieron a encontrar cara a cara, y ya Farach le había dicho a Bairoletto que no quería volver a verlo. Junto a otros policías con los que estaba el comisario, lo sacaron a Juan Bautista y comenzaron a golpearlo. Hasta que en un momento, Bairoletto sacó un arma y le dio un único tiro a Farach en el cuello. Lo mató, por lo que ese día comenzó la vida de fugitivo de Bairoletto, pero también se empezó a crear el mito”, acota.
La nueva vida de Juan Bautista Bairoletto y su llegada a Mendoza
Como canta Gieco, a partir de ese momento Bairoletto quedó “fuera de la ley” y se ganó el mote de “bandido rural”. Aunque se lo tildó desde siempre como un rebelde anarquista, el historiador Sergio Sendra reconoce que, gracias a contactos con el doctor Campana, Juan Bautista Bairoletto se convirtió en puntero del radicalismo irigoyenista, de La Pampa primero y luego, de Mendoza. “Se convirtió en guardaespaldas de algunos líderes del radicalismo irigoyenista”, refuerza.
Su cabeza ya estaba tasada y el precio era por demás alto, acorde a la de alguien que había asesinado a un comisario de la policía. Por esto mismo, tras recorrer otras provincias y ya instalado en San Pedro del Atuel, Bairoletto comenzó una nueva vida y hasta con dos pseudónimos que utilizó para mantenerse a salvo.
“El más conocido de los apodos que adoptó Bairoletto fue el de Francisco Bravo. Se asentó en Carmensa, en torno al Río Atuel, y se instaló en una propiedad que nunca queda claro si se la entregaron o la compró. Allí construyó su ranchito y, usando su pseudónimo, se dedicó al cultivo de tomate y otros productos. Desde su lugar, siguió ayudando a la gente del lugar que necesitaba ayuda ante ciertas injusticias”, agrega Sendra.
Solo muy pocas personas sabían que, en realidad Francisco Bravo, era Juan Bautista Bairoletto. Y a esas pocas personas, él les confesó que quería dejar de lado la vida que había llevado antes. Incluso, había conocido a quien era su esposa –Telma Ceballos- y con quien había tenido dos hijas.
La muerte de Bairoletto
Pero, aún en aquellos años –comienzos de la década del 40- las noticias y rumores ya volaban. Y, aunque habían pasado más de 20 año desde el enfrentamiento en que Juan Bautista había asesinado a Farach, su cabeza seguía teniendo precio.
“A Bairoletto lo delató el Ñato Gascón, un ex compañero que había sido apretado por la policía. En septiembre de 1941, entonces, llegó una comisión policial de La Pampa. Se alojaron en una pequeña residencial, y el 14 septiembre de 1941, muy temprano en la mañana, lo rodearon en su casa de Carmensa. Y acá surgen las dos versiones: la heroica de que se suicidó con tal de no entregarse en vida a la policía, o la menos romántica que habla de que a Juan Bautista lo mataron”, completa el relato el historiador Sergio Sendra.
Bairoletto, el nacimiento del mito y de la devoción
Una vez que se corre la voz de la muerte de Bairoletto, trabajadores rurales de La Pampa, de Córdoba, de San Luis, de Santa Fe y del oeste de Buenos Aires –lugares en los que “el Robbin Hood de las Pampas” había vivido dieron inicio a su infinita devoción.
“A partir de ese momento, mucha gente comenzó a pedir milagros y hacerle promesas a Bairoletto, y muchas de esas cosas –que parecían imposibles- se cumplieron. Mucha gente comenzó a ponerle Juan Bautista de nombre a sus hijos, mientras que otra gente que era Bravo de apellido le ponía de nombre Francisco a los niños, en honor al pseudónimo con que llegó a Mendoza”, sostiene el historiador.
“En nuestro pueblo y en la memoria de la gente quedó grabado todo lo que pasó con Bairoletto y sus últimos años viviendo acá. Cuando se conmemora el natalicio o cuando ocurre lo mismo con la muerte de Juan bautista Bairoletto, mucha gente de todo el país llega a San Pedro del Atuel”, destaca por su parte el delegado municipal de San Pedro del Atuel (o Carmensa), Pablo Roa a Los Andes.
El lugar donde estaba la casa de Bairoletto y donde falleció es ahora propiedad privada, aunque existe un litigio legal que se está llevando adelante. La intención es recuperar, al menos ese sector, para volver a instalar el altar a Bairoletto en el lugar.
“Actualmente tenemos un predio en honor a Bairoletto, pero no está donde murió él. En su momento, se trató de rescatar lo que más se pudo de donde estaba la réplica de la casa donde lo mataron, así como también algunos carteles y ofrendas que había llevado la gente”, agregó Roa
La tumba de Bairoletto, en tanto, está en el cementerio municipal de General Alvear (que también es visitada por muchísima gente), aunque también hay quienes sostienen que sus restos regresaron a Castex (La Pampa) por pedido de su familia. “Durante todo el año está llegando gente, a la tumba y al predio. La mayoría lo hace en septiembre y en noviembre, pero llega gente todo el año”, agrega el delegado municipal de San Pedro del Atuel.
Historias de fieles
Graciela Alfonso y Victorio Celli viven en Coronel Moldes, provincia de Córdoba. Y están entre los devotos más fieles de Bairoletto. Son ellos los padres de la mujer que, hace 6 años, recibió su milagro –según ellos sostienen-, luego de que le extrajeran un tumor maligno en una operación y, ante un inminente diagnóstico adverso, escuchó como el médico le confirmaba que “no tenía nada”.
“Cada 14 de septiembre y 11 de noviembre viajamos hasta Carmensa. La devoción viene de la familia, mi suegro –quien nos contó que Bairoletto había dormido en su campo.- Él le puso Victorio Juan a su hijo (mi marido), que son los nombres del padre y de Bairoletto”, destaca la mujer, quien fue peluquera durante más de 30 años y actualmente está jubilada. Su marido, en tanto, fue trabajador rural.
En tantos años viajando a Alvear y gracias a una nota que les hicieron en una radio, Graciela y Victorio conocieron y se hicieron amiga de Telma, la hija de Bairoletto. “Fue así que se nos ocurrió aprovechar los viajes para llevar ropa y para repartir entre quienes menos tienen. Yo hago las colectas acá en Córdoba en nombre de Bairoletto, y también así se la hago llegar a la gente”, agrega la mujer.
Javier, el devoto que viajó dos veces desde La Pampa a caballo y por Bairoletto
Javier Prato (43) es camionero y vive en Embajador Martini (La Pampa). Su curiosidad y devoción por Juan Bautista Bairoletto se remonta a cuando tenía 10 años y, jugando con un amigo mientras andaban a caballo, él le dijo que “era Bairoletto”.
“Yo no sabía quién era, y mi abuela me empezó a contar historias. Ahí empecé a leer y buscar más y me gustó mucho su historia”, recapitula a Los Andes.
Más allá de su profesión de camionero, andar a caballo siempre ha sido la debilidad de Javier. Así fue como, en 2019 y para rendirle culto al “Robbin Hood de las Pampas”, hizo su primer viaje a caballo para conocer el lugar donde había fallecido Bairoletto.
“Arranqué desde Castex y me fui me fui costeando la vía, recorrí todos los parajes, tomé por la ruta 10 hasta Santa Isabel, Cochico y así entré a Carmensa. Ese primer viaje me tomó 15 días, fueron 425 kilómetros que ya había recorrido en camioneta y recuerdo que tuve todo un recibimiento del intendente en Alvear””, reconstruye el hombre. Su suegro lo acompañó como asistencia en la camioneta.
Javier siguió pidiéndole a Bairoletto, Juan Bautista siguió cumpliendo y así fue como, en septiembre del año pasado, Javier Prato completó por segunda ocasión la travesía a caballo. Aunque, esta vez, la hizo más agreste y con más travesías.
“El 4 de septiembre de 2022 hice el viaje de nuevo, esta vez más aventurero y más loco. Salí desde Embajador Martini y me fui por Arata, Caleufú, corté por la costa la vía, Pichi Huinca y salí por Martín de Loyola (San Luis). Allí se sumó un amigo para los últimos 150 kilómetros. Fue toda una travesía, más de 100 kilómetros sin señal de teléfono y donde solamente había dos puestos”, destaca Javier.
En ese segundo viaje, gracias a gestiones de un amigo, hasta logró ingresar al mismísimo lugar donde cayó abatido Bairoletto.
“Hace 3 años le pedí me fuera bien en la vida, porque siempre he sido un laburante. Y en menos de 2 años pude armarme mi propio emprendimiento de 3 camioncitos. Además, tenemos buena salud yo y mi familia. En agradecimiento, yo hago mi sacrificio con la cabalgata –la misma que hacía él-, porque paso frío, duermo en el suelo e implica tiempo y dinero. Pero a mí me encanta hacer esto por él”, concluye.
Bairoletto como vecino
Lucía Wozniak vive en Colonia San Pedro del Atuel y repasa los relatos familiares y del pueblo que reconstruyen los años de Juan Bautista Bairoletto viviendo en la zona.
“Bairoletto paraba en el pueblo, en la casa de Doña Damiana, cerca de la plazoleta de Carmensa. Mi abuelo, Andrés, le llevaba mercadería, y los que lo conocían lo asistían hasta con caballos, porque sabían de su situación. Era una forma de ayudarlo”, recapitula Lucía.
“Mi papá, Fernando, me contó que los caballos que tenía, o al menos los que vio, saltaban los alambrados con una habilidad increíble. Parecía que él les enseñaba o que estaban acostumbrados a saltar”, cierra.
La experiencia de estar en el lugar donde murió Juan Bautista
Parte de la familia materna de Fernanda vive en Carmensa, y ella tuvo la oportunidad de visitar la última casa de Bairoletto en ese distrito.
“De chica escuché muchas historias sobre él. Le decían ‘el Robin Hood de las Pampas’ porque les robaba a los ricos para ayudar a los pobres. Había grieta, porque los que tenían familiares comerciantes no lo querían, pero en la casa de mis abuelos nunca hablaron mal de él”, rememora Fer, quien reconoce que su historia le despertó curiosidad desde el primer momento.
“Había muerto a unos kilómetros de distancia de la casa de mis abuelos, ¿cómo no iba a ir a conocer ese lugar y todo lo que envolvía esa historia? En el 2000, con mi primo y unos amigos, fuimos al homenaje que se hace en septiembre. Varias personas habían ido a caballo, otros en bicicleta, pero todos en silencio y con mucho respeto. Hicimos el camino por la ruta hasta que llegamos a una tranquera. El lugar era hermoso, con álamos marcando el final de la finca, un arroyo y la casa de adobe donde ‘el Robin Hood de las Pampas’ pasó sus últimos días”, rememora Fernanda.
“Estaba Telma, su última esposa, y nos dijo a todos los que estábamos ahí: ‘Acá, acá se murió el Juan’. Recuerdo que todos miramos a un árbol. Habían pasado muchos años de la muerte, y ella lo contaba con una nitidez que me sorprendió. Jamás se me borró esa imagen. Ella cuenta con detalle cómo fue ese 14 de setiembre de 1941. Las balas, el pánico y la imagen trágica. El lugar transmite mucha paz, ese contraste entre el relato y la experiencia, que compartían el mismo lugar, tampoco me lo olvidé jamás”, concluye.
Entre los devotos que llegaron en aquella oportunidad –y que sueñen llegar-, están quienes llevan alguna ofrenda, quienes se encargan de murmurar algunas palabras imperceptibles y quienes rezaban. En la casa donde pasó sus últimos días, además, se veían hace más de 20 años varios objetos que llegaron por alguna promesa (patentes, estampitas, flores).