San Martín íntimo: cómo era con Merceditas, quiénes ocupan el mausoleo en Mendoza y por qué el General descansa en Buenos Aires

En un nuevo 24 de agosto en el que muchos conmemoran el "Día del Padre sanmartiniano", un repaso por las anécdotas familiares de don José, el Padre de la Patria.

Merceditas y su papá don José de San Martín, en la obra de Sonia López, en la Alameda. / Orlando Pelichotti
Merceditas y su papá don José de San Martín, en la obra de Sonia López, en la Alameda. / Orlando Pelichotti

El viaje a Europa duró dos meses aunque al general San Martín debieron parecerle siglos, pues su hija se volvió insufrible. “Qué diablos —contó tiempo después a Manuel de Olazábal— la chicuela es muy voluntariosa e insubordinada, ya se ve, como educada por la abuela; lo más del viaje la pasó arrestada en un camarote”.

Para Merceditas su padre era entonces un verdadero desconocido, pues hacía años que no se veían y fu cuidada por la familia materna. Según el ilustre padre, doña Tomasa de la Quintana (madre de Remedios) con su “excesivo cariño” la había convertido en un “diablotín”. Pero si pudo con ejércitos, una niña no fue problema y tiempo más tarde sus palabras solo transmitían orgullo paternal.

En la Alameda (Capital) está la obra artística de Sonia López en homenaje a don José de San Martín y su hija Merceditas. / Orlando Pelichotti
En la Alameda (Capital) está la obra artística de Sonia López en homenaje a don José de San Martín y su hija Merceditas. / Orlando Pelichotti

Los años transcurrieron entre Londres y Bruselas. En 1829 regresó al Río de la Plata, pero decidió no desembarcar. En 1830 lo encontramos instalado definitivamente en el Viejo Mundo. Durante su exilio voluntario Tomás Guido le escribió continuamente, poniéndolo al tanto de lo que sucedía en América y en Argentina.

Don José eligió vivir en Francia, donde “la mendocina” —como gustaba llamar a Mercedes— creció y, siguiendo sus designios, desposó a Mariano Balcarce. El joven era hijo del desaparecido Antonio Balcarce, su amigo y segundo en el Ejército de los Andes. Ambos habían compartido cicatrices de Cancha Rayada y Maipú; ahora les tocaba dejar huella, uniéndose ambas familias.

Así fue. Después de casarse la pareja viajó a Buenos Aires donde nació María Mercedes. Doña Tomasa de la Quintana aún vivía, tuvo la satisfacción de ver a su pequeña hecha toda una mujer y de ser madrina de María Mercedes Balcarce, primera hija de Mercedes que nació durante el viaje.

En 1837 nuestro Pedro Molina recibió noticias desde Francia: “Mis hijos llegaron [de América] con buena salud a fines de junio pasado, y a los pocos días la mendocina dio a luz a una niña muy robusta: aquí me tiene usted con dos nietecitas cuyas gracias no dejan de contribuir a hacerme más llevaderos mis viejos días”. De esta manera anunció San Martín el nacimiento de Josefa Dominga, su segunda nieta.

La Basílica de San Francisco en el Centro mendocino. Allí descansan los restos de Merceditas, su marido Mariano Balcarce y la hija de ambos, María Mercedes. / Orlando Pelichotti
La Basílica de San Francisco en el Centro mendocino. Allí descansan los restos de Merceditas, su marido Mariano Balcarce y la hija de ambos, María Mercedes. / Orlando Pelichotti

Mercedes se empeñó en que las niñas fuesen argentinas y manejaran el idioma; madre y maestra, les enseñó a soñar con Buenos Aires. San Martín deliraba por sus nietas, aunque también disfrutaba mucho de la soledad y decía estar “muy contento de no tener la menor relación con ninguna persona”.

Tras la muerte del general la familia se mudó a Brunoy donde Balcarce compró un pequeño castillo. Lamentablemente María Mercedes murió muy joven y hacia 1904 solo quedaba Josefa. Anciana, viuda y sin descendientes convirtió la casa familiar en un hogar para ancianos sin recursos.

Digna nieta de San Martín y Balcarce, participó de la Primera Guerra. Transformó momentáneamente su albergue en el Hospital Auxiliar N.° 89, adquiriendo un centro de operaciones muy moderno para entonces. Cumplió ochenta años entre soldados malheridos y moribundos, a quienes consolaba en sus últimos momentos. En reconocimiento Francia le otorgó la Legión de Honor. Su fundación aún existe, refugió a muchas familias judías durante la Segunda Guerra Mundial y hoy es un asilo de ancianos.

Por este motivo sus restos permanecen en Francia y Mendoza no pudo traerlos en 1951, cuando Merceditas, María Mercedes y Mariano Balcarce fueron trasladados a la Basílica de San Francisco con auspicio del General Perón. Tras llegar por mar a Buenos Aires, los restos fueron trasladados en tren hasta nuestra provincia.

Una vez en la Estación principal, las cenizas fueron recibidas con la marcha fúnebre y el silencioso respeto de los numerosos asistentes. Tras dicha interpretación los encargados del traslado descendieron –entre ellos el entonces senador nacional Alejandro Mathus Hoyos- y una delegación de Granaderos a Caballo, junto con cadetes del Liceo Militar General Espejo, llevaron en hombros las urnas hasta tres jeeps con adornos florales.

El cortejo se movilizó a Casa de Gobierno, donde se efectuó un concurrido acto en la antigua Sala de la Bandera. Al día siguiente las cenizas fueron depositadas en el interior de la Basílica de San Francisco, donde actualmente podemos visitarlas.

Para que todos pudieran homenajear a Merceditas se cerró el comercio durante algunas horas. Además, miles de alumnos de las escuelas de la provincia fueron parte del cortejo.

“Mendoza, que creyó en él en el tiempo de su misión en Cuyo para merecer en recompensa la gratitud perdurable del héroe, no podía recibir sin profunda emoción las cenizas humanas de mucho de lo que más amara el conductor del Ejército de los Andes. Tras las urnas cinerarias, marchó el pueblo en imponente procesión de Fe y de respeto”, leemos en Los Andes del 14 de diciembre de 1951.

Con respecto a los restos del General San Martín los mismos descansan desde 1880 en la Catedral Metropolitana, frente a Plaza de Mayo, respetando los deseos del prócer de que su corazón descansara en Buenos Aires.

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