San Francisco del Monte, una parte de la historia de Mendoza a cinco minutos de la Capital

Es un distrito compartido por Guaymallén y Godoy Cruz, fue uno de los lugares donde se pensó trasladar la ciudad tras el terremoto de 1861 y cobijó la imagen de la Virgen del Carmen de Cuyo luego de la catástrofe. Entre antiguas construcciones, cultivos y barrios privados.

San Francisco del Monte, una parte de la historia de Mendoza a cinco minutos de la Capital
Una de las viviendas más antiguas de la zona fue construida en 1820.

Una vasta zona comprendía San Francisco del Monte hace más de 150 años. Lo que hoy reconocemos como zona industrial, en Godoy Cruz; o el conjunto de barrios privados de Guaymallén, comenzando por el Club de Campo, hasta el centro comercial La Barraca y la planta impresora de Diario Los Andes. En el siglo XVIII fueron tierras de frailes franciscanos, de allí el origen del nombre.

En la actualidad, la principal referencia es la calle San Francisco del Monte, que marca el límite entre Guaymallén y Godoy Cruz. Corre en forma paralela entre Elpidio González y el carril Rodríguez Peña. Entre casas antiguas y nuevas edificaciones la calle permite, por decirlo de alguna manera, entrar un túnel del tiempo. Es que a medida que se avanza hacia el Este, se puede ver una calle rural típica de la provincia, flanqueada por árboles, un canal de riego y un perfume característico.

San Francisco del Monte fue uno de los 4 lugares elegidos para construir la nueva ciudad, tras la destrucción de Mendoza (área fundacional, 4ta Sección) luego del terremoto de 1861. Fue una zona de cultivos, ganadera y hoy allí se encuentra la bodega Navarro Correas, en San Francisco del Monte al 500, del lado de Godoy Cruz. A pocos metros, pero en Guaymallén, se ubica quizás la edificación más antigua de la zona que data de 1820. Fue un molino harinero y después se transformó en bodega. Desde hace mucho tiempo pertenece a la tradicional familia Reboredo Correas.

“La San Francisco del Monte se llamaba antes Progreso y nuestra casa se denominaba “Progreso sin número”, sonaba gracioso, pero era así. Recuerdo que para ir a la finca, era todo un viaje. Vivíamos en el Centro, en Patricias Mendocinas, pero nos instalábamos tres meses allí, desde diciembre, casi todo el verano, porque era el trabajo fuerte de la bodega. Esas eran nuestras vacaciones”, recuerda María Modesta Reboredo Vicchi, reconocida artista y docente, una de las hijas de la recordada Milka “Chichú” Vicchi de Reboredo Correas, ex presidente de la Asociación Damas Pro Gloria Mendocinas. Modesta continúa: “eran épocas en que no existía el Acceso Sur, íbamos por la calle Las Cañas, que era muy poco transitada y se reconocía porque allí habían asesinado a Avelino Maure. Pasábamos por allí y siempre visitábamos del cenotafio de Maure, que con el tiempo desapareció del lugar”.

Más adelante, la artista señala: “En la época de mi abuela Modesta Correas, el molino se transforma en bodega, eran viñedos muy grandes, ella le dejó la bodega a mi papá. Se llamó bodega Litoral, antes Reboredo. La nuestra y la Lancilotta que estaba enfrente, eran las más conocidas”, explica Modesta. Y acota: “La Navarro Correas es más reciente, él y mi papá eran primos hermanos. Esa zona, hasta Rodríguez Peña pertenecía a la abuela Modesta. También había un chalet muy bonito, el de Hortensia Correas de Lemos, donde funcionó una escuela. Luego la DGE lo vendió y ahora la escuela está sobre Independencia. También había una sala de primeros auxilios en Independencia y San Francisco del Monte, donada por mi familia. Como era muy católica, mi abuela donó un terreno al arzobispado para la construcción de una capilla, que nunca se hizo, pero los vecinos hicieron una gruta en honor a la virgen que todavía se mantiene en San Francisco del Monte e Independencia”.

Hoy Modesta y gran parte de su familia vive allí, el antiguo taller donde reparaban los toneles se convirtió en su atelier, “su Torre de Marfil”. También fue sala de ensayo de su compañero, Sergio Embrioni (Alcohol Etílico) hasta que falleció en 2011.

La Zona de la Virgen

La casona y bodega ha recibido a muchas personalidades a través de los años, pero un detalle muy importante es que sirvió de cobijo de la imagen de la Virgen del Carmen de Cuyo, por eso a este lugar también se lo llamó La Zona de la Virgen. En 1969, en una nota publicada por El Diario, Milka Vicchi de Reboredo Correas cuenta que hacia fines de 1825, Don Julián Aberastain compró estas tierras a su tío, Don Tomás Godoy Cruz, allí construyó un molino y su casa solariega para vivir con su familia. En esa época, según el censo de 1884 había 57 molinos en la provincia, y era una de las principales actividades. En el terremoto de 1861, Don Julián y sus dos hijos varones murieron. Lograron sobrevivir su esposa, Corina Reina y su hija Hortensia, que luego se casaría con Segundo Correas.

El día después de la catástrofe, Corina ofreció a los padres Ventura Ponce y Pacífico Antequeda, la casa que tenían en San Francisco del Monte, una habitación para resguardar la imagen de la Virgen del Carmen de Cuyo. Los sacerdotes aceptaron y habilitaron el cuarto, que llamaron El Cuarto de la Virgen. Allí improvisaron una pequeña capilla y años más tarde la imagen fue trasladada a San Nicolás primero y luego a la Basílica de San Francisco (av. España y Necochea).

Modesta Reboredo agrega: “En los 70, cuando se construyó la nueva iglesia de San Nicolás (Peatonal Sarmiento), la imagen del Patrón Santiago también fue dejada a resguardo en esta propiedad y mientras duró su construcción, cada 25 de julio era trasladada al Centro para realizar la tradicional celebración”.

Desde Guaymallén indican que San Francisco del Monte fue uno de los primeros lugares ocupados por los españoles, junto a San José. Carlos Frías, del Museo Municipal Casa Molina Pico destaca que cuando aún faltaban más de 60 años para la fundación de Villa Nueva, en San Francisco del Monte se erguían soberbias mansiones, con una línea de edificación muy bien definida, ubicada junto a canales de riego. San Francisco del Monte se encontraba lo suficientemente lejos de la ciudad de Mendoza como para ofrecer un espacio de discreción y tranquilidad. Esta situación fue aprovechada por los perseguidos que encontraron en estas tierras un “asilo contra la opresión, un refugio que los pusiera a salvo del largo brazo de las cruentas y despiadadas guerras civiles entre unitarios y federales.

Frías explica que allí se ubicaba una de las riquezas agrícola-ganaderas más importantes del siglo XIX y que gran parte de estas tierras, al igual que Jesús Nazareno, eran propiedad de don José Pescara y llegaban hasta el actual Godoy Cruz, donde la orden franciscana había erigido una capilla.

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