Según Rubén David, los empresarios empiezan de la nada, con un sueño

Este contador de 50 años gerencia de una de las empresas familiares más conocidas de Mendoza. Dice que todo emprendedor es un empresario, le duele que los jóvenes se vayan del país, insiste en la importancia de escuchar a los adultos mayores.

Según Rubén David, los empresarios empiezan de la nada, con un sueño
Rubén David gerencia el mayorista Oscar David. Foto: Mariana Villa / Los Andes

Habitualmente habla de inflación, de precios, de consumo. Esta vez, Rubén David se hace un tiempo en una semana corta y con muchas cosas; después de acomodar algunas actividades del día siguiente deja sonar el teléfono y se sumerge en una charla distendida en una de las oficinas -preparada para él, aunque no usa porque prefiere estar abajo- del negocio mayorista que gerencia.

“Empresario no es el que tiene mucho. Empresario es un emprendedor que decide hacer cualquier cosa en forma personal”, define sin rodeos y, para que no queden dudas, enfatiza: “Un empresario es alguien que toma la decisión de no depender de un empleo porque le gusta emprender algo. Esto de catalogar a un empresario porque tiene más de... es un chiste. Somos empresarios de distintos tamaños. La realidad es que nadie empezó grande; todos empezamos chiquitos, de la nada, con un sueño. Ésta es la realidad”.

Aunque parezca redundante, no teme repetirlo. Cinco veces menciona la palabra “empresario” en los 15 segundos reflejados en el párrafo anterior y la reitera en varias oportunidades más durante la hora y media de entrevista. Le llama la atención que el “ser empresario” no está en el radar de los adolescentes como una opción para su futuro.

Oscar David y su esposa Silvia junto a Rubén, Analía y Hernán en el Mayorista. Cristian, el tercero de los hijos, se encuentra de viaje. Foto: Mariana Villa / Los Andes
Oscar David y su esposa Silvia junto a Rubén, Analía y Hernán en el Mayorista. Cristian, el tercero de los hijos, se encuentra de viaje. Foto: Mariana Villa / Los Andes

Por eso, cuando lo convocan a dar charlas en colegios o cuando participa como miembro de los programas de educación del Consejo Empresario Mendocino, alienta “a que haya muchos empresarios”.

-¿Empresario como alternativa a estudios superiores?

-Yo soy contador. Se sorprenden mucho. Hay mucha gente que se cree que un empresario nació con plata. Por eso, cuento nuestra historia. Nunca nos faltó nada, pero es trabajar, emprender, tener horizontes... Le digo a los chicos ¿ustedes creen que Messi sería Messi sin entrenamiento, voluntad, sin conducta?. Es sacrificio, perseverancia, perderse cosas. No es sólo talento y varita mágica.

Innovación, talento, crecimiento, inversiones son fundamentales en el desarrollo de un negocio. Pero Rubén hace hincapié en dar espacio y escuchar a las nuevas generaciones con sus ideas y a los adultos mayores con sus vivencias.

“¿Querés hacer un máster en Harvard?”, le preguntó a su hijo mayor Ignacio que en días cumple 22 años (Juli, la segunda, tiene 20). “Ponete al lado de tu abuelo y de tus tíos abuelos, escuchalos porque vas a aprender mucho y en dos meses vas a hacer el mejor máster de tu vida y vas a entender la inflación y todo... Después te hacés el máster para entender la parte más técnica”, sugirió convencido de que la experiencia de los tres hombres con más de 70 años, que a pesar de la recomendación de quedarse en casa durante la pandemia insistieron en ir a trabajar, “ayuda a estar preparados para las crisis”.

Almirante Brown y Viamonte

Rubén David habla en plural. Sólo utiliza el “yo” cuando dice que nació en el ‘72; que fue a la Justo López de Gomara del barrio Unimev en la primaria y al Martín Zapata de la UNCuyo en la secundaria cuando era de seis años; que sabía que quería ser contador desde quinto grado; que no pudo estudiar en la universidad pública porque los horarios le impedían trabajar con su papá y debió cursar su carrera en la Universidad del Aconcagua; que jugó al fútbol en Murialdo, Talleres, San Martín y Huracán, y hasta soñó en vivir del fútbol.

“Fue todo en un corto plazo”, advierte respecto de su carrera futbolística. “A los 23 años dejé de jugar, me recibí y me casé. Hice todo en un año”, argumenta.

Si bien la historia de la empresa familiar nació casi con el hijo mayor de Silvia y Oscar David, Rubén arranca más atrás en el tiempo y señala el cuadro que tiene a su espalda donde quedó plasmada la casa de adobe de Almirante Brown casi Viamonte, en Chacras de Coria; ésa que han terminado de derrumbar para ensanchar la calle que llega hasta Guardia Vieja. “Ha quedado a duras penas el molino, medio lastimado”, dice con nostalgia.

Rubén David junto al cuadro que refleja la casa donde nació su padre en calle Almirante Brown casi Viamonte, de Chacras de Coria, que hace poco fue derrumbada. Foto: Mariana Villa / Los Andes
Rubén David junto al cuadro que refleja la casa donde nació su padre en calle Almirante Brown casi Viamonte, de Chacras de Coria, que hace poco fue derrumbada. Foto: Mariana Villa / Los Andes

Cuando don Oscar terminó la secundaria, encontró trabajo como ayudante de camionero en la Coca Cola -el que tiraba los cajones, aclara Rubén- hasta que le tocó el turno de manejar un camión. Pero “le picó el bicho emprendedor” y empezó a buscar algo propio para desarrollar y dejar de ser empleado. Entonces vio que los negocios y restaurantes a los que él llegaba con las gaseosas no tenían quien les vendiera fiambres.

“Un primo que también trabajaba en la Coca Cola le prestó un lugarcito y una cámara. Justo les entregaron una casa en el barrio Unimev a matrimonios jóvenes y ahí armamos la primera despensa que atendía mi madre en la casa, mientras mi padre hacía el reparto”, relata y aclara que ese hito fue en el ‘74. “Yo tenía dos años cuando nos mudamos al Unimev. Nací, literalmente, en el negocio”, apunta el empresario que hasta los 17 años durmió en el catre que se transformaba en sillón durante el día en el comedor de la vivienda.

La familia creció con la llegada de los otros hijos: Analía, Cristian y Hernán. En tanto, el negocio también fue sumando desafíos como cuando surgió Virgen del Valle.

La calle encontró a mi papá fiambrero y a mi suegro panadero”, rememora sobre aquellos orígenes hace 35 años de donde tiempo después salió su matrimonio con Andrea Richardi. “Con Andrea nos conocemos desde los 14 años y su apoyo es fundamental”, dice sobre su esposa -que además de ser “panadera de alma” tiene su casa de diseño de interiores- con la que disfrutan correr en Team Aventura. “Hace 15 años, nos pusimos como meta entrenar juntos para poder compartir”, confiesa.

-¿Cuál es la clave para que una empresa familiar crezca?

-Yo me especialicé en la parte contable de empresas familiares. Cuando terminé la especialización y trabajé mucho en eso, me di cuenta de que las recetas de empresas de familia se van actualizando en forma permanente. No queremos ser una empresa de familia que tenga un protocolo inamovible. Nosotros aprovechamos la fuerza que tiene una empresa de familia. Es un trabajo del día a día, con las enseñanzas de nuestros padres y abuelos. Tenemos que trasladar eso a nuestros hijos. Tratamos de estar todos comprometidos y que podamos opinar, que todos podamos desarrollar nuestro talento dentro de ella. Pero la empresa también está abierta para quien no quiera estar.

Los nuevos horizontes

Aquella despensa del barrio Unimev se fue transformando hasta llegar al mayorista Oscar David. Allá queda una de las panaderías Virgen del Valle, a la que “los vecinos mayores le siguen llamando el negocio de Silvia” y donde -hasta el comienzo del aislamiento por Covid- atendía la abuela Cecilia que ahora tiene 95 años.

Toda la inversión de mi padre está destinada a Mendoza y nos empuja para que sigamos haciendo cosas acá y seguimos viendo en qué podemos innovar y mejorar. Tenemos un equipo en la familia que ayuda a emprender porque cada uno de nosotros se ha especializado en temas distintos y eso hace que empujen. Los chicos que vienen de la tercera generación traen una cabeza mucho más amplia que la nuestra y tratamos de incorporarlos, de escucharlos para ver lo que viene”, explica y resalta: “Lo nuestro siempre ha sido emprender”.

Así, se animaron al comercio electrónico; han tecnificado la planta de panificados y ahora se encaminan al tratamiento para envasar algunos productos al vacío con atmósfera controlada y a la posibilidad de hacer productos lo más saludable posible. También se han diversificado al mundo del vino y de los caballos con Casa David Wine & Horses. Han llamado Virgen del Valle a sus propias panaderías, Fresh Pan a las franquicias y Dialecto a los productos envasados de fabricación propia.

Rubén David junto a su esposa Andrea Richardi en el predio de Casa David Wines & Horses. Foto: Gentileza
Rubén David junto a su esposa Andrea Richardi en el predio de Casa David Wines & Horses. Foto: Gentileza

“Hay gente que nos pregunta para qué te seguís metiendo, innovando... Es ese bichito que tenés adentro de emprender que te ha gustado. No todo es plata”, dice el hijo mayor de una familia inquieta que mira modelos internacionales y busca estar al mejor nivel.

Con la misma convicción, pero con el dolor de ver tantos jóvenes que emigran porque no ven un futuro en este país, agrega: “Queremos hacer empresas e incentivar a mucha gente que haga cosas para retener el talento”.

De hecho, cuenta, tratan de aportar su granito de arena y han apoyado a varios de los que han pasado por su empresa a tener su propio proyecto. “Es parte de lo que nos corresponde. Desde la parte empresaria debemos tener empatía con el resto. No mirarnos el ombligo; eso es algo que no ayuda”, reflexiona a la vez que se califica de utópico.

-¿Qué te quita el sueño?

-La pobreza me quita el sueño. Es doloroso. Tenemos alimento para 400 millones de personas. La pobreza lleva a muchos chicos a la droga. Trabajamos mucho con Conin porque el niño que no está alimentado y crece en desnutrición no va a tener nunca una posibilidad porque su cerebro no va a estar preparado para lo que viene. ¿Qué culpa tiene ese niño de haber crecido allí? Tenemos que hacer algo rápido. Ningún país en el mundo salió de la crisis sin estar todos los actores sentados y en serio. Hablo desde la responsabilidad que nos cabe como empresarios; la responsabilidad que le cabe al Estado, al ciudadano común, a sindicato, a la Justicia.

El valor de los adultos mayores

En diferentes pasajes de la entrevista, Rubén David hace referencia a los adultos mayores y a la importancia de darles un lugar como sucede en otras sociedades donde son respetados y valorados.

Pone como ejemplo la empresa familiar, ya que sus padres Oscar y Silvia siguen al frente del negocio y se los puede ver activamente en el Mayorista durante la mañana y a la tarde. Otros dos tíos trabajan a la par de su padre. “Están jubilados, pero quieren seguir trabajando porque si no se mueren”, aclara.

Los colaboradores del mayorista Oscar David. Foto: Gentileza
Los colaboradores del mayorista Oscar David. Foto: Gentileza

“No es sólo el trabajo; es la dignidad, la salud; estar en contacto con actividades; ser importante. Tengo la suerte de ver otros países y el adulto mayor está muy considerado, activo y respetado. Acá hay un desprecio cultural sobre las personas adultas que duele”, argumenta y anticipa que en la empresa están tratando de “hacer cosas nuevas para mirarlos un poquito más”.

Dice que tiene la suerte de tener a sus abuelas, que ya son tátara abuelas: Cecilia de 95 años y Margarita de 101. “Ellas nos cuentan la historia. Hoy somos unos pocos los privilegiados. Les digo a mis hijos y a los hijos de nuestros sobrinos que las disfruten y escuchen. Los mayores han hecho un esfuerzo muy grande. La experiencia que tienen ellos y lo que han hecho por Mendoza... sería una falta de respeto muy grande no valorarlos”, indica y cuenta que su abuela Margarita que vino de Italia suele decir que la familia con 11 hermanos no hubiese abandonado su país de no ser por el hambre, la desesperación. Los hermanos se fueron quedando donde iba parando el barco y no los volvió a ver nunca más.

Desde el punto de vista de Rubén, ese desarraigo -más allá de los avances en tecnología- se sufre hoy. “Nadie se quiere ir de su país. Si vos tenés las condiciones no te vas. Te vas por trabajo, por estudio, por una experiencia. Pero dejar todo para irse es muy duro... Son familias que se rompen”, analiza.

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