A Rosana Cuzzocrea, conocida como Rousi Kuzzoc, a raíz de su dura historia de vida, se le quiebra la voz cuando habla de sus “niños”. Sus “niños” son, nada más y nada menos, que 75 perros -60 de ellos en estado crítico- que alberga en su casa situada en una zona semirural, en el cordón ecológico de Mendoza, Guaymallén.
Pero esa vivienda tiene fecha de vencimiento: la propietaria, que le alquila el lugar hace tres años, decidió vender el inmueble y Rousi está desesperada. Antes de fin de mes debe mudarse.
Junto con varios grupos de mascoteros y proteccionistas que la apoyan desde hace años, además de su esposo y su hija menor, iniciaron una campaña a través de las redes sociales para conseguir un nuevo hogar, aunque todavía la solución no llega.
“Tenemos una triste noticia, la dueña de la casa del Refugio no renueva el contrato y nos desaloja. Necesitamos un lugar donde nos acepten. Podemos pagar hasta 25 mil pesos por mes. Si saben de algún lugar, llamanos al 261-64001014”, dice el flyer.
“Refugio Rousi” no puede trasladarse a cualquier lugar, aclara su dueña y mentora, sino que debe ser un espacio de alrededor de 2.000 metros cuadrados donde los perros puedan desplazarse. “Porque esto no es un depósito, sino un lugar de amor y contención. Un lugar de tránsito donde puedan sobrellevar sus últimos días o conseguir un nuevo hogar”, advierte.
Rosana, mamá de cuatro hijos, protagonizó una historia muy dura cuando ellos eran pequeños: fue objeto de maltrato y violencia de género y entró en una profunda depresión. “Pensé en varias oportunidades en quitarme la vida; creía que ellos estarían mejor sin mí. Fueron tiempos durísimos, parecía un ente y sólo caminaba kilómetros y kilómetros”, evoca.
En una de aquellas largas caminatas intentando escapar de su realidad, la animalista encontró una perra con sus cachorros moribundos. “Fue un hecho simple, y a la vez grandioso, porque fue lo que me salvó la vida”, apunta.
Mientras comenzó de a poco a rescatar animales callejeros y lastimados, Rousi iniciaba una lucha contra la violencia de género, aunque siempre desde el anonimato, por temor a represalias. Y así surgió su nombre “Rousi Kuzzoc”, conocido a raíz de esa batalla pero que más tarde se trasladó a casi todos los ámbitos.
Su amor por los animales se despertó de muy niña. “Era tan pequeña que no tengo registro. Era común que llevara perros a casa y que le robara comida a mi mamá para alimentarlos”, recuerda.
Más tarde, casada y con hijos, participó siempre como activa voluntaria en refugios de su zona, en Las Heras. “Y así pude salir de la depresión, prometiéndome dedicarles la vida porque, sencillamente, ellos me salvaron a mí”, repite Rosana.
Poner manos a la obra no fue tarea sencilla. “Muchos se quejan pero nadie hace nada concreto. Empecé a alquilar lugares grandes y espaciosos y a recibir a los perros en situación crítica, lastimados o lisiados”, señala.
En un principio afrontó sola económicamente lo que implicaba semejante emprendimiento. Pero luego fueron acercándose grupos proteccionistas con quienes hoy forman un equipo “indestructible”.
No sólo le dan una mano estos amantes de los animales, sino también los veterinarios, que ponen el hombro voluntariamente en reiteradas ocasiones.
Los llama “ángeles en la tierra” porque jamás le han dado la espalda en momentos difíciles. “Los proteccionistas curan, rehabilitan, levantan animalitos de la calle y luego me los llevan porque saben que siempre tendré un lugar a cualquier hora -relata- y los veterinarios están al pie del cañón”.
Por eso Rosana admite que no se siente sola en esta búsqueda de hogar a contrarreloj, aunque el tiempo pasa y el nuevo sitio se demora. “Somos muchos y no estamos representados por una ONG ni nada parecido. En esto trabajamos a pulmón y de modo personal”, advierte.
“Rotos de cuerpo y alma”
Tres años atrás, Rousi firmó contrato para que le habilitaran la tenencia de animales y así fue que pudo albergarlos cada vez más. “Muchos llegan rotos de cuerpo y alma, algunos sobreviven y otros transitan aquí sus últimos días”, cuenta.
Hoy, a punto de vencer el contrato, la propietaria decidió vender el inmueble. “Me hice cargo de varios arreglos y de cerrar el terreno, pero la dueña es una buena persona y está en todo su derecho. Además –explica- está a la venta, yo misma podría comprarla pero no me alcanza”.
Es que hoy, añade Rosana, gran parte de sus ingresos recae en los animales y es poco lo que puede ahorrar. Además algunos vecinos se han quejado y uno de ellos la denunció en varias oportunidades.
“Pero insisto, estoy en regla. Yo entiendo que a mucha gente no les gustan los animales, pero pido respeto”, reflexiona.
El lugar que Rousi necesita estar en una zona alejada y donde se permita la tenencia y crianza de perros. “Sé que hay varios lugares, como Maipú o la zona industrial. Le pedimos a toda persona que pueda ayudarnos, aunque sea a pasarnos algún dato, que se acerque”, se esperanza. Y reitera: “Podemos pagar 25.000 pesos”.
De todos modos, a través del Instagram “Refugio Rousi” se está realizando una campaña tendiente a juntar dinero y poder adquirir el terreno que ocupa o cualquier otro.
También dice estar abierta a la posibilidad de que el municipio de Guaymallén le ofrezca un lugar en comodato. Y arriesga: “Si el municipio me ayudara, el día que no esté, donaría el refugio para que otro que sienta por los animales el mismo amor que yo, continúe mi obra”.
Cómo ayudar
Para contactarse con “Refugio Rousi” se puede llamar al 261-64001014 o a través de la cuenta de Instagram “Refugio Rousi”. Juntan dinero para poder comprar el terreno actual o alquilar otro lugar.